En España existen dos clases de ciudadanos, los que pertenecen a autonomías sin pretensiones nacionalistas, que se encuentran a gusto dentro del Estado español y que se muestran orgulloso de ser españoles y otras que, por el contrario, se consideran sojuzgadas por España, quisieran regirse por sus propias leyes y presumen de ser mejores y más listos que el resto de los españoles. Por desgracia, estas últimas zonas peninsulares, durante los últimos años han tenido a su favor un gobierno débil; incapaz de dirigir el país hacia una meta de progreso y bienestar; precisado para mantenerse en el poder a ceder una y otra vez ante el chantaje de las minorías independentistas a la par que su sectarismo, su inoperancia y su falta de profesionalidad han llevado a toada la nación a una situación cercana a la quiebra soberana.
Por desgracia, los que nos consideramos españoles y tenemos que residir en alguna de estas regiones en las que, sólo nombrar a España es causa de rechazo y donde, sus políticos se vienen esforzando, desde hace años, en hacer calar entre los ciudadanos el victimismo de ser los que sostienen a toda la nación; que pagan más impuestos que nadie y que, sin embargo, no reciben las compensaciones a las que creen tener derecho; nos vemos obligados a soportar las consecuencias de sus locuras y fanatismo separatista. Partidos nacionalistas que vienen medrando haciendo bandera de sus pretensiones secesionistas para crear un ambiente, cada vez más generalizado, de repulsa hacia todo lo que suena a español y de impulso hacia el independentismo, una opción, que según ellos, les permitiría no pagar tributos a España y, en consecuencia, libres de las ataduras al reino español, como nación independientes, vivirían mucho mejor sin “soportar el peso de los agravios del resto de la nación española”; son los principales causantes de que las cuentas de la autonomía, en este caso la catalana, hayan sobrepasado, con creces, los límites de la prudencia y se hayan convertido en verdaderos pozos en los que, las cuentas del Gran Capitán del Tripartit, enterraron no sólo lo que recibieron del anterior gobierno sino que todos los ingresos de las recaudaciones fiscales, las ayudas del Estado y los endeudamientos en los que, sin calcular sus consecuencias, se han comprometido.
No les bastaba tener un aeropuerto, el Prat, porque estaba en manos de AENA y, en consecuencia no podían mangonear en su funcionamiento ni, tampoco estaban satisfechos sin que hubiera una línea aérea catalana y dirigida por catalanes, lo que les permitiría presumir y vender la marca catalana por los cinco continentes. Así en 1.986 la compañía aeronáutica SAS y la sociedad Teinver (sociedad de inversiones de Gonzalo Pascual y Gerardo Díaz Ferrán) constituyeron la aerolínea Spanair. Desde el 2009 el 80’1% por ciento de las acciones pertenecían a la sociedad Iniciatives Empresarials Aeronautiques S.A. participada por instituciones y empresarios catalanes y un 19,9% lo mantiene SAS. ¡El sueño se había cumplido! Tanto que, para muchos ha sido considerada como semi pública por su participación directa e indirecta del Gobern catalán; de modo que ha sido considerada como la aerolínea de bandera de la Generalitat (incluso fue denunciada por la Asociación Europea de Aerolíneas LowCost, donde participan Vueling y Ryanair, por haber recibido subvenciones públicas).
Como muy bien decía Beaumarchaise “La necedad y la vanidad son compañeras inseparables” y todos los delirios de grandeza que inspiraron a los inversores catalanes y a la Generalitat por apostar por Spanair, pensando que en un plazo corto de tiempo podría vencer al resto de aerolíneas, entre ellas Iberia, y convertir el aeropuerto del Prat en el centro neurálgico de la aviación española, pero en “territorio” catalán, se ha quedado, lamentablemente, en un rotundo fracaso que vamos a tener que pagar entre todos los catalanes. Como decía don Jacinto Benavente, nuestro laureado comediógrafo, “Tonterías son los disparates que no producen dinero” y tonterías han sido las que cometieron aquellos que no supieron prever a tiempo las consecuencias de una “machada” nacionalista, basada en la eterna cuestión de intentar hacerle sombra a Madrid y a su aeropuerto de Barajas.
Lo malo de estos jueguecitos nacionalistas es que, cuando fracasan, alguien tiene que pagar los platos rotos. Por de pronto, el concurso de acreedores que ha tenido que solicitar la compañía ya ha sido un aldabonazo en toda Europa y los miles de pasajeros que se han quedado en tierra y han tenido que comprar otros billetes sin haber cobrado los de la compañía en la que debían volar, se han convertido, automáticamente, en unos detractores del turismo catalán que, sin duda, habrá quedado afectado por el fiasco de la compañía aeronáutica catalana. No sabemos los créditos fallidos proporcionados, en forma de ayudas, de la Generalitat exactamente a lo que ascienden pero, con toda seguridad, sobrepasan los doscientos millones de euros. Y todavía no sabemos donde irá a acabar porque, a medidas que pasan los días los 300 millones que decían que adeudaba la compañía, se van convirtiendo en una cantidad superior, como hoy algún medio de comunicación informaba, dando una cifra de 500 millones de euros.
Creo que debería existir un medio, algún tipo de control efectivo de la forma en la que se gastan el dinero de los ciudadanos los gobernantes de las autonomías. Si es cierto que el anterior gobierno del Tripartít dejó un agujero cercano a los 7.000 millones de euros, convendría que se nos diese a conocer a los ciudadanos donde fueron a parar. No tenemos nada que decir a las medidas de austeridad puestas en práctica por el gobierno del señor Mas, sin embargo, sí nos quejamos de que, por una cuestión de “prestigio” catalán se sigan manteniendo las famosas “embajadas” en el extranjero, que todos sabemos que podrían integrarse en las delegaciones del Estado y así se le ha ofrecido al señor Mas. Tampoco entendemos que se sigan manteniendo ayudas para la inmersión lingüística ni que, estando la Generalitat, en números rojos, se haya ofrecido a traducir al catalán las resoluciones de los juzgados madrileños ¿ Es que nadie, en Catalunya, es capaz de leer y entender el castellano? Pues debieran, al cabo de tantos años de hablarlo.
Pero señores, es que las contradicciones son evidentes. Cuando se ve que se hacen recortes en las universidades, en I+D o en los hospitales catalanes, algo que puede que sea imprescindible para salir de la crisis; no obstante, acto seguido, no enteramos de que la Generalitat ha lanzado dos líneas de subvenciones para la financiación de libros y partituras en catalán, occitano y eventualmente, también en aranés; se nos cruzan las neuronas y nos quedamos pasmados pensando si estamos despiertos o soñando o es que la humanidad, se ha vuelto loca de remate. Recordamos que el occitano no es más que uno de los varios dialectos que se hablan en Catalunya lo mismo que el aranés. Lo curioso es que falta saber cuántos ejemplares de estas publicaciones se van a vender o si de lo que se trata, es de regalarlos por si hay algún filólogo con humor para leerlos.
Cientos de miles de parados, miles de empresas y comercios que se cierran cada día, endeudamiento insoportable (Europa ya ha advertido del excesivo endeudamiento de las economías) y la Generalitat, como si nada, erre que erre con lo del catalán y el nacionalismo. No sé donde vamos a parar. O esta es, señores, mi opinión sobre este tema.
Miguel Massanet Bosch