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Hugo Chávez, y sus mascaradas (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el diciembre 9, 2011 por admin6567
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Epicarmo de Siracusa (550 a.C.-460 a.C.), filósofo presocrático y comediógrafo, en una de sus numerosas obras trató de la charlatanería cuando, al referirse a uno de sus personajes, dejó escrito: “Era inepto para hablar y no podía estar callado”. En España, que solemos ir directamente al grano y no nos andamos con tantas florituras, cuando una persona habla sin ton ni son y con fanfarronería nos contentamos con decir  que “habla a bocanadas” o  “habla a tontas y a locas”. En cualquier caso, cualquiera de estas atinadas expresiones le cuadraría, como traje a medida, al señor Hugo Chávez de Venezuela, al que parece que la experiencia de sus frecuentes meteduras de pata y los desatinos que lleva cometidos desde que subió al poder en su país –pretendidamente con la intención de erradicar la pobreza de su población pero, en realidad, para convertirse en inquilino no deseado, pero aferrado con fuerza a su sillón presidencial, de aquella rica y hermosa nación – parece no haberle servido para entrar en razón y controlar una lengua que, evidentemente, no sabe contenerse, como ya ocurrió en la ocasión en la que SM el Rey le tuvo que decir que se callara.

Y es que, estas amistades del señor Rodríguez Zapatero en nuestras antiguas colonias, parece como si, todavía, quisieran castigar a los españoles por haberles llevado la cultura europea, la religión católica y toda la civilización que, con todas sus carencias, existía en el viejo continente. No pretendemos decir que no hubo excesos, que no se cometieron crímenes y que no existieron violaciones y aplicaciones de torturas, llevadas a cabo por algunos de aquellos personajes que tuvieron su momento de gloria en aquel descubrimiento; pero, situándonos en aquella época, teniendo en cuenta que las gentes que se embarcaron en las carabelas, para atreverse a cruzar unos mares que eran desconocidos para  todos, dispuestos a sucumbir en el empeño, no se les podía pedir mucho más que el valor y el saber manejar las velas de sus naves. En todo caso, no se puede decir que, los libertadores de América, tuvieran mejor comportamiento con los indígenas ni supieran conducir a sus respectivos pueblos a una situación mejor y más próspera, como ha quedado demostrado, a través de los siglos, por las actuaciones de los distintos dictadores que se han ido sucediendo en el poder de los distintos países hispano-americanos en los que quedaron divididas nuestras colonias.

Lo más lamentable de esta especie de maldición que se lleva ensañando con los pueblos de estas naciones que, un día, fueron parte de nuestra patria ultramarina, ha sido que, aquellos revolucionarios que pretendieron recoger la antorcha de la libertad, luchando por librar a los suyos de las tiranías de sus gobernantes; cuando consiguieron hacerse con el poder, llegaron a asumir el gobierno de sus países y pudieron llevar a cabo las medidas precisas para mejorar la situación de sus conciudadanos, en lugar de hacerlo lo único a lo que, de verdad, se dedicaron fue a hacerse fuertes en el poder, cargar a las instituciones que pudieran hacerles sombra e implantar una nueva clase de dictadura que, a los efectos prácticos, en nada diferían de las de los antiguos gobiernos de aquellos “odiosos” dictadores de la burguesía. El señor Hugo Chávez no es nada más un ejemplo, junto a Fidel Castro de Cuba o el señor Evo Morales de Bolivia; de esta nueva casta de dirigentes, que se incluyen entre los filocomunistas estalinistas que se han hecho cargo de la mayoría de los países del llamado Cono Sur americano; que han iniciado, en sus países, la reconstrucción del comunismo europeo, felizmente desalojado del poder, desde el acontecimiento del derribo del Muro de Berlín, para intentar trasladarlo a Suramérica pero sin que, previamente, se hubiera hecho una revisión a fondo de aquel comunismo bolchevique y de las causas que lo condujeron al desastre.

El señor Hugo Chávez, como ya es habitual en él, ha pretendido adelantarse a los acontecimientos; ha querido dar la primera pincelada discordante en lo que han sido los amistosos contactos de la mayoría de naciones europeas y de los propios EE.UU. de América, acompañados del Canadá, con el ganador de las elecciones, por abrumadora mayoría, el señor Rajoy; y ha cometido la primera grave descortesía ante el futuro presidente de la nación española que, aunque en momentos de depresión económica, todavía le quedan los arrestos precisos para contestar al bocazas venezolano cuando se sale de la raya. Resulta poco menos que una absurda contradicción  el decir que “Nosotros no nos metemos en las cosas internas de España y esperamos que el nuevo gobierno de España no se meta en las cosas internas de Venezuela” ¿Qué es lo que ha querido decir con este exabrupto el señor Chávez?  Porque, a continuación, el que sí se mete en camisas de once varas es usted, cuando dice tener “preocupación” por “España como pueblo”, indicando el deber que tiene el nuevo gobierno de “entender lo que está pasando”. Pues, don Hugo, mucho nos tememos que el que no tiene ni pajolera idea de lo que está sucediendo en España es usted, porque si lo supiera, se enteraría de que lo que ha hecho el pueblo español, de una forma mayoritaria, ha sido “entender” que el régimen socialista, del que usted parece que estaba tan encantado, debía abandonar deprisa el poder para irse a espigar cebollinos allí donde le plujiere.

El que el señor Hugo Chávez, presidente de Venezuela, diga que se va a mantener “a la expectativa” de los pasos que vaya a dar el señor Rajoy y pretenda aleccionarle de lo que nos conviene o no a los españoles, no deja de ser una más de las majaderías de semejante sujeto que parece que se cree que, en España, tiene el mismo poder que en Venezuela y se olvida de que lo que él pueda pensar y hacer nos importa menos que un rábano. El tono de chantaje de sus palabras, referidas a las industrias españolas que están ubicadas en Venezuela, aparte de fuera de lugar, de inoportuno y de demostrar, una vez más, la clase de individuo de que se trata; no hacen más que confirmar la poca seguridad jurídica de que disponen aquellas compañías españolas que decidieron invertir en aquel territorio. Como ya ocurrió con las compañías norteamericanas que trabajaban en aquel país, las que aportaron la tecnología necesaria para poder explotar las inmensa riquezas naturales del país venezolano; las compañías españolas deberán saber a lo que se exponen al haberse afincado e invertido en una nación en manos de un dictador, en la que la ley es la del más fuerte, expuestas a que, en cualquier momento, decida expropiarlas o simplemente incautarse de ellas, bajo el pretexto de que “así conviene a los intereses de Venezuela”.

No señor Chávez, no piense que el gobierno del señor Rajoy y del PP va a ser tan complaciente con sus salidas de tono; porque si hay algo que corra más prisa, en cuanto a nuestras relaciones exteriores, es que el nuevo ministro de Exteriores, con toda la “cordialidad” que sea precisa, ponga en su sitio a Marruecos y a los demás países en los que el señor ZP confió. España debe recobrar su influencia en Europa, debe mantener buenas relaciones con EE.UU., Canadá y si me apuran, con  la república China; debe enseñarles a los piratas de Somalia que “quien la hace la paga” y, por supuesto, debe mantener buenas relaciones con Israel, pese a los intentos de los progresistas de demonizarlo. Usted y sus amigos dictadores de América, sin duda, no van a dictarnos nuestra política ni a ejercer la más mínima influencia en el nuevo gobierno del PP. Faltaría más. O este es, señores, mi punto de vista al respecto del señor Chávez.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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