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¿Una invasión financiera y económica de Europa? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el septiembre 15, 2011 por admin6567
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La CECA (Comunidad Europeo del Carbón y el Acero) fue el primer intento de fijar, unas normas que regularan los sectores del carbón y el acero de los estados miembros. Fue en precedente de un proyecto más ambicioso que quedó plasmado en el Tratado de Roma de 1.957, por el que se constituía la Europa de los seis, integrada por Francia, Alemania Occidental, Italia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos. A través de los años y por medio de diversos tratados aquella comunidad, meramente económica, se fue ampliando en número de país integrados hasta desembocar en el Tratado de Maastricht en 1992, al que siguió el de Niza del 2001 (para poner las bases de una unión ampliada a los antiguos países del este de Europa). Todo un largo proceso destinado a crear una Europa unida, no sólo en el aspecto financiero, sino en el político. Y aquí parece ser que radica el talón de Aquiles del proyecto europeo, porque, las distintas culturas europeas y las particulares étnicas y sociológicas de los actuales componentes de la CE; se han convertido en un obstáculo, parece que insuperable, para llegar a una Constitución única y una verdadera comunidad política, entre naciones cuya historia las diferencia de las otras y que acumulan, en su cultura y en su memoria, viejos tópicos y resentimientos derivados de largos años de enfrentamientos, ocupaciones y matanzas que, a través de la Historia, han ido creando rencillas y enemistades que vienen a constituir, al fin y al cabo, graves impedimentos para la cesión de soberanía que requiere el proyecto.

Como no podía ocurrir de otra manera, los países mejor preparados, los que disponen de mejor industria y los que han sabido ocupar posiciones aventajadas respecto al resto de los integrantes de la UE, son los que se han hecho con el mando y los que vienen implantando sus directrices en cuanto a los acuerdos que se toman en el Parlamento de Bruselas. Las actuales circunstancias han ensanchado las diferencias entre países de primera línea, como Alemania, Países Bajos, RU y la misma Francia (un país que, sin embargo, junto a Alemania, está muy afectado por el problema griego, debido a que su banca es poseedora de gran cantidad de su deuda) y el resto de los que están sometidos a la disciplina del euro, entre los cuales nos encontramos junto a Italia y el resto de los llamados PIIGS. Lo que ocurre es que, si ya en una situación de menor volatilidad de los mercados, de más sosiego social y de mejor situación económica, los europeos no fuimos capaces de ponernos de acuerdo para aprobar una Constitución para todos; ahora, que el grito de ¡Sálvese el que pueda!, se está extendiendo por la mayoría de países comunitarios y cuando el número de naciones que se enfrenta a la amenaza de una deuda soberana que va creciendo peligrosamente, por mucho que la señora Merkel intente tranquilizar a los inversores y el señor Sarkozy intente que, en su país, se recupere la confianza en su gestión; es evidente que, en Europa, las cosas no van bien.

Si el señor Obama ha cometido la ligereza de decir que le preocupa el problema de España e Italia, provocando un nuevo trancazo en las bolsas; quizá resulte que no va desencaminado, por mucho que esta recalcitrante señora Salgado, nuestra ministra, no se canse de repetir que el señor Obama no ha querido decir lo que ha dicho; lo cierto es que, si las naciones como España, Portugal, Grecia, Italia e Irlanda necesitan de la constante intervención del BCE para que compre su deuda, también lo es que puede llegar un momento en que Europa no pueda con tanto endeudamiento y que la Alemania de la señora Merkel comience a cansarse de ser la que lleva la peor parte en esta partida y lo que ahora son advertencias y reflexiones del pueblo alemán, lleguen a un punto en que sean imperativos y exigencias; en cuyo caso es evidente que el euro, va a ser quien padezca los efectos de los errores que hemos ido cometiendo, pensando que los de la UE éramos los dueños del Universo.

Lo cierto es que ya no hablamos de que Grecia o Portugal estén en graves apuros o de que España tiene problemas de financiación; la verdad es que ya estamos en aquel punto en que lo que se necesita es el apoyo del resto del mundo, es la misma Europa como conjunto. Así parece que lo van entendiendo los países emergentes que, contrariamente a lo que se hubiera podido pensar al principio de esta crisis general, parece ser que son los que mejor la han sabido capear y lo que mejor provecho han sabido sacar de ella; poniendo en su sitio a los mismo EE.UU. de América y, ahora, “amenazan” con adueñarse de la misma Europa. Y no son elucubraciones ni simples pronósticos a largo plazo, si es que atendemos a los que hemos leído en la prensa respecto a una anunciada reunión, prevista para esta semana, según el ministro brasileño de Hacienda, señor Guido Mantega. A ella asistirán los denominados BRICS (Brasil, Rusia, India China y Sudáfrica), para estudiar la posibilidad de que dichas potencias económicas compren deuda de los países europeos, con lo que aumentarán sus reservas de euros.

Por descontado que sólo se proponen comprar deuda de los países más fuertes y solventes, como Alemania o RU. Recordemos que, respecto a España, el primer ministro chino, señor Wen Jiabao, en abril del corriente año, se comprometía a seguir comprando deuda española de la que parece que ya poseen más de 25.000 millones de euros. Lo que es indiscutible es que, mientras las perspectivas de crecimiento de la economía de la UE, según anticipa, el FMI, van a la baja, las de los países emergentes se están situando en un crecimientos del 6%. Y, ¿qué significa para Europa y España, que nos convirtamos en deudores de todos estos países emergentes?, ¿cuáles serán las consecuencias económicas y sociales y cuáles las contraprestaciones que deberemos asumir, aparte, naturalmente, de pagar los correspondientes réditos por las cantidades recibidas? Si tomamos como ejemplo el de la colonización china que estamos empezando a percibir en España; pacífica, por supuesto, de buenas maneras y con una amplia sonrisa de nuestros nuevos invasores; pero persistente, en aumento, con una capacidad expansiva evidente y poniendo, cada vez con mayor efectividad, la semilla de un nuevo tipo de ciudadanos, una cultura distinta y, por supuesto, un tipo de persona a la que no le arredra trabajar 20 horas al día, sacrificarse y poner todo su esfuerzo en ir progresando.

En Madrid ya se ha instalado el primer banco Chino, una entidad impresionante. En España ya compramos mercaderías llegadas de aquel país y, cada día más, vemos como los comercios chinos van proliferando por nuestras ciudades. ¿Es esto malo? Quizá no, puede que, al menos en momentos de crisis, las ayudas que nos puedan llegar de estas naciones emergentes nos ayuden a salir del aprieto, pero ¿y a largo plazo? Yo diría que tenemos, y puede que no nos queramos enterar, dos amenazas que acechan a este país, ahora en graves problemas identitarios y secesionistas; que podríamos traducir en:  por el sur, un amplio frente de países en los que se está extendiendo, no la democracia que, ingenuamente, pensaron en Europa que se extendería, sino un sistema teocrático islamista, regido por “la charía”; en el que algo tendrán que decir los “hermanos musulmanes” que se mantienen al acecho en Egipto, Yemen y, seguramente, Siria, si consiguen que abdique su actual presidente El Asad. El otro lo tenemos dentro, primero la nueva “reconquista árabe” y, en segundo lugar, la pérdida de soberanía, representada por la entrega de nuestro territorio en garantía de los créditos recibidos. Puede que nos parezca algo remoto pero, señores, es un tema del que deberíamos preocuparnos.

 Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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