Pablo Sebastián (Publicado en Republica.com, aquí)
La Puerta del Sol de Madrid, la cuna del movimiento de los “indignados” que ahora se extiende por todo el mundo, se ha vuelto a llenar de miles de ciudadanos que vuelven a pedir a los gobiernos y partidos políticos mayor participación en la vida democrática, políticas sociales contra la crisis y mas control de los poderes económicos y financieros a los que se culpa del origen del problema y se les exige que sean los pagadores de la crisis y no los ciudadanos de a píe. Los que hasta el momento, son los perdedores –en el paro, por la pérdida de sus hogares y sin esperanza de futuro, singularmente para los jóvenes- del difícil momento económico y social que afecta a las economías europeas, y a la española de especial manera, así como al resto de naciones del mundo y a las mas desfavorecidas con gran virulencia.
El movimiento ciudadano español, que parecía estar hibernado, ha vuelto y con fuerza en Madrid y toda España y ayer convocó en las calles de las principales ciudades hispanas a decenas de miles de manifestantes, al ritmo de la convocatoria mundial del 15-O, que ha sido seguida en todo el mundo con manifestaciones similares a las españolas, todas ellas pacíficas con la sola excepción de unos incidentes ocurridos en Roma por culpa de grupos de provocadores que fueron rechazados por los propios indignados.
Pero tanto en España como en el resto del mundo el movimiento indignado no consigue articular una iniciativa política concreta con un programa de acción y una estrategia de participación ciudadana en la vida democrática. Lo que, en el caso español y ante las inminentes elecciones generales del 20-N, constituye una oportunidad perdida a la hora de expresar en las urnas (o de abstenerse, o votar en blanco de manera intencionada) su descontento.
Y esa falta de acción, programa y organización y también de liderazgo es lo esencial que le falta al movimiento de los indignados españoles y de todo el mundo. El que, si bien refleja un creciente sentimiento ciudadano que les da gran parte de razón en sus protestas, luego conduce al desencanto al no ofrecer resultados concretos, dejando así expedito el campo a los partidos políticos y a los dirigentes y gobernantes. Los que siguen sin saber como vencer la crisis ni como reactivar el crecimiento y salir de infernal tobogán en el que nos encontramos inmersos.
Ayer mismo, los ministros de Economía del G-20 se reunieron en París sin que de esa reunión saliera una respuesta firme a los problemas de Europa, que tienen la crisis de Grecia en el punto de mira y convertida en el pilar tambaleante de la eurozona de la UE, y que, de acabar en la quiebra, podría arrastrar a otras naciones como la española. Peor aún, en esa cita donde se habla en voz baja del riesgo de recesión se anunció que esta crisis “global” podría estar afectando a las llamadas potencias emergentes, los llamados “Bric” (Brasil, Rusia, India y China) lo que sería otra pésima noticia.
Ante esta situación los indignados deben hacer algo mas que protestar y en el caso español deberían pronunciarse alto y claro sobre la cita del 20-N, lo que no les será fácil porque se acerca la jornada electoral sin que sepamos que proponen electoralmente las organizaciones y colectivos que integran este espontáneo movimiento que permanece en fase de movilización pero que carece de programa, liderazgo y organización. Las manifestaciones de ayer fueron un éxito de convocatoria y de ilusión pero si no conducen a nada más acabarán por aumentar el desconcierto y la desesperanza que no cesa de invadir al conjunto de la población.