Bien, señores, hemos comenzado un nuevo año y no se puede decir que no lo haya hecho con todos los ingredientes que han constituido el pan de cada día de la precedente legislatura, salvo en algo esencial para España, hemos acabado con el gobierno del PSOE y de sus cómplices los nacionalistas y hemos transferido el bastón de mando al señor Rajoy del PP. ¿Habrá sido esta una buena idea de la que podamos alegrarnos al final de la legislatura? O, por el contrario, ¿acabará incurriendo de nuevo en errores de cálculo, previsiones erróneas o consejos interesados en los que cayeron sus antecesores? Es evidente que todavía es pronto para saberlo y que deberemos dejar transcurrir un tiempo prudencial antes de emitir un juicio meditado sobre los pros y los contra del gobierno del PP, que se está iniciando estos días. No nos debemos alarmar por las andanadas de la oposición o por las opiniones de los habituales “enterados” que siempre, en sus tertulias de los cafés o de los medios de comunicación, tienen el remedio necesario para salvar al país de sus problemas.
En todo caso, sería conveniente tener en cuenta una cita del conocido dramaturgo y actor francés del siglo XVII, Jean Baptiste Poquelín, más conocido como Moliere, un despiadado crítico, según sus biógrafos, que se manifestó en contra “la pedantería de los falsos sabios”, “ la mentira de los médicos ignorantes” y “la pretenciosidad de los burgueses enriquecidos” a lo que, seguramente, si viviera en estos tiempos, podría añadir “la incompetencia de los economistas en predecir las consecuencias de las crisis”, algo que ha quedado suficientemente evidenciado en los resultados de la crisis, que tuvo su principio a finales del 2007 y que sigue, imperturbable, arrasando las economías de medio mundo sin que, al parecer, ninguno de estos “expertos” en finanzas haya conseguido acertar con un remedio capaz de ponerle remedio. Moliere en”Les furberies de Scapín”, dejó escrito: “Aborrezco a estos espíritus pusilánimes que, excediéndose en la previsión de las consecuencias de las cosas, no se atreven a emprender nada”.
Ya no hablemos de cuando los que anuncien los fracasos de las políticas emprendidas por sus adversarios parlamentarios, hayan dado muestras de su incompetencia cuando ellos estaban al frente del gobierno de la nación. No quiero negar que sea posible que el señor Rajoy y su equipo se equivoque, que tropiecen en varias ocasiones antes de encontrar el camino más adecuado para seguir adelante, en su intento de reestructurar el país y encaminarlo hacia la senda acertada para superar la recesión ( por cierto que hemos empezado el nuevo año con recesión y es posible que sigamos así durante una larga temporada). No obstante, y sin miran atrás hacia el triste panorama que les han dejado sus predecesores, deberemos reconocer que, en su Ejecutivo, no faltan personas de reconocida solvencia y capacidad que, sin duda, tienen el talento, el empuje y la preparación adecuada para que, los españoles, depositemos nuestra confianza en ellos.
Claro que si –como algunos personajes de la oposición, encabezados por el señor Pérez Rubalcaba, se están empeñando en poner en cuestión- cualquier intento del nuevo gobierno de poner orden en las cosas maltrechas que hay en nuestra nación, cualquier prueba o decisión que sea preciso adoptar para reducir el gasto público y privado, en orden a contener nuestro déficit público, es sistemáticamente, criticado, descalificado o puesto en la picota, al poco de ser puesto en marcha, por quienes quieran mostrar de esta forma desleal, su despecho por la derrota sufrida en las urnas; mucho nos tememos que el efecto que puedan ir creando en aquellas personas que tuvieran la intención de invertir en España, pueda contribuir, de forma determinante, a que, en lugar de avanzar hacia una costosa, pero posible, recuperación lo hagamos en sentido contrario. Por ello nos choca la actitud de CIU, una formación separatista pero de derechas, cuando se empeña en seguir insistiendo en conseguir trato especial, distinto del de resto de autonomías, al pedir el “pacto fiscal” a dos bandas. Y lo hace tal y como intentó, con bastante éxito, al presionar al gobierno de ZP mediante la convocatoria de referendos para consultar a los catalanes si querían o no la independencia. Por supuesto, eran ilegales y no tuvieron otra consecuencia que el gasto que supuso para la Generalitat y los ayuntamientos el prestarse a semejante mamarrachada.
Pero, en esta ocasión, aprovechándose del interregno del traspaso de poderes del PSOE al gobierno del PP, ya se han preocupado de aprobar un proyecto de ley sobre “consultas populares”, con lo cual piensan que podrán esquivar el mandato constitucional de que este tipo de consultas han de estar autorizadas por la administración central del Estado. Según el portavoz, Francesc Homs, este proyecto se enmarca en el “ejercicio del derecho a decidir y la transición nacional.” ¿Qué es eso de la transición nacional?, ¿qué quieren decidir y hacia donde va a ir eso de la transición nacional? Como siempre, siguen intentando puentear la Constitución en beneficio de sus aspiraciones nacionalistas. Aquí van a tener mucho trabajo, tanto el señor Jorge Fernández, desde su puesto de ministro de Interior como el señor Montoro ministro de Hacienda y Administraciones Públicas; si es que, como esperamos quienes votamos al PP, se va a poner tope a tanta insensatez y desvergüenza separatista. La necesidad de poner los puntos sobre las íes se hace más urgente cuando es, desde la Generalitat, que se amenaza, al nuevo gobierno Central, con “la desobediencia si no se acepta el pacto fiscal” para lo cual piensan hacer valer sus derechos de modo que, para Pujol Jr., sic. “una incomprensión por parte del Gobierno español, obligaría a mucha acción y de las muchas maneras de ejercerla, una de ellas puede ser la consulta” ( la redacción viene de origen). El señor Pujol parece que está lanzado y dice que no renuncia “a nada, ni a la consulta ni al cierre de las cajas” ¡pues vale, siga usted por este camino y se encontrará de bruces con el señor Companys, su ídolo nacional!
No puedo negar el peligro de que, el PP, sienta la tentación de hacer la vista gorda para intentar, como ya lo han hecho en anteriores ocasiones, acercarse a CIU para no indisponerse con la derecha catalana. ¡Craso error que les volvería a salir mal, como así ha sido todas las veces que lo han intentado! El señor Rajoy debe recordar que se le ha dado una mayoría absoluta para que actúe como debe hacerlo, sin someterse a presiones de ninguna formación política; aplicando las medidas precisas, por duras que sean, para intentar reparar todo el mal que nos han hecho todos estos que siguen empeñados en dominar al país, sea como fuere, intentando imponernos sus ideas y apartarnos de las normas constitucionales. Renovación del TC; vigilancia de los despilfarros, como el de la TV1, freno a las autonomías, vigilancia de los bancos y de los sueldos de los banqueros y… explicarnos, de paso, ¿por qué se han renovado los avales a los bancos hasta la escandalosa cifra de 196.043.560.000 euros? ¿No habíamos quedado en aplicar mano dura a quienes fueron los principales causantes de la burbuja inmobiliaria? Y, de paso, ¿qué hay de un impuesto a las grandes fortunas? En Francia, los grandes magnates (o mangantes, da igual), se ofrecieron voluntariamente, ¿por qué no lo hacen en España? En fin que, como ven, no van a faltar temas, en este año 2012, para comentar. O esto es, señores, lo que pienso yo.
Miguel Massanet Bosch