El fallo garrafal es que el Gobierno haya permitido que la CEOE y los Sindicatos hayan estado dos años discutiendo sin ponerse de acuerdo
A nuestros sindicatos les ocurre algo parecido a lo que les sucede a muchos países del Islam, al menos aquellos en los que predomina el islamismo radical y excluyente, que se han quedado anclados en otros tiempos, que no han sabido adaptarse a la modernidad y que han preferido obcecarse en sus viejos ritos y rutinas, de tal modo que, como les ocurre a la secta de los Amis, en los EE.UU, que consideran que todo adelanto, toda innovación o todo progreso no hace más que contribuir a que el mundo sea peor, traiga más miseria y vulnere las reglas del juego. Claro que, en caso de los Amis, se trata de lo que ellos interpretan como contravención de la Biblia y, en el de los Sindicatos, el motivo de su rechazo se basa en motivos menos excelsos y más materialistas, que se podrían resumir en la idea de que, lo principal que un obrero debe tener en mente es conseguir esquilmar a su patrono quien, a su criterio, ¡naturalmente! no tiene otra obsesión que explotarlo hasta exprimirle la última gota de su sangre.
Así nos encontramos con que, los islamistas, se han empeñado en borrar de la faz de la tierra a cualquiera que no comulgue con sus ideas religiosas y los sindicatos españoles, todavía anclados en el siglo XIX, fijan todas sus aspiraciones en conseguir hacer desaparecer de la faz de la tierra al capitalismo, origen y causa, según ellos, de todas las desgracias que les ocurren a la clase trabajadora. Claro que, esta forma de valorar a los empresarios, el rendimiento, la competitividad, el esfuerzo y la eficiencia, para estos representantes del Neandertal sindicalista, no son más que trucos del diablo para acogotar a “la masa obrera”. Lo que parece que no cuenta para ellos es el progreso, los avances técnicos, los descubrimientos en medicina, los avances en comunicaciones y la información universal conseguida a través de las redes sociales que permiten conocer, al instante, lo que sucede en cualquier parte de la Tierra. Da lo mismo, son gente de ideas fijas incapaces de ver más allá de sus propios prejuicios, de sus obsoletas concepciones de lo que es, hoy en día, el trabajo y de las mejoras que la técnica, la inventiva y el talento han traído a la humanidad que, de retruque, han contribuido en gran manera a que aquellos trabajos que, anteriormente, se realizaban en condiciones infrahumanas hayan dado paso a nuevas técnicas que los han simplificado y humanizado.
En el caso de los sindicatos españoles, deberemos añadir un nuevo factor que todavía los hace más peligrosos para la nación. En efecto, se han acostumbrado a que sea el Estado el que los subvencione y no, como ocurre en otros países, los obreros afiliados a cada uno de ellos, por medio de sus cuotas. Esta práctica revela dos graves errores que, por supuesto, hemos estado pagando los españoles durante las dos legislaturas en las que el PSOE ha estado en el poder. Por una parte, los dirigentes sindicales han estado comprados por el gobierno de turno, que ha sabido tenerlos callados, a base de aportaciones dinerarias, aunque el país haya alcanzado la cifra insoportable de cinco millones de parados y, por otra, el Gobierno se haya visto constreñido, por la presión sindical, cuando ha tenido necesidad de ello( para contentar las exigencias de la UE) ha evitar acometer una reforma laboral a fondo, de modo que determinadas costumbres, vicios, incongruencias y ciertos beneficios, irrenunciables para los sindicatos, y otros tabúes de orden ideológico; hayan primado en nuestros principales Sindicatos sobre los intereses del país y de los españoles. Su oposición y las amenazas o chantajes a que, el gobierno del señor ZP acometiera, con la necesaria profundidad y eficacia, la reforma laboral que debió llevar ha cabo, han sido, en una parte esencial, la causa de que España se encuentre, actualmente, en la difícil situación en la que el gobierno anterior nos ha situado.
El fallo garrafal es que el Gobierno haya permitido que la CEOE y los Sindicatos hayan estado dos años discutiendo sin ponerse de acuerdo, permitiendo que este tiempo pesase sobre todo el panorama laboral español como una pesada losa, que ha mantenido a las empresas aherrojadas a un sistema laboral arcaico y en desuso en todo el resto de naciones europeas. Y no culpo solamente a los sindicatos, porque también tiene su parte de culpa la patronal que ha estado interesada, no sabemos por que motivos, en que algunos temas no se tocasen a fondo por miedo a sufrir la reacción de los Sindicatos, en forma de paros y huelgas generalizados. Fuere por lo que fuere, no parece que, a pesar de la severa advertencia del señor Rajoy (les ha dado de plazo hasta el 6 de enero), los sindicatos y la patronal hayan conseguido ponerse de acuerdo, básicamente, en lo que respeta a los tipos de contratos laborales y en la negociación colectiva. En otros temas pudiera alcanzarse algún tipo de pacto, como es el caso del tema de las mutuas; el absentismo laboral y el establecimiento del arbitraje frente a la resolución judicial de conflictos.
No sé cuales serán los planes de los dos sindicatos mayoritarios del país, la UGT y CC.OO; es posible que quieran congraciarse con los trabajadores, para que olviden su pasividad ante el paro que afecta a 5 millones de personas y amenaza con seguir aumentando; intentando convertir al país en un caos. Es posible que crean que, como con el gobierno del PSOE, puedan sacar jugo de sus amenazas de huelgas generales y de paros en las empresas y, también puede ser, que pretendan intimidar al nuevo Ejecutivo negándose a admitir la más mínima modificación en la legislación laboral, so pretexto de que se les restan derechos a los trabajadores y de que se atenta contra el socorrido “estado del bienestar”. Es probable, sin embargo, que un pueblo que ha votado masivamente por el cambio; consciente de que estamos en una situación límite y que ha sido testigo involuntario de la forma en la que, el anterior gobierno, ha fracasado en su labor de gobierno y de los resultados nefastos de una política de apaciguamiento y compra de unos sindicatos que se han mostrado venales y poco dispuestos a enfrentarse con él; no sea tan fácil de arrastrar a acciones mayoritarias de protesta, que puedan poner todavía en mayor peligro la, ya de por si peliaguda tarea, de intentar remontar el bache económico, financiero y social en el que nos encontramos.
Confiamos en que la firmeza que ha venido anunciando el nuevo presidente del gobierno, señor M. Rajoy, y del nuevo equipo de gobierno que se ha procurado, sean la garantía de que no se van a dejar intimidar por las dos clases de amenazas a las que probablemente se van a tener que enfrentar. Por un lado, con las bravatas y amenazas sindicales y, por el otro, con los intentos de los partidos nacionalistas, acostumbrados a llevar la batuta en el anterior gobierno, que van a seguir intentando, aumentando sus intentos de ir sangrando al Estado para continuar avanzando en sus intentos secesionistas. Nos parece muy bien que, en una primera etapa, se intente negociar con quien haga falta, siempre que se trate de conseguir acuerdos concretos que favorezcan a España y no se trate de trampas o pretensiones de ir ganando tiempo para sacar ventajas sobre el resto de autonomías. Pero ¡cuidado! No vaya a ocurrir que retrasemos, ni un minuto, el programa de recuperación que ponga en marcha el nuevo Ejecutivo, a causa de recursos dilatorios o aplazamientos injustificados, motivados por intentos de desestabilización o de promover el caos a cargo de grupos interesados en que los objetivos del Gobierno fracasen. O así es, señores, como valoro la situación.
Miguel Massanet Bosch