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Garzón el gran pope de los antisistema (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el enero 20, 2012 por admin6567
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Decía Vicente Espinel, en su obra “Vida del escudero Marcos de Obregón”, que “Hay algunos jueces, aunque pocos, que no quieren dejar delito para el tribunal de Dios”. Y es evidente que nuestro juez Baltasar Garzón se tomó muy en serio las palabras de nuestro literato del siglo de Oro. Recuerdo que, en aquellos tiempos en que Garzón se convirtió en el azote de los socialistas, impulsado por su despecho porque el señor Felipe González no hubiera premiado su fidelidad a la causa con algún nombramiento importante, suficiente para satisfacer el inmenso ego del juez. El periodista, Miguel Angel Aguilar, de conocida tendencia izquierdista, lo apodaba como “el Juez Campeador”. Han pasado los años y, aquel que causó la caída del gobierno socialista del señor González con el famoso escándalo de los Gal y con los sucesivos casos de corrupción que fueron destapándose entre los cargos de aquel ejecutivo, incurriendo en algo que parece ser muy habitual en él, el cambio de camisa política, se propuso iniciar una etapa que le permitiría destacarse del resto de sus compañeros de profesión, hacerse con una fama de juez  vengador de injusticias y gendarme del mundo entero en la que no se paró ante nada ni nadie y quiso enjuiciar desde los más conocidos dictadores de otros países, como en el caso del señor Pinochet, hasta lo que fue toda una etapa histórica de nuestra propia nación, asumiendo por su cuenta la ingente labor de juzgar, el solo, la propia Guerra Civil Española y a los que intervinieron de forma destacada en ella. Eso sí, con una particularidad, en su labor de deshacer entuertos se quiso olvidar de los crímenes cometidos por uno de los bandos, dejando de lado, por ejemplo, el poner en la piqueta de la Justicia al señor Carrillo y los crímenes que la Historia le achaca de Paracuellos del Jarama o el tema de las Checas o los 6.000 sacerdotes ajusticiados por las milicias republicanas. Un descuido curioso tratándose de un juez que quiere justicia.

El juez Garzón, cuando fue investido para el cargo, se olvidó de una de las cualidades más primordiales para impartir justicia ¡la equidad! Y pensó que arrimándose a la izquierda, actuando, no al dictado de lo que disponen las leyes, sino de acuerdo con lo que él consideraba justo y lo que no; podía hacer de mangas capirotes aplicando las leyes, como decía su compañero de partido, de profesión fiscal, el señor Fernández Bermejo: “Las leyes se han de aplicar según convenga al momento” y, podríamos añadir, sin temor alguno a equivocarnos “y a las conveniencias del PSOE”. A medida que iba adquiriendo fama de “justiciero” su ego empezó a sufrir de megalomanía hasta que, como le ocurrió al famoso Alonso Quijano, pensó en “hacerse caballero andante e irse por todo el mundo con sus armas y a caballo… deshaciendo todo género de agravio y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama”. Lo verdaderamente preocupante de este caso de empacho de justicia universal es que, el señor Garzón, no ha tenido el contrapeso que tuvo don Quijote de la Mancha, un fiel escudero, Sancho Panza, muy sensato y aferrado tercamente a la tierra que pisaba, que supo actuar de contrapeso a las locuras de su amo.

