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El medallero de Rubalca en entredicho (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el octubre 11, 2011 por admin6567
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Un anónimo, al referirse a las recompensas, se expresó con esta contundencia: “La recompensa concedida al mérito es una deuda; en caso contrario es una limosna o un robo”. Lo que suele suceder en este mundo de tramposos es que, en muchas ocasiones, en lugar de tener en cuenta las cualidades, los merecimientos, el prestigio o los conocimientos y logros de las personas; aquellos que conceden los galardones se basan más en factores políticos, en ensalzar determinadas ideas políticas o en premiar a unas ciertas tendencias de moda, que en atender los verdaderos merecimientos de quienes, por ser seres anónimos, parece que no resulta “rentable” el concederles la distinción.

Y, precisamente en estos días en que el Comité del Nóbel del Parlamento noruego está dando a conocer a los galardonados con el famoso premio, correspondiente a este año 2011; sin entrar a valorar aquellos científicos que han sido distinguidos por sus méritos en sus respectivas especialidades, sobre los cuales es muy difícil opinar uno que es lego en la materia y que, seguramente, recibirán su recompensa con entero merecimiento; no obstante, resulta muy curioso que este premio de la Paz, tan desacreditado si tenemos en cuenta que se ha concedido a personalidades como el señor Kissinger ( un manipulador nato, en cuyo haber poco se le pude atribuir que justifique tal distinción); Amnistía Internacional, (una organización politizada hasta sus raíces, de carácter marcadamente izquierdista que, bajo la excusa de la defensa de los Derechos Humanos, ha protegido a grupos de carácter revolucionario); Desmont Tutú, un obispo anglicano que mucho tuvo que ver con las matanzas de Soweto; Yasir Arafat un terrorista palestino que no tuvo inconveniente en matar a miles de israelíes; Isaac Rabin, otro terrorista, sólo que, en este caso, israelí. Más recientemente, nos encontramos con premiados más controvertidos como Kofi Annan, puesto en cuestión por supuestos mangoneos fraudulentos; seguido, en el 2009, por el señor Barack Obama al que no se le conocía otro mérito para el premio, que el haber sido elegido presidente de los EE.UU.

En muchos de los casos citados más que apoyar los esfuerzos por conseguir una paz pacífica, valga la redundancia, lo que premió la Academia Noruega fue, siguiendo la doctrina de que “el fin justifica los medios”, las incitaciones a las revueltas, la lucha armada o el empleo del terrorismo, siempre que se utilizaran, “por una buena causa”. Si quieren que les de mi opinión, este mismo criterio se ha aplicado a las tres “luchadoras por los derechos humanos” que han salido galardonadas este 2011, entre las cuales hay una activista, Leymah Gbowee. Basta decir que entre los candidatos se encontraba la llamada “Primavera Árabe”, aquella iniciativa surgida de “la nada”, que ha conseguido convertir el norte de África y parte de Oriente medio, en un polvorín donde lo que debía ser un tránsito sin violencia a la democracia se ha convertido en una lucha entre distintas facciones que acabará beneficiando a los “Hermanos Musulmanes”, que siguen agazapados en espera de que les llegue su momento de implantar la dictadura teocrática del Islam, según  su modelo: el régimen de Irán.

Pero, no hace falta trasladarse a Noruega para encontrar anomalías en eso de otorgar honores y distinciones, cuando se trata de  retribuir no, precisamente, a quienes más se lo merecen por sus actos heroicos o a los que han contribuido con sus trabajos e investigaciones al bien de la humanidad; basta quedarnos en España si queremos hablar de las medallas, condecoraciones, promociones o reconocimientos destinados a compensar favores, agradecer conductas o a premiar fidelidades, que nada tienen que ver con algo que favorezca a los ciudadanos o que sea un descubrimiento beneficioso para la humanidad; porque, en este caso, suelen ser fruto de acciones, servicios u omisiones que puedan favorecer a unos determinados políticos, interesados en que, algunos temas que los puedan perjudicar, no salgan a la luz, queden obviados o se los confine a las catacumbas del olvido, de donde jamás volverán a salir. Parece ser que, en nuestra tierra, y con el actual gobierno socialista, tampoco nos hemos librado de esta clase de recompensas de las que han salido gananciosos algunos señores, de distintas instituciones, cuya carrera ha subido de una manera meteórica, en relación a los de sus compañeros de profesión. Ha habido policías que han subido de grado, jueces que han ascendido de categoría y fiscales que parecen tocados por la mano de Dios.

Sin embargo, ni el Consejo General del Poder Judicial ni otras esferas de la judicatura parece que se hayan sentido involucrados cuando se han producido estos inesperados ascensos; aunque, posiblemente, hayan ocasionado perjuicios a otras personas de la carrera que, quizá, estuvieran más capacitadas para ocupar los cargos que se les han usurpado. No obstante, fuere porque soplan nuevos vientos en la política; porque se avecinan acontecimientos que pueden darle un vuelco a las instituciones del Estado o porque algunos organismos empiezan a sentir vergüenza de sus pasados errores; el caso es, señores, que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, ha admitido a trámite una denuncia de la asociación de juristas Preeminencia del Derecho, dirigida por el abogado José Luis Mazón, “contra las últimas resoluciones de concesión de medallas pensionadas del Ministerio del Interior”, cuando todavía lo dirigía el señor Pérez Rubalcaba. Para los denunciantes, en todas estas concesiones, tanto las condecoraciones con distintivo rojo (que implican una pensión de por vida) como las simplemente honoríficas, de cintas blancas; que se han concedido a jueces, como  Javier Gómez Bermúdez (ascendió a la Audiencia Nacional como resultado de la polémica sentencia sobre el 11M) o Fernando Grande-Marlaska o el fiscal Vicente González Mota, “se vulnera el principio de independencia e imparcialidad de la Justicia y de la Fiscalía”.

Estiman, los denunciantes, que la concesión de estos galardones por Rubalcaba, cuando todavía era ministro de Interior (algunos con pensión económica incluida), da la impresión de que “Rubalcaba condecora a sus jueces favoritos”. Nos preguntamos ¿por qué el señor Pérez Rubalcaba se ha mostrado tan solícito con el  magistrado de la Audiencia Nacional, señor Gómez Bermúdez?, hasta el punto de que ya lo ha condecorados en tres ocasiones, una de ellas con recompensa económica incluida, ¿es normal que, a los jueces, por cumplir con su deber, se les conceda tanto reconocimiento o, es que en todo esto hay gato encerrado? Hay una explicación, podría ser que, el giro de 180º que dio Gómez Bermúdez durante la vista del caso Atocha, cuando empezó dando caña y amenazando a los perjuros, para acabar aceptando las tesis de los fiscales y dictando una sentencia, a todas luces insatisfactoria para todos menos, claro, para el Gobierno; fuera inducido y que, seguramente, de haberse investigado más en temas como: la desaparición de pruebas, la clase de explosivo o quiénes eran los verdaderos organizadores de la masacre, el resultado pudiera haber sido muy distinto.

El último favor que le ha hecho Gómez Bermúdez al señor Rubalcaba, ha sido cuando, sin motivo alguno, e interfiriendo el normal procedimiento reglamentario dentro de la Audiencia Nacional, llevó al Pleno de la Sala de lo Penal la causa presentada por el juez instructor sobre el caso Faisán que acabó devolviéndosela al juez, argumentando que no veían suficientes pruebas para encausar a los imputados. Consiguió matar el caso para que no afectara a la campaña de Rubalcaba. Da lo mismo porque, si no nos equivocamos mucho, acabará perdiendo. O esa es, señores, mi opinión.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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