(Publicado en República de las ideas-Caffe Reggio, aquí)
Mariano Rajoy está calentando el ambiente ante su inminente -este viernes- encuentro con Pedro Sánchez a quien le ha advertido que es ‘imposible y no democrático un gobierno contra el PP’. Algo de razón tiene el líder conservador que insiste en su proyecto de gran coalición PP, PSOE y Ciudadanos, al tiempo que le recuerda a Sánchez que al día de hoy solo tiene dos salidas: Podemos o elecciones anticipadas.
Y Pedro Sánchez habla de su investidura como si tuviera al alcance de su mano los votos favorables y abstenciones suficientes para salir airoso de semejante prueba. Y puede que los tenga si: está decidido al pacto con Podemos, tiene los apoyos del PNV, IU y CC, y además ha conseguido la abstención de ERC y DiL. Y sobre todo si cuenta con la aprobación del Comité Federal del PSOE.
Sánchez está en las manos de Pablo Iglesias, y no solo de Iglesias sino del total de los diez partidos que hacen falta para la investidura y para legislar: PSOE, Podemos, En Comú, Compromís, Mareas, PNV, IU, CC, ERC y DiL.
Incluso con ellos Pedro Sánchez no tiene votos suficientes para lograr una reforma de la Constitución como promete. Y tendrá en el Senado muchas dificultades y bloqueo de tiempo y procedimiento si pretende cambiar ciertas leyes. Como puede tener problemas a la hora de aplicar algunas reformas y políticas sociales y económicas que podrían no ser aceptadas por PNV y CC, partidos más cercanos al centro-derecha que a una izquierda radical, como la que lidera Podemos.
Como se podría encontrar Sánchez con numerosos problemas políticos y de opinión pública por las posibles actuaciones -algunas de ellas ya las estamos viendo en ayuntamientos y Comunidades Autónomas- de los dirigentes de Podemos, máxime si son ministros del Gobierno.
Pedro Sánchez no lo tiene nada fácil y puede que se empeñe en acudir al Congreso de los Diputados -‘yo voy en serio’, dijo- sólo para utilizar el debate de investidura como un trampolín de lanzamiento de la campaña electoral del PSOE, en el caso de elecciones anticipadas. O para renovar -el día 8 de mayo- su liderazgo en el PSOE.
Sin embargo si Sánchez no consigue la investidura también habrá cosechado un importante fracaso político, porque habría engañado al Rey cuando le dijo que estaba en condiciones de formar gobierno, y a su partido cuando declaró que estaba en condiciones de alcanzar el pacto. Y también al conjunto de los ciudadanos por prometer lo que no tenía a su alcance. Con la misma facilidad que prometió, sin decir la verdad, la reforma constitucional que es imposible sin el apoyo del PP.
Pero ahí van los dos por vías paralelas de imposible confluencia. Rajoy, que hoy se entrevistará con Albert Rivera con un PP sumido en el caso de la corrupción valenciana y en el blindaje de Rita Barberá. Y Sánchez, que tiene abiertas negociaciones con Ciudadanos sin saberse para qué, dado que Iglesias se opone a C’S y Rivera a Podemos.
Seguimos, pues, en un callejón sin salida pero dejando pasar los días, y camino de la sesión de investidura de Sánchez prevista para finales de febrero o primeros de marzo, tenga o no los apoyos suficientes para salir airoso de ese trance. Es cierto que todavía le quedan dos o tres semanas y que, en el caso de no lograrse la investidura, incluso podrá contar con dos meses más para intentar un acuerdo antes de que se agote el tiempo oficial de la investidura (dos meses desde la primera votación), tras el que será obligada la convocatoria de unas nuevas elecciones generales si nadie, en ese tiempo, consigue el apoyo del Congreso de los Diputados, lo que sin duda es una posibilidad.