Luis de Velasco (Publicado en UPyD, aquí)
Se pierden en el olvido aquellos tiempos en los que el PP proclamaba que, con su victoria electoral y la llegada de Rajoy a la presidencia del Gobierno, la desconfianza (por cierto, bien justificada) respecto de Zapatero y sus decisiones económicas desaparecería; se instalaría la confianza, ese difícil intangible, y a partir de ahí, se iniciaría el camino para nuestra recuperación económica.
Todo ello vendría aderezado con una política de reducción decidida del déficit presupuestario, basado siempre en la disminución del gasto público, nunca en el aumento de los impuestos. En suma, esa doctrina de la “austeridad expansionista” que proclama que el decidido recorte del gasto público aumenta la confianza empresarial y de los consumidores y a partir de ahí, todo es felicidad al entrar en un círculo virtuoso.
Los meses transcurridos desde la toma de posesión de Rajoy y tras el torrente de medidas económicas no parecen confirmar esos pronósticos. Más bien lo contrario, a la vista de la reacción de los mercados, si tenemos en cuenta la evolución de la prima de riesgo y la última subasta de deuda, este reciente miércoles. Ello parece indicar que los presupuestos recién presentados no convencen a los prestamistas. Pero ¿no convencen porque no se creen que el objetivo de déficit será alcanzado o porque creen que el problema central es el paro, como consecuencia primera de una economía que no crece, sino que decrece y que va a seguir, como mínimo, estancada en los años inmediatos? Seguramente, ambos factores influyen; lo que no es posible es decir en qué proporción cada uno. Mala cosa, en cualquier caso.
Como tampoco ayuda a esa confianza el anunciar hasta la saciedad que los impuestos no subirían y esa fue la primera medida adoptada. (A los operadores en los mercados les tiene sin cuidado si suben o no y si son o no equitativos. Lo que les inquieta es la rectificación en cuanto significa incertidumbre.) Como tampoco ayuda el retraso electoralista en la aprobación de los presupuestos, con la complicación adicional del resultado en Andalucía. Como tampoco ayuda la falta de decisión en encarar una auténtica reforma del sistema financiero, archivado ya definitivamente aquello del sistema financiero más sólido del mundo y las famosas provisiones genéricas.
Seguramente, lo más importante, y que una y otra vez los agentes externos desde Berlín, Frankfurt o Bruselas hasta Washington o las agencias de calificación repiten: el gasto autonómico y la falta de decisión del Gobierno central de encarar seriamente este tema clave. Cierto que el actual gobierno muestra más decisión que el anterior (tampoco hace falta mucho), pero los datos del presupuesto son poco alentadores. El recorte es casi en su totalidad a la Administración central y las medidas previstas o avanzadas para controlar a las autonomías resultan insuficientes. El Gobierno ha optado por lo más sencillo: recortar “en casa” y no enfrentar a los jerarcas autonómicos y sus poderosas redes clientelares. Y sin embargo, si quiere empezar a solucionar la crisis, tendrá que decidirse a ir a la raíz de la misma, que es más que económica. La incógnita es si tiene decisión y apoyos para esa hercúlea tarea. Lo veremos en los meses inmediatos.
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Luis de Velasco es portavoz del Grupo Parlamentario Unión Progreso y Democracia en la Asamblea de Madrid