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El desafío de la Economía. Una lucha por sobrevivir (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el febrero 5, 2012 por admin6567
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Ya lo dejó escrito el gran poeta romano del Siglo I a.C., Publio Ovidio Nasón, en su obra Heroides, mediante el siguiente texto: “En asuntos de gran importancia la confianza suele venir muy lenta”. Y es cierto que debemos congratularnos con la forma expedita, rapidez  y energía con las que el nuevo gobierno del señor Rajoy está afrontando asuntos de gran envergadura, ejerce su función de gobernar y, puede que sea lo más importante e insólito, se olvida del rédito o perjuicio electoral que le puedan otorgar las medidas de choque, que está poniendo en práctica, para seguir un camino preestablecido que ayude a España a salir de su precaria situación económica, financiera y social en la que se encuentra. Todos aquellos que se mofaban de Rajoy por no “tener un plan”, por estar dormido mientras que los socialistas se empeñaban en destruir el país, entre los cuales debo confesar que, en algunos momentos, me encontraba yo; no nos queda otro remedio que reconocer que él y su equipo estaban confeccionando todo un programa de gobierno que ahora, apenas transcurrido un mes de las elecciones, están desvelando ante la admiración y el desconcierto de propios y extraños.

Si el aumento del impuesto sobre las Rentas de las Personas Físicas pudo resultar decepcionante para un electorado al que se le había repetido que no se subirían los impuestos; también es verdad que, el nuevo Ejecutivo, se encontró con un hecho que desmentía la supuesta “caballerosidad” y “lealtad” que les atribuyeron los del PP a sus adversarios políticos del PSOE; ¡la comprobación de que la situación de la deuda era mucho peor de la anunciada! El evidente primer tropiezo del gobierno fue, inmediatamente, subsanado cuando se impuso orden entre los distintos ministerios y se coordinaron las declaraciones para que no hubiera malos entendidos y todos los anuncios estuvieran debidamente controlados y sincronizados. Estamos convencidos de que el señor Rajoy ha conseguido, al menos en parte, que desde Europa, especialmente desde Alemania, Francia y Bruselas, empiecen a tratarnos con más respeto y sientan mayor confianza en que las promesas de control y reformas de las estructuras obsoletas, como era la reforma financiera y la laboral, se van a cumplir; aunque quede la incógnita de si vamos a conseguir cumplir con el 4’4% de déficit. Algo que, posiblemente, no sería tan importante si en el resto de retos que hay que afrontar se consiguieran resultados positivos.

El señor de Guindos se ha fijado objetivos muy ambiciosos: menos entidades bancarias y cajas; más crédito para empresas y particulares y más pisos en venta. Para conseguirlo ha tomado medidas de gran calado para rebajar los sueldos de los consejeros y directivos de aquellas entidades que hayan recibido ayudas del Estado a través del FROP, 600.000 euros anuales como tope, y para aquellas otras que han tenido que ser intervenidas el límite ha quedado reducido a 300.000 euros al año; cifra que contrastan con los desorbitados sueldos de millones de euros anuales que venían percibiendo hasta ahora… Ha obligado a regularizar los balances de las entidades financieras valorando los activos inmobiliarios problemáticos que deberán provisionarse en un 80% de los activos problemáticos del suelo; un 65% en el caso de promociones en curso y en un 35% en el caso de promociones terminadas y vivienda. Se calcula que la banca, en un año, deberá sanear 50.000 millones de euros de dichos activos sin ayuda pública. Y, en tercer lugar la nueva ley va a intentar reducir el número de empresas mediante fusiones y puedan pedir ayudas públicas para mantener el volumen de créditos o aumentarlos. Se busca una reorganización del sector, tan necesaria y demandada, que se realice de una forma rápida y profunda. Toda una hazaña para llevar a cabo en un año.

Evidentemente, para el nuevo Secretario del PSOE, don Alfredo Rubalcaba, hasta ahora enfrascado en campaña electoral, esta frenética actividad del Gobierno lo va a coger descolocado y con pocos argumentos para rebatirla dado que, como era sabido de todos, el sector bancario fue uno de los que más colaboraron con el gobierno de ZP, lo que dio lugar a que los socialistas no tuvieran el valor preciso para obligar a dichas entidades a acometer la imprescindible reforma, que tanto han venido reclamando desde Europa. Curiosamente el PP, en estos momentos, está propiciando una política que puede considerarse más reformadora y social, que la que han venido haciendo los socialistas, carentes de ideas, engañados por su autosuficiencia y obligados por su sectarismo político y su miedo a indisponerse con los sindicatos. Sin embargo, existe un problema con el que se deberá enfrentar el nuevo Gobierno que resulta, al menos de momento, de muy difícil solución: el paro.

El que la EPA confirmara que en España hay 5’3 millones de personas que no pueden trabajar, es poner a nuestro país en cabeza, a gran distancia de la media, de toda la CE. Ya hemos sido advertidos por Bruselas y el ECOFIN de que esta situación es insostenible y que, de seguir así y con más de un 40% de paro juvenil, se van a aplicar medidas de castigo contra España. Y aquí no hay otro remedio milagroso que las empresas se repongan de sus problemas, se rearmen técnica y económicamente para poder enfrentarse a la competencia extranjera, mejorando su productividad y competitividad y, para ello, hacen falta dos cosas: crédito asumible y ¡confianza! Y aquí volvemos al inicio de este comentario. Como decía Ovidio la confianza, cuando se pierde, no se recupera con la misma facilidad y, en un país donde las empresas han caído a cientos de miles y los autónomos han sido arrastrados por la crisis; el volver a adquirir la ilusión, el empuje y la fe en el futuro, precisos para reemprender un negocio quebrado; iniciar una nueva actividad o decidirse a invertir el patrimonio familiar en una aventura mercantil, en tiempos de inseguridad y volatilidad, es, sin duda, exigir a los ciudadanos un entusiasmo y una entrega difíciles de conseguir.

Todos sabemos que, si no hay demanda de empleo no habrá reducción del paro. La pescadilla se muerde la cola porque sin trabajo no habrá demanda por lo que, el siguiente paso, es darles a los empresarios los medios para que puedan actualizar su negocio, mediante el aumento de créditos que mejoren su liquidez y sus inversiones y, por otra parte, impulsarles a contratar mano de obra en la confianza de que, como ha ocurrido hasta ahora, si el negocio fluctúa y hay momentos en los que flaquea  la demanda, no se encuentren atrapados en el cepo de unos contratos de trabajo draconianos que obligan a mantener la plantilla o arruinarse pagando las indemnizaciones por despido. Es cierto que, no todo, depende de abaratar el despido, pero no lo es menos que, sin más flexibilidad de plantilla, más esfuerzo para mejorar la productividad y mayores posibilidades de modernizar los medios productivos, que les permitan competir en buenas condiciones fuera de nuestras fronteras; va a ser muy complicado que podamos sacarnos de encima la lacra de los cinco millones de parados.

Reconocemos valentía de los nuevos gestores, confiamos en sus capacidades para sacarnos de la crisis actual y esperamos que les acompañe la suerte, para que aquella parte que depende de nosotros, los españoles, no les falle; pero si el desempleo no es dominado y se consigue dar esperanza a nuestros empresarios, la empresa puede llegar a ser irrealizable. O esta es, señores, mi opinión al respecto.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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