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¿Incontrolados? (por Enric Juliana)

Publicada el marzo 31, 2012 por admin6567
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(Publicado en La Vanguardia-Reggio´s, aquí)

ANÁLISIS

Las secuelas de la huelga general. El escenario político

Italia ya ha avisado: de la nueva violencia urbana pueden surgir, pronto, acciones de terrorismo

El 15 de marzo de 1978 fue secuestrado en Italia el dirigente democristiano Aldo Moro, un hombre íntegro. Los terroristas se avanzaron a la era de la información espectáculo -Italia siempre va por delante- y empezaron a remitir a los diarios las conmovedoras cartas que Moro, desesperado, escribía en el cubículo donde lo tenían preso. Italia se dividió en dos: los intransigentes ante las Brigadas Rojas y los partidarios de la negociación con los terroristas. Informado por sus captores, Moro pedía, obviamente, que negociasen. Se impuso la línea de defensa del Estado y el 9 de mayo su cadáver apareció en el maletero de un R4 en una callejuela de Roma a medio camino entre las sedes de la Democracia Cristiana y el Partido Comunista. La Europa del Sur, sacudida por una cadena de cambios de signo democrático, era en aquellos años setenta el centro del mundo.

Comunistas y democristianos, por este orden, defendieron la intransigencia del Estado. Los socialistas y la extrema izquierda sesentayochista abogaron por la negociación. Las fuerzas viejas, provenientes de la cultura política industrial, inmolaron a Moro para no crear un precedente. Las fuerza nuevas, el PSI amigo de Silvio Berlusconi y la izquierda exquisita, ya intuían que en la posmodernidad todo sería relativo.

Treinta años después, el Sur de Europa ha sido expulsado del centro del mundo con tanta fuerza que se está convirtiendo en un problema para la estabilidad de Occidente. Si la Europa meridional se hunde, caerá sobre las brasas del norte de África. Todo ha cambiado. El terrorismo de caligrafía leninista se puede decir que ha desaparecido, la cultura industrial va camino del museo, el relativismo posmoderno ya lo ha puesto todo en duda, y con la crisis aparecen nuevas formas de violencia política. Un anarquismo sin esperanza que ataca los símbolos locales de la economía global, se ríe de los sindicatos y de la izquierda reformista y conquista portadas en la prensa anglosajona, que siempre ha visto la Europa latina como un lugar incorregible. El nuevo desorden europeo es también un espectáculo para los hijos de la Reforma protestante. Barcelona, cosmopolita y nacionalista, pequeñoburguesa y democrática, moderada y radical, es laboratorio de ese nuevo desorden. Y en Italia ya existen indicios de que del nuevo humus violento -el centro de Roma fue incendiado hace poco- pronto surgirán acciones terroristas.

El regreso de los incontrolados nos recuerda que el gran punto débil de la Generalitat republicana fue el orden público. Todo vuelve. En el último año ha habido un asedio al Parlament de Catalunya y cristales rotos cada tres meses. La Conselleria d’Interior vuelve a ser el gozne de la autonomía. Si la Generalitat no logra preservar el orden, otros tomarán decisiones. Y la gente las aplaudirá.

El asunto es de largo alcance y nada doméstico. Barcelona es hoy una encrucijada importante de los (des)equilibrios del sur de Europa. Y Barcelona padece un problema de cultura política. Poca fibra para tanta retórica (arreglar el mundo, federalizar España o, en su defecto, modificar las fronteras interiores de la Unión Europea). Ante la violencia que puede engendrar un nuevo terrorismo, intransigencia o cobarde relativismo. Esa es la cuestión, mientras vamos a Ítaca, isla, por cierto, intervenida.

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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