Matthew.Prior (1.664–1.721) poeta y diplomático inglés del tiempo de la restauración, nos legó una obra “Alma o el progreso de la mente”, en la que se hacía la siguiente consideración: “Es cosa notable que los que más hablan son los que menos tienen que decir” una aseveración que, sin duda, nos vendría como anillo al dedo si tuviéramos que enjuiciar esta farsa psicodélica que unos presuntos “mediadores”, escogidos de la “élite” internacional –algunos de ellos, como el señor Terry Adams, con grandes concomitancias con los terroristas de ETA ( ayudó a escabullirse de la justicia a De Juana Chaos), por sus propias experiencias en cuanto a practicar este sistema tan “democrático” de intentar conseguir por la fuerza lo que no se es capaz de alcanzar en las urnas – de los que ya hemos hablado en otros comentarios; pero que, una vez conocidos los resultados de esta reunión de S.Sebastián, presuntamente “por la paz”, con gran despliegue de medios y toda la parafernalia que ha sido capaz de mover la izquierda abertzale, para promocionar un acontecimiento que, en el fondo, solo pretendía intentar una justificación de los métodos violentos de una pandilla de terroristas; se pudiera convertir en un conciliábulo de insensatos, a ojos de Europa y del mundo, y en una plataforma de apoyo al independentismo vasco, como si aquí se tratara de una disputa territorial entre dos naciones soberanas.
En primer lugar, pues, estos señores le han marcado al condescendiente y “colaboracionista” gobierno, en vías de desaparición, del señor Zapatero, un órdago que ha consistido en colocar el conflicto vasco, otra vez (ya en la primera legislatura de Zapatero, Brian Currin, uno de los asistentes a la reunión de S.Sebastián, fue uno de los que intervino en aquel fracasado intento de mediación internacional para “el proceso de paz” en Euskadi) en el ámbito internacional, con la intención de obligar a España a defenderse ante las estancias europeas de algo que no ha sido ni es más que la lucha de las fuerzas del orden españolas contra una banda de asesinos, que se han cobrado casi mil víctimas entre personas inocentes. Al mismo tiempo que se amparan en pedirle a ETA el “cese definitivo de la actividad armada”, añaden, sibilinamente, la conveniencia de solicitar un “diálogo” con España y Francia para tratar “exclusivamente” de las consecuencias del conflicto. Y, ¿cuáles se presume que serán las consecuencias del conflicto? Para cualquier persona bien nacida no pueden ser otras que: la aplicación estricta de la ley a los que han delinquido; que paguen sus crímenes de acuerdo con lo dispuesto en nuestro Código Penal; que pidan perdón e indemnicen a las víctimas de sus tropelías y, por supuesto, que se proceda a la disolución de la banda.
Mucho nos tememos, sin embargo, que las intenciones de estos aparentes pacificadores, comprendan, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, aparte de medidas de clemencia, como las que nuestro ministro de Justicia parece insinuar que pueden otorgarse, otras que, como jubilaciones, cargos políticos, ayudas económicas y, como se recoge en las conclusiones: “otras cuestiones que pueden ayudar a la paz duradera”, una frase ad hoc que puede comprender concesiones de tipo político y exigencias de carácter separatistas ( dos mesas: militar y política), como el autogobierno. Y no es de extrañar que muchos sintamos miedo cuando, como quien no quiere la cosa, proponen “una consulta ciudadana”, me imagino que similar a las votaciones celebradas en Catalunya sobre la autodeterminación de la autonomía; sólo que, en esta ocasión, con el consentimiento del Gobierno de la nación, lo que supondría la aceptación de que una votación de tipo independentista, votada por una mayoría del pueblo vasco, podría suponer su independencia de España. Claro que, ellos mismos, se han ofrecido para ayudar y contribuir con su “experiencia” a limar asperezas entre las partes, eso sí, poniendo al mismo nivel a los representantes del orden ya a los criminales, que todavía se permiten poner condiciones para vender su renuncia a las armas.
Estos señores, no han tenido objeción alguna en calificar la lucha del Gobierno contra ETA como una “confrontación armada” y piden a ambas partes “pasos profundos” para “avanzar en la reconciliación, reconocer, compensar y asistir a todas las víctimas”. ¿De qué víctimas nos hablan?, ¿acaso, como parece ser la teoría de Bildu y sus patrocinadores los de Batasuna, ponen en el mismo plano a las víctimas de la insania etarra con los familiares de aquellos que voluntariamente, sanguinariamente, inmesericordemente, han eliminado, de forma traicionera, a inocentes víctimas, entre ellas, a muchos niños, que no habían incurrido en otra falta que el estar en un lugar inapropiado en un momento determinado? Y, ante semejante desprecio por la justicia, uno se hace la reflexión que, por desgracia, cada día, se convierte en algo endémico, sobre, ¿qué clase de justicia tenemos en España?, ¿qué tipo de jueces y magistrados se ocupan de impartirla?, ¿qué partidos políticos nos gobiernan? Y ¿qué clase de Estado de Derecho es este que hace distinciones entre criminales comunes, a los que se les castiga de acuerdo con los delitos cometidos y entre terroristas, matones que se alegran de sus acciones criminales y fanáticos que no dudan en masacrar, como en el caso de Hipercor, de acabar con la vida de decenas de personas, sin inmutarse?
Pero, señores, para asombro de las personas decentes; hemos tenido que escuchar en los medios de comunicación oficiales y aquellos que le bailan el agua al partido socialista, que esta reunión de San Sebastián no hace más que constatar la “victoria de los demócratas sobre ETA” . Nos preguntamos, ante formas de pensar de este calado, si los que así piensan se han planteado, si opinarían lo mismo, si a un familiar suyo lo hubiera masacrado alguno de los asesinos de ETA. Resulta muy llamativo que haya familias de republicanos que todavía claman venganza contra el general Franco y los “nacionales”, por las muertes de sus familiares en la Guerra Civil –de la que ya han transcurrido más de 70 años, lo que supone que muchos de los que lo reclaman ya son nietos o bisnietos de aquellas víctimas – y, al mismo tiempo, es muy probables que, estas mismas personas, ahora sean las que les pidan a las víctimas de ETA que renuncien a su derecho de reclamar Justicia; en aras de una supuesta paz a costa de que, quienes mataron impunemente, se salgan de rositas y, todavía, los tengan que ver ocupando cargos políticos en sus mismas demarcaciones.
En su comunicado, los mediadores de San Sebastián, por medio de su portavoz, el ex ministro irlandés, Bertie Ahern, habla de terminar con 50 años de violencia y alcanzar una paz “justa y duradera”. Nos imaginamos que, para este individuo, el ceder a las peticiones de ETA, darle una dimensión política a sus reivindicaciones, esquivar la acción de la Justicia y, por si faltara algo, pedir trabajo y jubilaciones, es algo “justo”. Porque, señores, volvemos al meollo de la cuestión, a lo que constituyó el leimotive de las petición, en su primera legislatura, de autorización de Rodríguez Zapatero al Parlamento, para hablar con ETA; fue, precisamente, que no se tratarían de temas políticos y que sólo se limitaran a estudiar las fórmulas para que ETA dejara las armas y se entregara a la Justicia. Hoy, la banda ha conseguido lo que quería, respaldo a sus teorías, posible negociación política, igualar a verdugos y víctimas, y darle una inyección a BILDU con relación a sus posibilidades de victoria en los próximos comicios. Derrota de España, señores, por 3 a 0. Un mal precedente si es que, los políticos, como podría ser, caen en la trampa. O esta es, señores, mi opinión.
Miguel Massanet Bosch