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Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el octubre 16, 2011 por admin6567
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Mateo Alemán, el gran escritor español que vivió desde mediados del siglo XVI a principios del XVII, nos dejó en su obra más conocida, el “Guzmán de Alfarache” una frase que, a mi modesto juicio, no tiene desperdicio: “No hay cosa tan difícil para engañar a un justo, como santidad fingida en un malo”. Es cierto que, en España, en unos momentos de evidente desconcierto y contradictorias opiniones, es muy difícil encontrar lo que los poetas definirían como “un remanso de paz”. Pero si a alguien, especialmente a los que nos consideramos creyentes y profesamos, aunque inmerecidamente, la fe católica, si buscáramos donde encontrar consuelo o un bálsamo para remediar nuestras múltiples atribulaciones, lo más probable es que quisiéramos refugiarnos en la doctrina que nos imparten aquellos que se comprometieron a seguir y enseñar al pueblo la doctrina de Cristo.

Y he de decir que es cierto que, muchas instituciones de la Iglesia, muestran su ejemplaridad en estas circunstancia en que, muchas personas, entre ellas los llamados “pobres vergonzantes”, precisan ser atendidos en sus necesidades más perentorias por instituciones católicas como, por ejemplo, “Cáritas” que, según parece, está haciendo una labor destacada y meritoria en pro de aquellas familias que, como consecuencia de la crisis, se han quedado en la miseria. Pero no todo se puede limitar a las obras caritativas, también es preciso que los ministros de la Iglesia o, el propio clero, den ejemplo de lo que es la caridad cristiana, la separación de lo que es del César y lo que es de Dios y demuestren, a sus feligreses, que dentro del seno del catolicismo no hay lugar para distinciones entre ideologías políticas, sectarismos nacionalistas o prejuicios partidistas.

En ocasiones, noticias que apenas ocupan unos pocos párrafos en la prensa y que suelen pasar inadvertidas entre los grandes temas informativos de tipo político o económico, pueden hacer que nos paremos a reflexionar respecto a si, aquellas instituciones que siempre hemos considerado como ejemplo de ciudadanos y luz de creyentes, no cometen errores, no de doctrina, por supuesto, pero sí de concepto, de oportunidad, de coherencia con sus fines doctrinales y de respeto por la inteligencia de sus feligreses; al prestarse a dejarse llevar por emociones mundanas, como por ejemplo un exacerbado sentimiento nacionalista, o prejuicios contra determinados fieles, basados en meros intereses materiales y adoctrinamientos políticos. Este ha sido el caso de una señora de 75 años de edad, doña Carmen Leal, profesora de literatura española, que, el 12 de octubre pasado, día de la Hispanidad, acudió, como era su costumbre, a la parroquia barcelonesa de Nuest4ra Señora del Pilar a la misa de la virgen homónima, vulgarmente conocida como “misa baturra”. Parece ser que dicha dama acostumbraba a llevar, cada 12 de octubre, fajada al cuerpo, la bandera nacional.

No obstante, en esta ocasión alguien de la parroquia, un hombre, la invitó a abandonar el templo, justificándose en que eran “órdenes del Obispo”. Para que quedasen claras las cosas, el susodicho personaje quiso aclararle  a doña Carmen, que “Yo no le echo a usted, sino a la bandera”. Es evidente que, el sujeto en cuestión, actuó de forma temeraria, abusando de su condición de hombre ante una señora de 75 años que, seguramente, quedo intimidada ante semejante exabrupto; porque a mi se me ocurre que para echar a alguien de una Iglesia por el mero echo de vestir como le parezca, dentro de las normas de la decencia, hace falta algo más que el requerimiento de un cualquiera que, con toda seguridad, ni se identificó convenientemente, ni justificó su autoridad para imponer a un feligrés algo tan grave como es sacar de la casa del Señor a un fiel que ha entrado para orar. Esa es, extractada, la historia de este lamentable suceso sobre el que, a mi se me ocurren varias consideraciones.

Primera: el hecho de que, dentro de los templos, luzcan banderas nacionales de todos los países no es algo infrecuente y, me atrevería a apostar a que, en muchos templos catalanes, con motivo de ciertas fiestas, es posible que se puedan encontrar algunas “senyeras”. Pero es que hay más. Según la Constitución la bandera nacional debe aparecer obligatoriamente en todos los edificios públicos y en lugar preferente; lo que, sin ninguna duda, denota la deferencia, la importancia  y la necesidad de que sea respetada en cualquier lugar del territorio español en el que sea exhibida. El simple hecho de que pueda existir una orden, de cualquier Obispo español, de no permitir que una bandera española pueda entrar en un templo cuando, sin embargo, cualquier persona puede llevar un periódico, un paquete, un libro o cualquier otro artículo; ya demuestra de por sí el grado de servilismo a unas ideas separatistas o nacionalistas extremas, y la intolerancia respecto a cualquier persona que se considere española, además de catalana.

Faltaría ver si lo que, esta señora, hubiera llevado hubiera sido una “señera” ceñida a su cuerpo, el bellaco que la conminó a salir del templo, se hubiera atrevido a decirle lo mismo. Y es que, para vergüenza de los católicos, en España la Iglesia no es ”ecuménica”, no considera a todas las personas iguales ante Dios y, lamentablemente, algunos de sus pastores parecen más preocupados por las cosas de “este mundo” que por limar las asperezas entre unos y otros ciudadanos, cualesquiera que fueran sus ideas políticas y sus orígenes. Aquí, ya desde hace años, hay una Iglesia vasca, cuyo modelo más característico fue el obispo Setién, un personaje que parecía estar más cerca de ETA que de las víctimas de sus asesinatos; iglesia que, en la guerra civil de 1.936, se salvó de ser masacrada, como ocurrió en el resto de España (más de 6.000 sacerdotes torturados y asesinados), gracias a la protección de los separatistas vascos; sin que el conocimiento de las atrocidades cometidas por los milicianos rojos en el resto de la nación, les impidieran continuar apoyando a los republicanos. También hay otra Iglesia catalana, cuya máxima representación está en el monasterio de Montserrat y sus sucesivos abades, que nunca ha disimulado su nacionalismo acérrimo. Precisamente, con el actual cardenal y obispo, monseñor Sistachs, esta particularidad nacionalista parece que se ha incrementado, por lo que nada me extrañaría que hubiera impartido instrucciones para evitar la entrada, en la casa de Dios, de la insignia nacional.

Pero ¿de qué nos extrañamos, qué nos maravilla o sorprende? Si ya ZP les dio manga ancha para que hicieran un Estatut a su medida, comprometiéndose, como luego cumplió, a aprobarlo en los términos que lo presentaran. Si se han consentido referendos en toda Catalunya para consultar a  los ciudadanos si querían o no la independencia o si se ha permitido, con absoluta indemnidad, que se pisoteara en público la enseña nacional y los retratos de SS.MM los Reyes. Cómo vamos a sorprendernos si es el mismo gobierno de la Generalitat el que se ha negado a cumplir las sentencias del TC y del TSJC respecto a la enseñanza en castellano. No vemos que la Iglesia, que tanto se ocupa de evitar la presencia de la bandera en las iglesias, se haya preocupado mucho en recriminar al Gobern que no contribuya con más comedores para los necesitados o recorte los gastos en”embajadas”, para evitar que se hagan recortes en la sanidad pública. Si, cada día, son menos los que asisten a la iglesia; con prácticas como esta a la que nos hemos referido, es posible que pronto tengan que colgar el letrero de “cerrado por falta de fieles”. O esta es la opinión que, con todo el respeto, tengo yo al respecto.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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