Cuando un gobernante deba tomar una importante decisión que pueda afectar de una manera relevante al bienestar de su país, no basta que lo haga con tino y oportunidad sino que, además, es preciso que la tome en el momento adecuado para evitar que un retraso o una indecisión de último momento, pudieran desvirtuar los efectos positivos que pudiera llevar implícita. El gran purista del idioma castellano, don Baltasar de Gracián, trata el tema de la dilación con su habitual maestría cuando, en su Oráculo manual” nos deja el siguiente pensamiento: “Muchas cosas que eran algo, dejándolas fueron nada; y otras que eran nada, por haber hecho caso de ellas, fueron mucho”. Sin querer hacer leña del árbol caído, deberemos achacar al señor Rodríguez Zapatero que, entre sus muchos errores políticos de su paso por el gobierno de la nación, quizá el que más ha podido dañar a España y retrasar una posible recuperación del país, se pueda considerar el haber convocado las elecciones generales con cuatro meses de antelación a la fecha en que tendrán lugar. Una decisión fatal para los intereses de España.
Es evidente que, el PSOE, desde que se hizo cargo del gobierno de la nación, ha tenido fijado como principal objetivo la intención de que su llegada al poder no fuera ni para una legislatura ni para dos, sino para siempre. Su verdadero propósito era eliminar a la oposición mediante una feroz campaña de desprestigio, mendacidades, insultos, calumnias y gestos antidemocráticos (como fue, nada más alcanzar el poder, suscribir el famoso pacto del Tinell por el que los partidos nacionalistas y el PSOE firmaron el acuerdo de estrangular a los populares para que ninguna de sus iniciativas parlamentaria tuviera éxito), de modo que, como ha sido evidente durante el transcurso de las dos legislaturas, las posibilidades del PP de que se tomaran en cuenta sus opiniones han sido nulas. Por esto suena a sarcasmo cuando los voceros del PSOE, tanto hombres como féminas, han estado, persistentemente, achacando al gran partido de la oposición el no tener ideas y el no haber hecho propuestas, cuando han sido ellos, ya a través de la comisión de admisión a trámite de las propuestas de los partidos, como en el mismo Parlamento, los que se han ocupado, con rara diligencia, de evitar que ninguna de ellas llegara a ser discutida y si lo fuera, votarla en contra.
Al respecto, deberíamos recordarle al señor Durán y Lleida, de CIU, su parte de responsabilidad en el hecho de que, las elecciones generales, tan necesarias, se hayan retrasado hasta el momento en que, España, ya no puede resistir un día más sin cambiar el rumbo de su política. Con sus continuas fintas, el señor Durán, pretendía dar a entender que se oponía a las medidas del gobierno de ZP cuando, en realidad, al llegar el momento de la verdad, las apoyaba con sus votos. Nos engañaba aparentando ser un “hombre de estado” cuando lo que se proponía seguramente era sacar tajada de la debilidad de los socialistas, para ayudar a contribuir al autogobierno de Catalunya. ¡Que no nos venga ahora, este señor, con lecciones de moralina política o presumiendo de ser una persona que siempre ha colaborado en la “gobernabilidad de la nación”!. Sin duda, ha sido uno de los topos de Zapatero que más ha contribuido, no sabemos si con la intención de promocionarse dentro de Catalunya o, porque su odio por el PP o su despecho por no haber sido nombrado ministro, lo han ofuscado.
Fueren cuales fueren los motivos partidistas o egoístas del señor ZP, el hecho es que, en estos meses de interinidad, esta falta evidente de gobierno que se ha venido produciendo desde el anuncio de los comicios y la innegable deriva económica, financiera y social, a la que nos han conducido los vaivenes que han tenido lugar en el seno del PSOE –donde se dirimían entre Rubalcaba y la Chacón la supremacía en el partido y, más tarde, el evidente desencuentro entre Rubalcaba, el nuevo candidato (por cierto que, sin “primarias” y por el expeditivo procedimiento de la designación a dedo) y el ,todavía presidente, Zapatero, que no tuvo inconveniente en ocultarle, hasta que estuvo acordada con el señor Rajoy, su intención de reformar la Constitución para cumplir el mandato de Bruselas, a lo que siguió la pequeña venganza de Rubalcaba al decir que “quien manda en el partido soy yo” – han marcado la diferencia entre una transición rápida hacia un nuevo sistema de gobierno que diera confianza a Europa y aplacara a nuestros acreedores y el evidente empeoramiento de la situación económica y de las perspectivas de recuperación, debida al empecinamiento y ofuscación de los socialistas en ganar tiempo para esperar el milagro que no ha tenido lugar.
En fin, un cúmulo de desencuentros que, como es evidente, no han favorecido para nada a España y a los españoles, que ahora nos encontramos con un candidato socialista escorado hacia la extrema izquierda, cambalacheando con los del 15 M y con propuestas económicas de pequeño calado y mucha demagogia ( vuelve a resucitar la diferencia entre ricos y pobres) que, evidentemente, no son más que intentos de vender a los electores mucho humo y pocas realidades, si es que somos tan idiotas de olvidarnos de que, quien ahora nos ofrece el “estado del bienestar” es, precisamente, el mismo que ha estado en el Gobierno que se ha ocupado, con “gran eficiencia”, en destruirlo.
Por si faltara algo a esta Conjura de los necios en lo que se ha convertido lo que queda del PSOE, donde todos se ocupan de asegurarse puestos en las administraciones públicas para garantizarse el continuar chupando del Estado cuando se vean obligados a abandonar sus actuales cargos políticos; parece ser que el poder judicial, que hasta hace poco tiempo les apoyaba en todos sus ataques contra la credibilidad y honradez del PP, no se sabe si por atisbar un cambio de gobierno o porque los jueces independientes empiezan a ver el fin de la era socialista, ya son varios los miembros del partido de Pablo Iglesias los que aparecen implicados en tramas poco claras, ya sean de corrupción o, ya lo sean de traición a la patria, como son los casos más llamativos del Faisán, los ERES de Andalucía o, el más reciente y espectacular, por tratarse en presunto inculpado de la persona de uno de los más carismáticos lideres del PSOE, el inefable señor José Blanco. Todo ello mientras, con tozudez reiterada, las encuestas van allanando el camino hacia las urnas del PP, que suma puntos a medida que se acerca el 20N pronosticándose una rotunda victoria electoral. Ni unos lo pueden hacerlo peor ni los otros parece que puedan, esta vez, fallar; porque, si no lo hacen del todo bien, al menos han conseguido convencer a los electores que, sin un cambio radical de política, sin sacrificios y sin trabajo y esfuerzos, nuestra nación va directa hacia la catástrofe final.
Y, por si alguien dudara de la situación de extrema gravedad en la que nos encontramos, dos apuntes: la agencia de calificación de la deuda Fitch ha rebajado, de una tacada, dos escalones en nuestro rating, hasta la AA–, cuando hasta hace unos pocos meses nuestra fiabilidad de la deuda estaba en AAA. Consecuencias inmediatas: un obstáculo más para colocar nuestra deuda y la circunstancia de que, muchos fondos que tienen establecidos unas reglas que les impiden comprar deuda que no sea la triple A, deban deshacerse de aquella que estuviese en su poder. Y otra, la poderosa Catalunya entra en “quiebra técnica” al verse obligada a pagar sus bonos a 2 años, al coste de un 10’5%, (retribución al inversor, comisión de colocación, comisión de venta y comisión de dinero nuevo). O así es como veo, señores, la situación actual de España.
Miguel Massanet Bosch