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¿El desnudo, una reivindicación feminista, señora Extebarría? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el enero 29, 2012 por admin6567
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El escritor francés Henry Asselin, en su obra, Le Cendrier, habla de las personas insoportables en los siguientes términos: “Los dos linajes de personas más insoportables son: el de los hombres que se tienen por genios y el de las mujeres que se creen irresistibles”. Como a mí ya me tiene sin cuidado lo que piensen los demás sobre mis ideas y mis sentimientos, debido a que mi edad, ya se me permiten estas licencias; debo confesar que les tengo terror a todas estas feministas que para demostrar la igualdad de hombres y mujeres, no les importa vestir desaliñadas, mal peinadas, acentuando sus rasgos más feos ( hay algunas, si no la mayoría, que ya no precisan hacerlo porque, sin afeites ni arreglos, logran la perfección en cuanto a fealdad) se ven obligadas a fumar como carreteros y a sostener displicentemente el cigarrillo, como si con aquel gesto, reivindicaran su superioridad sobre el sexo contrario.

Afortunadamente, hay una gran mayoría de mujeres, con mentes brillantes e inteligentes, que no necesitan disimular su feminidad ni adoptar posturas ni modales andróginos, para que se les reconozca su valía y se las respete por sus dotes para las artes, la política, las profesiones o cualquier otra actividad en la que pueden destacar más que los hombres, si se lo merecen. La belleza y la inteligencia no tienen porqué estar reñidas y son perfectamente complementarias, sin que sea incompatible la coquetería, el vestir elegantemente o lucir un cuerpo 10; con ejercer el cargo de ministra o recibir un premio Nóbel de física. Sólo las que ni descollan en lo uno ni en lo otro, suelen ser aquellas que, más ferozmente, atacan a los hombres y, curiosamente, más se esfuerzan en imitar sus gestos, su modo de vestir y sus malos hábitos. En fin, que el Mundo es como es y, por mucho que nos empeñemos en infundir sensatez en nuestros semejantes, sabemos que es una tarea que, de antemano está, condenada al fracaso.

Estos días pasados, aunque no suelo dedicarme a estos menesteres de las noticias de las llamadas celebridades que pululan por la sociedad, en medio de la crisis y del desempleo, como si esto de la economía no fuera con ellos ni les afectase, por estar por encima del resto de los ciudadanos, ubicados en este mundo especial, una especie de Parnaso, donde se dice que las Musas tenían su hogar, en el que todo está permitido, incluso hacer el ridículo, con tal de no pasar desapercibido. Y no se crean ustedes que sólo se arrastran, en busca de su gota de gloria, personajes como Belén Estéban o el Chiquilicuatre, también los hay que han tenido éxitos importantes; que tienen una trayectoria en el mundo de las artes plásticas, la música o las letras, pero que, en un momento determinado, se aperciben de que se deja de hablar de ellos, que ya no están en la cresta de la fama y ello es lo que les hace barruntar que pueden quedarse estancados en este Purgatorio donde las almas esperan nuevo destino que, en el caso de estos señores o señoras que nos ocupan, se puede traducir en hallarse en el preámbulo del olvido o la decadencia.

Por ello, con toda probabilidad, esta señora periodista, Lucía Extebarría, que tiene en su haber un premio Nadal por su “Beatriz y los cuerpos celestes”, que confieso que no he leído –tengo la debilidad de relacionar las obras que leo con la personalidad, méritos y credibilidad de su autor, como me sucedió cuando, de niño, leí por primera vez la ingente obra de Julio Verne; un personaje al corriente de los últimos adelantos de su época, un estudioso avanzado de geología, geografía y zoología, como demostró en sus novelas “20 mil leguas de viaje submarino” o “De la Tierra a la Luna”; un verdadero fenómeno que, aparte de una envidiable preparación y amenidad literaria, legó a sus lectores un verdadero caudal de ideas, verdaderamente, proféticas –, que ha dicho que se retiraba de escribir y al poco tiempo se ha desdicho y, lo que todavía pone más en evidencia su incoherencia o sus deseos de llamar la atención del público hacia ella, se ha dedicado a exponer en las redes sociales fotografías, que ella mismo se hizo, de su cuerpo desnudo, mediante el procedimiento de fotografiarse delante de un espejo. Allá cada cual con sus manías y allá la señora Extebarría con las consecuencias de tal exhibicionismo auto narcisista al que, seguramente, el doctor Freud le encontraría alguna explicación  dentro de las alteraciones de sus circunvoluciones cerebrales, pero que, para mí, no es más que una manera  provocativa de hacerse notar, despertar curiosidad y, de paso, promocionar algún libro que, con toda probabilidad, debe tener en la recámara a la espera de ser publicado. En esto de los autores hay veces que tienen la suerte de dar en el blanco por una vez y, como si los premios hubieran embotado su imaginación, no consiguen atinar en la diana nunca más. ¿Será éste uno de los casos?