España tiene una Constitución, la de 1978, tiene unas instituciones, tiene unas leyes y es un Estado de Derecho que rige para todos los españoles sin distinciones, como dice el artículo 14 de la Constitución por raza, edad, sexo, religión, opinión etc. Disponemos de un sistema judicial que se supone que actúa imparcialmente, aplicando las leyes según fueron aprobadas por el Parlamento por los representantes de los españoles. No hay ningún español, salvo SM el Rey, que pueda eludir la acción de la justicia y todos, absolutamente todos estamos sujetos al cumplimiento de las leyes. Un juez, como pudiera ser el caso del señor Garzón, puede excederse en sus funciones, puede prevaricar, puede asumir competencias que no le corresponden o puede, puede recibir sobornos o cantidades a las que no tiene derecho y, en consecuencia puede ser encausado e imputado, y si los juzgados competentes lo juzgan oportuno, encausado. Que el juez Garzón utilice en su favor todos su conocimientos legales para acudir a todos lo recursos, recusaciones, alegatos etc.en su defensa, es la más normal y tiene derecho a ello. No obstante, que se forme una plataforma, para llamarlo de alguna manera, que quiera politizar lo que sólo es un procedimiento judicial, en el que el acusado dispone de todas las garantías legales para tener un juicio justo; esto, señores, ya son higos de otro costal. Y, por tanto, inadmisible.

El pretender presionar a la magistratura para que pudiera inclinar la balanza de la justicia de una forma injusta; no sólo es desvirtuar la acción de una justicia libre sino que es incurrir en un delito. Pero, señores, en España la izquierda pretende tener patente de corso, se considera políticamente por encima de la derecha y, por supuesto, no le importa lo más mínimo mentir, gritar, insultar, desacreditar y, si me apuran, amenazar y agredir, con tal de conseguir lo que se proponen. La Guerra Civil tuvo su momento, se cometieron barbaridades por ambas partes y ninguna de ellas está suficientemente autorizada, ni ética ni moralmente, para pedirle responsabilidades a la otra; lo que saben aquellos que se han tomado la molestia de documentarse sobre lo sucedido en aquellos tiempos. Otra cosa es que, con la famosa Memoria histórica, quieran escribir una nueva historia, la que no tuvo lugar, para venderla como buena a las nuevas generaciones.

Ver manifestaciones a las puertas del TS, presididas por personajes del calibre del señor Llamazares o de la señora Bardem, o algunos magistrados de la propia Audiencia Nacional, que mejor hubieran hecho en no asistir a semejante acto en desdoro de la justicia, aparte de toda una legión de estos personajes que nunca trabajan, que siempre se los ve en cualquier manifestación o que forman parte de estos grupos que provocan a las fuerzas del orden o gritan consignas pidiendo democracia, cuando son ellos los que, precisamente, se olvidan de que están en una democracia y los que actúan en contra de las normas constitucionales. La calle no es el lugar de inflingir las reglas que rigen una democracia y, sólo los que no creen en ella son los que la invaden para alterar el orden. Son las minorías que no tienen reflejo alguno en las urnas, ni están en las instituciones representativas, pero que son capaces de formar grupos de 5 o 6 mil personas para alterar el orden, quemar autobuses o enfrentarse a las fuerzas del orden.

Resulta repugnante ver como, cada día, aparecen en la prensa noticias sobre el caso Gürtel, sobre el señor Camps de Valencia o sobre el señor Matas de Palma, señores que pude que tengan deudas con la justicia pero que se han convertido en chivos expiatorios manejados políticamente por la mayoría de los medios de comunicación, curiosamente dirigidos por personajes de la izquierda y que reciben, hasta ahora, subvenciones del Gobierno, una política que nos han llevado a la situación actual y no, por muy rechazable que sea, que al señor Camps le hayan regalado media docena de trajes, suponiendo que fuese verdad. El que una profesional del derecho, como es la señora Carmen Chacón, hasta hace unos días ministra del gobierno de la nación, se declare en contra del enjuiciamiento del señor Garzón, como si los tribunales que lo han encausado hubieran cometido irregularidades en la instrucción del correspondiente expediente ( tiene tres en marcha), no es de recibo y sólo sirve para reafirmarnos en que estos socialistas, que nos han gobernado durante ocho años, no tienen ningún reparo en mentir, engañar, desacreditar a las instituciones o traicionar a la patria cuando conviene a sus fines sectarios y partidistas. O esto es, señores, lo que pienso yo.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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