Hace ya mucho tiempo que las monarquías, en todos los países modernos, están de capa caída. Las monarquías absolutistas de tiempos atrás han sido sustituidas, en el mejor de los casos, por las monarquías parlamentarias y, en la mayoría de los países donde esta institución todavía perdura, se la mantiene como se podría conservar una palacio, una estatua o un paisaje, como un medio de atraer al turismo o de contentar a aquellos que siguen encantados de poder cotillear con los dimes y diretes de la corte y de los descendientes de aquellos que, una vez, brillaron con luz propia por sus éxitos con las armas, sus mecenazgos con los conquistadores y descubridores o sus hazañas en el campo de batalla.
Por todo ello, no nos debería extrañar que, cada día que pasa, y más aún cuando el país lleva ya cuatro años de crisis intensa y las perspectivas no son precisamente muy halagüeñas, si es que queremos hacer caso de las noticias que, estos días, nos llegan de Europa y nos atenemos a los resultados de un gobierno socialista, encabezado por el señor Rodríguez Zapatero que, según nos informan los entendidos, ha sido capaz de hundirnos en la bancarrota, dejando hipotecado el ,país por, al menos, un periodo de diez años, a causa de la incontinencia en el gasto y los despilfarros en los que ha incurrido durante el tiempo que lleva al frente del Gobierno. Los gobiernos sucesivos van a tener que cumplir con sus obligaciones de apechugar con las amortizaciones de la deuda a largo plazo emitida por nuestro Banco de España, que va a gravar a nuestros hijos y nietos, sea cual sea el éxito de la gestión de nuestros gobernantes en los años futuros; el talante de los españoles se haya agriado, se observe con un sentido más crítico a aquellos que parece que no notan los efectos de la recesión y que, salvo en intentar guardar las apariencias, no soportan sus vidas los recortes con los que tiene que apechugar el españolito de a pie.
Es muy bonito e, incluso, resulta espectacular y brillante todo el boato y la parafernalia de las ceremonias presididas por el Rey; no hay duda de que resulta un atractivo para turistas y un gancho para toda aquella parte de la ciudadanía, especialmente femenina, que gozan siguiendo la vida particular, las aventuras, los viajes y los vestidos de los miembros de la realeza. Pero, señores, cuando hay que apretarse el cinturón ya no resulta tan divertido ver como hay personas, que no difieren de los otros ciudadanos más que por la circunstancia de haber nacido en cuna de oro, que no varían sus costumbres, que siguen viajando, que se toman unas espléndidas vacaciones y que continúan manteniendo un tren de vida por encima del de la mayoría de los ciudadanos y, todo ello, financiado con nuestros impuestos. No hay duda de que, cuando el país tiene un desempleo que se acerca a los 5 millones de parados; cuando se calcula que ya hay más de un millón de familias que no perciben ninguna ayuda pública y siguen sin trabajo o cuando se congelan las pensiones o se reducen los salarios a los funcionarios; cuesta el poder entender que haya quienes, con unas cuantas sonrisas y unos pocos saludos a sus “súbditos”, crean que pueden justificar que se los mantenga en lo alto de la pirámide del poder.
Lo cierto es que has sido más que evidente el “buen entendimiento” del Rey con el señor Rodríguez Zapatero. Parece imposible que viendo como se gobernaba España, como se promulgaban leyes contra la vida de los inocentes y observando la progresiva desintegración del país, nunca, repito, nunca, el Rey haya intentado con un gesto hacia la galería, una opinión, o una advertencia hacia el Ejecutivo, declarar sus desagrado hacia lo que se estaba haciendo con España y con los españoles. Ya sabemos que el monarca no gobierna y sólo reina; pero, aparte de las misiones que a cada institución le competen por mandato de la Constitución, existen personas que son libres y que tienen el deber de velar por el bienestar de los ciudadanos, incluso por encima de su propio bienestar o conveniencia. El rey Balduino de Bélgica demostró su falta de acuerdo con una ley de 1990 en la que se ampliaban (como ha ocurrido en España) los supuestos legales del aborto, negándose a sancionarla y, como no tenía otro medio de hacerlo, renunció por unos días a la corona para no verse obligado a actuar en contra de su coincidencia. En España no ha ocurrido lo mismo y, una tras otra, las leyes que el ejecutivo del PSOE ha ido promulgando han sido sancionadas por el Rey sin que, al parecer, le causara la más mínima incomodidad.
Ahora, al final de la legislatura de Zapatero, una encuesta del CIS parece que empieza a poner en cuarentena el hecho de que la monarquía en España tenía vida para largo. Por primera vez la percepción del pueblo con respecto a esta institución parece que se ha deteriorado y ha recibido un sonado suspenso, situándose en las preferencias de los españoles por detrás del Ejército. Es posible que, a ello, haya contribuido de una forma determinante la visión que, muchos que somos de derechas, tenemos a cerca del comportamiento de la monarquía durante las pasadas legislaturas; el efecto del matrimonio morganático del príncipe con una señora que, aparte de ocuparse demasiado del estilismo y de las apariencias, se corren las voces de que es quien, en realidad, dirige al príncipe y le busca sus amigos, algunos de los cuales no parece que estén muy de acuerdo con su condición de persona de la casa Real. Ya no estamos en tiempos de que el Príncipe se refiera a su esposa, por muy protocolario que sea, como “la Princesa”, suena a algo demodé, obsoleto y demasiado protocolario; como si quisieran recordarnos que son de una especial “pasta” distinta de la del resto de mortales.
A muchos, nos hubiera gustado ver algún gesto de SM. respecto al trato que se le ha venido dando a la Iglesia católica; a la entrada a saco de los socialistas en todas las instituciones; a la modificación de la ley del aborto; al deterioro manifiesto de la Justicia y de los encargados de impartirla, en lo que se han visto señales inequívocas de politización; en el tema de la división de hecho de España en un intento de romper su unidad; como ha ocurrido con el famoso Estatut catalán, una herramienta para favorecer las aspiraciones independentista de los catalanes, más recientemente con el vergonzoso trato dispensado a los prisioneros etarras y la evidente ignominia que se viene cometiendo con los familiares de los 857 asesinados por los terroristas de ETA. Demasiados silencios, demasiado conservadurismo y demasiada pasividad, para lo que es un monarca que, aparte de ser el Jefe Supremo del Ejército, sigue siendo una persona con criterio propio y con facultad de opinar.
Creo, firmemente, que las naciones deben tener dirigentes que “se mojen”, que se ganen el puesto para el que se los ha escogido y que, dejando aparte intereses personales, consideraciones de índole familiar y prejuicios de casta, se entreguen en cuerpo y alma al servicio de la nación, actuando según convenga a los intereses del pueblo y sacrificando lo privado y familiar a favorecer los intereses del Estado, aunque ello pueda suponer el tener que enfrentarse al establishment. Aunque no sea más que para demostrar, a sus súbditos, que tiene criterio propio y que se preocupa por el bienestar de ellos. Si no lo consíguele queda la satisfacción de haber cumplido con su deber ¡que ya es mucho! Claro que esto, señores, no son más que elucubraciones de un jubilado.
Miguel Massanet Bosch