Sucede, con frecuencia, que personas muy dotadas para alguna profesión, con cerebros perfectamente amueblados (se me ocurre el caso del gran escritor Camilo José Cela o del mismo Fernán Gómez, a los que el éxito convirtió en unos ególatras y, en algunos momentos, en sujetos inestables e intratables)y, no obstante, son incapaces de tener una relación estable con otra persona; se convierten en plastelina maleable en manos sus parejas o son esclavos de una adoración enfermiza hacia sí mismos, que les impiden ver con objetividad sus defectos, fueran físicos o psíquicos. Vamos a ver si nos entendemos, la señora Lucía Extebarría pude ser una gran articulista o una buena escritora de noveleas, pero no necesariamente ha de ser una mujer que destaque por su belleza o por la perfección de su cuerpo. En realidad, creo que puede clasificarse, en ambos sentidos, dentro de lo que puede considerarse “del montón”, lo que, de por sí, no es malo ni bueno, salvo que se pretenda, con la imagen expuesta a la crítica de la audiencia, emular a las grandes estrellas de la pasarela o a las voluptuosas artistas de cine que se exhiben en las portadas de los más famosos magazines o acaparan las primeras páginas de las revistas de moda o los panfletos de la prensa roja. Lo más probable es que, el personaje en cuestión, de no recurrir al foto-shop, al aparecer tal y como Dios lo trajo al mundo, se exponga a que, por muy oscura que sea la imagen, aparezcan defectos, marcas cutáneas, piel de naranja y adiposidades que, conviertan la imagen pretendidamente impactante y voluptuosa, en motivo de jolgorio, crítica y choteo para aquellos que la contemplan.

No es serio, señora Extebarría, publicar artículos pretendidamente sesudos en un periódico de tanta solera y tirada como es “La Vanguardia” de Barcelona y, al mismo tiempo, pretender tomar parte en el mundo oscuro y sinuoso de la prensa rosa o el sombrío y hosco mundo de la pornografía. El querer jugar con dos barajas, máxime cuando uno quiere dar imagen de seriedad y sensatez, pretendiendo que su obra literaria sea tomada en serio y no se la califique de superficial y carente de los elementos que el lector espera encontrar en la obra literaria; no puede dar la imagen de ser una persona casquivana, indecisa e inestable. Quizá todo haya sido una jugada hábil de hacerse propaganda o un mero impulso momentáneo de exhibicionismo del que luego se haya podido arrepentir; en todo caso, mucho me temo que estas chiquilladas puedan  haberle restado credibilidad en sus escritos y, por supuesto, no habrán añadido nada bueno a la imagen que sus lectores tengan de usted. Claro que es posible que ello no le importe, que se crea tan libre que todo lo que piensen de usted le patine sobre su coraza de indiferencia; en este caso me limitaré a darle mi opinión para que quede constancia de que, en España no todo el mundo acepta de buen grado estas exposiciones, absurdas y, en ocasiones, desagradables, de la anatomía femenina. O así, señores, opino yo.

Miguel Massanet Bosch

0 comentarios en “¿El desnudo, una reivindicación feminista, señora Extebarría? (por Miguel Massanet Bosch)”

  1. Duvets Three dice:
    diciembre 25, 2012 a las 4:32 am

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