¿Han vuelto los jóvenes de hoy al romanticismo?
“Las mujeres nunca son más fuertes que cuando se arman de su propia debilidad”, esta frase, que hoy en día merecería la más severa repulsa del colectivo feminista, considerándola como la quinta esencia del machismo más reprobable, sin embargo, fue dicha por una mujer, Madame Du Deffand (1697-1780), que fue una mujer de letras francesas que acabó separándose de su marido, al que no había conseguido amar, para poder llevar una vida más libre. Este espíritu de independencia, esta forma de rebelarse contra las normas sociales no le impidió tener una idea clara de que la verdadera fortaleza de las mujeres, la que les ha servido para manejar a su antojo a los hombres durante siglos, ha sido su astucia, su utilización de las sutilezas y su innata habilidad para utilizar sus encantos físicos o sus recursos intelectuales, o sea su feminidad, para convertirse en quienes más han influido en la Historia de la humanidad, desde que la casquivana Helena de Troya puso en tan graves aprietos al infeliz de Paris.
Y es que, a pesar de los intentos repetidos llevados a cabo por este poderoso lobby de las feministas, de la gran influencia que las reivindicaciones de las mujeres han conseguido tener en los máximos organismos de las naciones, empezando por la propia ONU, y de la fortaleza que les ha otorgado la legislación de la mayoría de países, en los que, no sólo se les ha equiparado en derechos y obligaciones con sus presuntos “enemigos” los hombres, sino que, en muchas ocasiones, han conseguido que se promulgaran disposiciones en las que, aparte de implantar la igualdad numéricas para ocupar cargos públicos, se les concedía un plus de ventaja sobre el sexo opuesto, por el que, el mero hecho de ser mujer, constituye un mérito más para ocupar un puesto determinado en el supuesto de igualdad de cualidades y conocimientos con el competidor masculino, incluso cuando no llegan a tenerlas.
Sin embargo, para regocijo de quienes añoramos aquellas virtudes de las supuestas “esclavas de la familia”, parece que no todo se ha perdido en estaba batalla de sexos y que, a pesar de que la “madre de las batallas” entre sexos, ha sido ganada estrepitosamente por el sexo femenino, parece ser que, no obstante, todavía quedan núcleos, reductos, o guerrillas que se manifiestan en un colectivo donde menos se pudiera pensar que se darían. Se trata de nuestra juventud, de estos chicos y chicas que ya han nacido en un mundo donde las desigualdades que, en tiempos pretéritos, establecían murallas insalvables para las mujeres, en cuanto al acceso a los estudios superiores o se les impedía concurrir con los hombres en determinados sectores laborales o se les vetaba ejercer profesiones concretas por considerarlas poco aptas para ellas. Es obvio que, hoy en día, ya no se plantean entre chicos y chicas los viejos tabúes, ya no existe el ancestral contencioso sobre las libertades de las mujeres o su pretendida discriminación respecto a los hombres y, no obstante, vean ustedes que, el tradicional rol de las relaciones hombre–mujer, parece ser que no ha sufrido variaciones esenciales respecto al que ha venido rigiendo desde los albores de la humanidad.
En efecto un estudio, elaborado por la Federación de Mujeres Progresistas, un grupo nada sospechoso de estar influenciado por el “machismo masculino”, que se presentó el jueves pasado con motivo de la conmemoración del Día Internacional por la Erradicación de la Violencia de Género; parece que ha llegado a conclusiones evidentemente sorprendentes, si tenemos en cuenta que se valoran, por jóvenes de ambos sexos, lo que unos y otras piensan acerca de cómo deben ser sus respectivos roles en sus mutuas relaciones. Resulta ser que un 80% de los jóvenes de entre 14 y 18 años piensan que, en una relación de pareja, la chica “debe complacer” al chico quien, a la vez, “debe protegerla”. Según la presidenta de la FMP, la señora directora del estudio, Eva López Reush, se ha basado en la recogida de 1.396 encuestas entre chicos de 14 a 18 años que estudian secundaria en Madrid y Burgos. Según se desprende del estudio “se siguen reproduciendo estereotipos de género tradicionales”. Cuando han respondido respecto a los rasgos que describen a los chicos y a las chicas, nos encontramos con la sorpresa de que consideran a los chicos “valientes y agresivos” y a ellas “tiernas y comprensivas”. ¿Son estos jóvenes los de las nuevas generaciones del Siglo XXI o debemos remontarnos a la juventud de los años 45, del siglo pasado, para encontrar ideas de un romanticismo parecido? Quizá nos lo confirme una parte del estudio donde se constata que, ellas mismas, son las que se ven limitadas para desempeñar en el futuro una serie de profesiones que consideran más propias de hombres y, dentro del sector masculino, encontramos el mismo rechazo para desempeñar trabajos como el magisterio infantil o la peluquería. ¡No hay nada nuevo bajo el sol!
Para este grupo feminista, le resulta difícil sacar conclusiones de este sorprendente resultado que, sin duda, es capaz de poner de los nervios a todas estas organizaciones feministas que llevan siglos intentando masculinizar a las mujeres, para que pierdan esta adorable aura de feminidad, coquetería, dulzura y aparente fragilidad, que tanto nos atrae a los hombres. Para el FMP resulta que las chicas viven una “falsa apariencia de igualdad” porque, en su opinión “consideran que porque puedan beber alcohol en la misma medida, puedan mantener relaciones sexuales entre ellos sin que existan las limitaciones que había en otra época, o porque puedan acudir a los mismo espacios y lugares” viven en igualdad. ¡Claro que, para estas fanáticas del feminismo, el hecho de que las chicas echen de menos, una vez conseguidas las metas de la igualdad de derechos y obligaciones, lo que podríamos definir como “el eterno juego del amor”, no de lo que ahora muchos entiende por ello, que se limita a fornicar por fornicar, despreciando aquellas etapas maravillosas en las que el hombre debía, como hacen muchos animales, ajustarse, en lo que era la conquista de la mujer, a una serie de requisitos, si queremos denominarlo así, que iban marcando etapas en las que debía intentar seducir a la mujer y ella, a su vez, atemperar la fogosidad y marcar los tiempos hasta que llegaba la mutua entrega.
¿Una costumbre cursi?, ¿una pérdida de tiempo? Puede que, a algunos, les parezca así y prefieren irse a una discoteca para gozar del sexo tirados en el suelo, mientras un público abúlico los mira indiferente, como si aquel espectáculo fuera lo más natural del mundo. Lo que ocurre es que, como sucede tan a menudo e, independientemente de las consecuencias de una práctica tan soez pudieran tener para sus protagonistas, esto de “aquí te pillo y aquí te cojo” siempre suele ser una relación efímera, una práctica que no genera amor ( me refiero al verdadero) y el recuerdo que queda, en los que practican este método, no puede rivalizar con la conquista tradicional, tanto en el aspecto de autosatisfacción por la consecución del bien buscado como por el gozo físico de saborear, a través de la consolidación legal de la relación, el premio conseguido.
Luego nos sorprenderemos de que, estas uniones de hecho; estos matrimonios, basados exclusivamente en la sexualidad o estas parejas que piensan que nunca se les acabará la pasión; cuando se dan cuenta de que son incompatibles, se separan, sin tener en cuenta el mal que pueden causar a aquellos seres inocentes fruto de su irresponsabilidad. O esta, señores, es mi opinión al respecto.
Miguel Massanet Bosch