Antoni Gutiérrez-Rubí (Publicado en blogs.elpais.com/micropolitica, aquí)
Podemos ha vuelto a hacerlo: anticipación, audacia, sorpresa, ataque. Su asalto a la investidura (“a los cielos”) es por embestidura. Pablo Iglesias ha provocado un movimiento que veremos dónde acaba: si con el Presidente que propone o, paradójicamente, con el Presidente al que se opone. La fuerza de su propuesta reside en que hace perder el control del tiempo (de la maduración) a Pedro Sánchez, en plano casi de igualdad y con una gesticulación que molesta, irrita o provoca, según las sensibilidades.
Hoy, parecen más claros los estilos para la investidura de cada líder. Rajoy es resistir. Sánchez es maniobrar. Iglesias es atacar. Y Rivera es esperar.Las preguntas son casi evidentes. ¿Rajoy puede esperar? Sí. Confía que la ley de la gravedad de los apoyos transversales le ofrezca una fruta madura. Cuenta con el no inscrito partido del orden institucional, tan eficaz como diverso y concertado en intereses y responsabilidades.
¿Sánchez puede maniobrar? No tiene mucho margen. La respuesta de autorizadas voces de su partido que ven como la audacia de Iglesias es arrogancia insultante no es menor. La cita del Comité Federal está cercana. Y la coalición interna -y externa- para frenar lo que muchos consideran aventurismo político es real. Y potente. Rajoy, con su declinación le ha quitado el tiempo que necesitaba y traslada toda la presión a Ferraz.
¿Iglesias puede atacar? Sí, fiel a su estilo. Pero un paso más y romperá las compuertas y la cintura de Sánchez, provocando el efecto contrario del deseado. O nuevas elecciones. Parece que Podemos siente que energía política tiene una marcha más… y necesita más vueltas de circuito. ¿Quiere un gobierno o quiere ganar las elecciones? Quizá piensa que es ahora o nunca, antes que los costes de los acuerdos, pactos o gestiones de la realidad les arruine el aura de perfección que destilan con indisimulada superioridad. Iglesias solo contempla el principio de Arquímedes: «Un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido en reposo, recibe un empuje de abajo hacia arriba igual al peso del volumen del fluido que desaloja».
¿Puede Rivera esperar? Sí, todo lo que haga falta. Las prisas las tienen otros. Si templa sus nervios y mide su fuerza razonable es el complemento ideal para moderar, para centrar o para reformar. Muchos roles posibles, mucha elasticidad. Su ansiedad es su principal punto débil.
Entre la sonrisa del destino que le concedía, condescendiente, Iglesias a Sánchez; y la sonrisa irónica de Rajoy al ganar un tiempo inesperado y una derrota anunciada, hay varias muecas posibles y rictus: desde la humillación que hoy han sentido algunos socialistas, a la sonrisa congelada de Rivera. Veremos quién ríe el último.
Esta investidura embestida está mostrando la importancia del control del tiempo, la gestión de los fracasos -y aciertos- y la capacidad de crear, generar y provocar apoyos transversales. Hoy, más que nunca vemos que esta investidura no es solo la aritmética de cada grupo. No son matemáticas, es política.