Tuve ocasión de conocer personalmente a don Jorge Fernández Díaz en su etapa de inspector de trabajo en Barcelona, por motivos estrictamente profesionales y debo reconocer que fue una persona que me causó una excelente impresión por su afabilidad, su conocimiento de la situación laboral y su recto juicio a la hora de valorar los problemas con los que se enfrentaba. El señor Fernández Díaz, hermano de Alberto Fernández Díaz, ha sabido permanecer siempre en un segundo plano de la política, desde que dejó su cargo de gobernador de Barcelona para presentarse en las filas de aquel Centro Democrático y Social del señor Suárez. Posteriormente se afilió a Alianza Popular y, desde entonces, siempre ha ocupado cargos de relevancia, tanto en aquella formación como en el actual Partido Popular. Quiero decir con esta pequeña biografía del señor J.Fernández, que siempre lo he considerado uno de los activos más valiosos del PP. No obstante, debo reconocer que aquella valoración del personaje pudiera tener algunas fisuras, si es que me debo referir a unas recientes declaraciones que han motivado que empiece a dudar de su solidez como defensor de los valores en los que siempre me he inspirado y que han hecho que, a pesar de no coincidir en muchos aspectos con las formas políticas y algunas veleidades de cara a la galería, del señor Rajoy, lo he votado en las últimas elecciones autonómicas y municipales.
Yo puedo entender que la política no es una barra de hierro que permita sostener, a rajatabla, las propias convicciones sin que, en alguna ocasión, sea preferible o necesario tener la flexibilidad del acero para llegar a acuerdos puntuales con otras formaciones políticas. Dicho esto, si en algo difiero de este casta que , en teoría, nos representa en las cámaras de la soberanía nacional; es en su extrema versatilidad respecto a los valores, ideas, ética , moral y pensamiento político, que parece que puede convertirse en moneda de cambio cuando las circunstancias lo aconsejan, de modo que, en ocasiones, cuando las conveniencias del partido o las perspectivas electorales así parecen demandarlo, no tiene empacho alguno en dejar aparte sus más íntimas convicciones, sus valores básicos, su concepción del Estado y su concepto de la responsabilidad para con sus representados, en aras de mantenerse en el poder, conseguir acuerdos favorables de tipo partidista u vender al opositor la renuncia a principios fundamentales reconocidos en la propia Constitución.
Si hoy en día existe, en España, un peligro de enfrentamiento entre sus ciudadanos y una amenaza de escisión de determinadas partes de la nación, gobernadas por los nacionalismos extremos; sin duda estriba en el hecho constatable de que, algunas autonomías, han conseguido elevar al límite de la ruptura, sus demandas, exigencias, condiciones y reclamaciones, en aras a conseguir más derechos, más facultades y más poderes, hasta el punto de que ya hemos llegado a una situación tal que, lo que está ocurriendo es que, las escasas competencias que le han quedado al Estado, ejercidas por el Gobierno central, ya no le permiten tomar aquellas medidas necesarias que, especialmente en tiempos de dificultades económicas, financieras y sociales, el Estado precisa poder aplicar con carácter de urgencia; aquellos recortes imprescindibles o resoluciones extremas convenientes para que, sin que existan dilaciones peligrosas por parte de los entes autonómicos, se puedan afrontar con solvencia los problemas de la nación, de una forma unitaria, rápida y eficiente.
Por tanto, cuando nos apercibimos de que, en unos momentos especialmente tensos debidos al órdago que algunas autonomías están presentando al gobierno de la nación, incumpliendo sentencias de los tribunales, desobedeciendo el mandato constitucional, amenazando con rupturas violentas o, cuando algunos gobernantes locales, se permiten arengar a los ciudadanos incitándoles a rebelarse en contra de los mandatos de las leyes de la nación e incitándoles a la desobediencia civil; inopinadamente surge un señor Fernández Díaz hablando sobre la inmersión lingüística en Catalunya, manifestándose “encantado” con ella y afirmando que “ha sido un éxito”; a muchos ciudadanos, que nos sentimos españoles hasta la médula de los huesos, que venimos luchando contra esta evidente exclusión de la lengua española de las aulas y que abominamos de la forma en la que son tratados aquellos alumnos que reclaman su derecho a ser escolarizados en castellano, por cuya causa, son condenados al ostracismo y, por añadidura, sucede que, según se ha revelado en una reciente encuesta, sacan peores calificaciones escolares, precisamente por la dificultad en comprender las explicaciones de aquellos profesores que les obligan a recibir las lecciones en un idioma que no es el suyo vehicular.
El escuchar de labios del señor Fernández, en “ Els Matins de TV3”, expresiones como “La inmersión es una técnica de aprendizaje extraordinaria” o “ 30 años después de aplicarse podemos decir que el balance es sin duda exitoso”; nos hace sentir como si asistiéramos a uno de los mítines del señor Carot Rovira o del señor Puigcercós o tuviéramos que soportar, de nuevo, las ampulosas “sentencias nacionalistas” del señor Jordi Pujol; para quienes el bilingüismo no existe en Catalunya y lo que es preciso es que, para sostener al catalán, se obligue a la fuerza ( reprochaban a Franco porque obligaba a hablar en castellano) a hablarlo y se prohíba rotular los comercios en castellano. Nos preguntamos lo que dirá su hermano Alberto, de estas desafortunadas declaraciones y también quisiéramos conocer ¿cuántos años lleva el señor Jorge Fernández sin pisar el suelo catalán? Y si lo hace ¿a cuántas escuelas públicas ha acudido para comprobar que se cumple con el mandato constitucional de dar preferencia al castellano aunque se puedan estudiar los idiomas locales? ¡Claro que, seguramente, se referirá a los colegios privados, como aquellos a los que envían a sus hijos el señor Montilla o el señor Mas, en los que, además de estudiarse el castellano y el catalán, se pueden adquirir los conocimientos de otras lenguas! Una cosa es predicar y otra es dar trigo, como dice el refrán.
¿Conoce lo que se trama en el Parlament Catalán, señor Fernández Días?, ¿ha escuchado las propuestas de algunos de sus más “preclaros” parlamentarios? Pues, si no lo ha hecho, debiera usted de haberlo intentado antes de hacer unas afirmaciones tan poco afortunadas, erróneas y, a mi modesto criterio, extemporáneas. Pregunte usted a los padres de estos chiquillos lo que han tenido que pasar para que, por fin, se les haya hecho caso y el TSJC haya fallado a su favor en un tema que, precisamente, desmiente lo que usted afirma, no sabemos con qué intención, pero que, sin duda, le va a restar a usted muchos votos si es que, lo único que viene usted a ofrecer a los que somos españoles y catalanes, es apoyar la inmersión lingüística según la entienden los nacionalistas. Al señor Rajoy ya le recriminamos, en otra ocasión, estas veleidades nacionalistas y le recordamos que, el PP, tenía unos valores fundamentales entre los cuales se contaba el sostener la unidad de España, la defensa del idioma español y su utilización preferente en toda España. El hecho de que, el haber sido nombrado candidato del PP por Catalunya, le haya acercado a las tesis del señor Rubalcaba, del señor Montilla o de la señora Carme Chacón, que comparten la defensa a ultranza de la llanada “inmersión”; no cambia en nada que en Catalunya se intente acabar con el castellano, algo que basta salir a la calle para sentirlo. O esta es, señores, mi opinión.
Miguel Massanet Bosch