J.W. Goethe, en sus Maximen und Reflexionem, se expresaba en los siguientes términos: “Se puede conocer la utilidad de una idea y, sin embargo, no acertar a comprender el modo de utilizarla”. Es evidente que, las pasadas elecciones legislativas del 20 de noviembre del pasado año, dejaron en situación crítica, diría que casi desesperada, al PSOE; que ya no era el del señor Rodríguez Zapatero –convertido en un cadáver político desde que España, en el mes de mayo, había rozado la quiebra soberana –, sino la del señor Rubalcaba, el fallido aspirante a la presidencia del gobierno de la nación, que tuvo que ceder a favor del señor Mariano Rajoy del PP, por una diferencia abismal de votos. También sufrieron un descalabro importante los sindicatos mayoritarios del país, CC.OO y UGT, que recogieron el rechazo de dos legislaturas, convertidos en lacayos del Gobierno a pesar de que, en España, nunca se había llegado a los niveles de desempleo a los que nos llevó el señor ZP y los suyos.
Los que, en la actualidad, están pretendiendo reflotar el pecio en el que se ha convertido el PSOE, después de haber perdido la mayoría de sus autonomías y de la derrota electoral en las legislativas; se deben enfrentar a varios problemas que parecen insolubles. El primero es que su trayectoria al frente del gobierno de España, durante las pasadas legislativas, ha sido tan catastrófica, tan caótica y tan carente de realismo, que los millones de votos que ha perdido los va a tener difícil de recuperar debido a que, los españoles de todas las tendencias políticas, han llegado a la evidente conclusión de que, los verdaderos culpables de la delicada situación en la que se halla España, han sido ellos, los socialistas y sus compinches, los partidos nacionalistas. De aquí las estrategias divergentes, pero ambas desprovistas de soluciones prácticas, proyectos económicos viables o una nueva visión sobre un sistema financiero capaz de resurgir de sus cenizas. No pueden apoyarse en ellos puesto que, durante dos legislaturas, se han mostrado incapaces de llevarlo a cabo con éxito. Así las cosas, deben recurrir al sistema de vender ideas, a intentar moverse en el terreno de los viejos mitos de la izquierda, basados en la superioridad moral de las izquierdas, defensoras de los débiles y protectoras de los “explotados”, para buscar pescar entre los eternos descontentos, los marginados de la sociedad, los del 15M y los progres y antisistema, que siempre han estado de su lado.
Lo que sucede es que, en esta campaña “fratricida” en la que se busca dirimir quién, de los dos candidatos en liza, Chacón o Rubalcaba, va a conseguir la Secretaría General del PSOE; ante la inminencia del 38 Congreso Federal del partido socialista, convocado para el 3.4 y 5 del próximo mes de febrero ( ya ha habido quienes, dentro del partido, hubieran querido que se convocara para más adelante con el objeto de que las decisiones no se tuvieran que tomar con tanta rapidez y hubiera existido un tiempo para estudiar, con más sosiego, la situación del partido y valorar las posibles opciones tanto en cuanto a su reestructuración como en la elección de los nuevos dirigentes).los dos candidatos se han visto obligados a improvisar, huir de los aspectos importantes en cuanto a las medidas urgentes que precisa España, si quiere evitar ser expulsada del euro, y refugiarse en los tópicos de la izquierda que, en momentos de crisis como la que estamos padeciendo, a muchos nos suenan como cuentos de hadas alejados por completo de lo que necesita el pueblo español en estos momentos de recesión.
Lo cierto es que se ha establecido una relación amor odio entre ambos aspirantes que, en ocasiones, nos da la sensación de que estuviéramos asistiendo a la lucha de las cabezas de un monstruo mitológico, en que la que se agreden las unas con las otras, sabedoras que, cualquiera que fuere el resultado podrá acabar con la vida del monstruo. Si en el aspecto formal parece que se trata de una competición versallesca en la que los piropos mutuos, y las flores se intercambian como si se tratara de unos juegos florales, no obstante, cuando se entra en lo verdaderamente importante, en los compromisarios que el uno le arrebata a la otra o viceversa, podemos observar que se trata de una verdadera batalla sin concesiones, donde no existe tregua ni cuartel, en la que ambos sacan a relucir sus habilidades para desarmar al adversario con el objeto de neutralizarlo.
Rubalcaba parece que goza de la simpatía del aparato del partido, de sus antiguos colegas en el gobierno. Es obvio que sus reiteradas peticiones de “unidad” y sus apelaciones ( algo en lo que se empeñó en su reciente batalla para la presidencia del gobierno) a discutir sobre “qué proyecto de partido quieren los militantes” enfocando su estrategia en obligar a Carmen Chacón a entrar en el debate de ideas en el que tiene todas las posibilidades de salir airoso por su mayor experiencia, por sus conocimientos de los entresijos del partido y por su habilidad dialéctica, una cualidad que nadie le puede negar. Por el contrario, la señora Chacón parece que dispone de un public relations, el señor Barroso, su marido, que es un experto en cuestiones de imagen y propaganda, lo que se empieza a notar si hemos de creer lo que se dice respecto a que va consiguiendo, cada vez, más compromisarios. Ella parece inclinarse más a la izquierda del partido, sus planteamientos nos recuerdan más a los que los socialistas mantenían en tiempos de la II República, en un intento de asegurarse los votos de los más extremistas. Incluso, como si les hiciera un guiñó a los de IU o ICyV para prevenir posibles alianzas en Catalunya. Lo curioso es que no parece ser que, todos los miembros del PSC que, en un principio, parecía que iban a apoyarla en bloque, ahora lo hagan.
En todo caso, la precipitación que se le ha impuesto a este proceso de relevo del máximo responsable del partido, no parece que haya sido muy oportuna, si tenemos en cuenta que, en momentos en los que los socialistas debieran estar marcando de cerca los pasos del señor Rajoy y su Gobierno, el partido sigue descabezado, en un interinidad demasiado prolongada para las conveniencias del PSOE, al que se le ve indeciso en la cámara, poco incisivo en sus intervenciones y, evidentemente, falto de un proyecto claro que marque su futura política. Sea como fuere, el espectáculo está servido y, si no fuera porque España no está para batallitas ni florituras, hasta resultaría entretenido seguirlo con interés. A ojos de un espectador imparcial, en esta trifulca nos da la sensación de que ninguno de los dos aspirantes debiera ser el elegido. Ambos representan un PSOE, anticuado, nada que ver con los partidos socialistas del resto de Europa ni con los postulados de la actual social democracia. Seguramente que hay personas, en las nuevas generaciones socialistas, con ideas nuevas, con una buena formación y capaces de sustituir con eficacia y mejores ofertas a estos diplodocos del jurásico socialista, que se intentan perpetuar obstruyendo la regeneración, la savia nueva y la apertura a la modernidad de la que, sin duda, tan necesitado está el partido socialista español.
Mucho nos tememos y no puedo decir que ello me apene en absoluto, que este partido que ha quedado después de las elecciones generales últimas, vaya a tener que pasarse mucho tiempo en dique seco si el PP sigue aplicando la política que precisa la nación y no se arruga ante las dificultades a las que, sin duda, va a tener que enfrentarse. Lo curioso es que, a pesar de que haya tenido que tomar medidas impopulares, como el aumento del IRPF o la congelación de sueldos a los funcionarios, las últimas encuestas le siguen otorgando una amplia mayoría, superior a la conseguida en las urnas. O este es, señores, mi punto de vista sobre esta cuestión.
Miguel Massanet Bosch