Pedro Calvo Hernando (Publiado en Diario de León, aquí)
El escaso entusiasmo del Gobierno de Rajoy y de su partido ante los indicios
de giro socioeconómico positivo en Europa impulsado por el probable triunfo de
François Hollande pone de manifiesto que tienen mucha razón quienes estos días
están asegurando que el nuevo poder de España aprovecha la crisis económica para
imponer un retroceso social y económico que dé al traste definitivamente con el
Estado de Bienestar levantado en nuestro país durante muchas décadas. Ese afán
desmedido por lo que ellos llaman reformas y que no son nada más que recortes y
hachazos en los derechos de los trabajadores, esas no tan veladas amenazas de
llegar hasta el fin, viernes tras viernes sin parar durante toda la legislatura,
no puede ya significar otra cosa que el entusiasmo por el desmantelamiento del
sistema construido durante todos los años de democracia y la implantación de una
feroz alternativa ultraliberal, retratada con toda exactitud en el congreso
madrileño del PP del fin de semana. En una palabra, aprovechar el pretexto de la
crisis para imponer un cambio ideológico.
Ese es el mayor peligro, pues nada indica que los hachazos vayan a ser
temporales, mientras durase la crisis, sino eternos. Claro, no cuentan con la
reacción de la mayoría de los españoles, que no van a permanecer ovejunamente
quietos ante lo que se avecina, mejor dicho, ante lo que ya está encima. Se
supone que la mayoría propiciará un cambio político en cuanto que se percate del
todo de lo que sucede y se llegue a tiempo no ya tal vez de impedirlo, sino de
reponer las cosas en su estado inicial, de donde no debieron moverse ni con
crisis ni sin crisis.
Por eso vengo advirtiendo de la trascendencia del cambio que el domingo
próximo puede suceder en Francia y sin el cual estaríamos seguramente hablando
de agua de borrajas. Esa cumbre del crecimiento tras las elecciones
presidenciales francesas sería el escenario del principio del cambio, pues hasta
frau Merkel parece que empieza a pasar por el aro, un aro que se estrecharía
muchísimo en el caso de una reelección del actual presidente Sarkozy.