No hay caminos milagrosos para recuperar lo que se ha convertido en el leit motive de la propaganda de la izquierda (el cacareado "estado del bienestar")
"Non liquet " era una expresión utilizada por los jueces romanos para indicar que no entendían una causa. Y es muy posible que, para muchos ciudadanos de a pie, lo que está sucediendo entre la UE y España, entre los grandes "sabios" de la Comisión Europea y este país irreconocible que, una vez fue, el mayor poder del mundo o entre los propios españoles, que parecen incapaces de entenderse entre sí, de arrimar juntos el hombro para sacar al país de su evidente degradación económica, política y social; se pueda considerar como "non liquet". Incomprensible y difícil de digerir para quienes no entienden más que de su propia economía familiar y que se sienten tan confundidos con lo que nos está sucediendo, que ya no son capaces de vislumbrar, no sólo lo que nos va a suceder en un futuro inmediato, evidentemente bastante negro; sino, incluso, lo que se van a encontrar en un futuro más lejanos nuestros hijos y nietos.
Si apenas hace unos cuantos meses se nos urgía, desde Europa, a que lleváramos a cabo cuanto antes una reforma laboral en profundidad de la que daba la sensación que era la clave de nuestra recuperación económica; ahora, como se suele decir "a tiro pasado", resulta que, los mismos que nos recomendaban tal medida, parece ser que ya no opinan lo como entonces y nos advierten, en el colmo de las contradicciones, que la reforma que ha hecho el Gobierno Español provocará, en el corto plazo, una mayor caída del empleo y un crecimiento más moderado o, incluso, una reducción de salarios. Es posible que, los simples ciudadanos, no alcancemos a poder descifrar los últimos objetivos de este ente, tan descoordinado, como es la UE y su Parlamento; que seamos incapaces de comprender el hecho de que, las decisiones del Parlamento europeo, estén supeditadas a la situación interna de países como Francia y Alemania, donde da la sensación de que, los que han estado gobernando hasta ahora, han sido o van a ser desbancados por sus adversarios políticos, para dar paso a otros gobiernos que, en definitiva, no van a tener otro remedio que aceptar la realidad y someterse a las leyes inalterables o, al menos, de muy difícil suplencia, de la economía de mercado.
Claro que es posible que, estos nuevos reformistas de izquierdas, tengan la intención, como parece que se ha puesto de moda entre determinados grupos marginales, de defender soluciones drásticas – utilizando métodos ya experimentados en las naciones de detrás del Telón de Acero, de ingrato recuerdo, cuyos resultados prácticos fueron la falta de incentivos a la producción y la rebaja del nivel de vida, con el consiguiente empobrecimiento del que, como suele ocurrir, sólo se salvaba la clase dirigente que ejercía su poder dictatorial a costa de las cercenadas libertades individuales sus súbditos – para volver a los métodos igualitarios o, como proponen algunos descerebrados, regresar a. las tesis ácratas de Bakunin o del anarcocomunista Kropotkin.
Lo que, de verdad, despedaza cualquier esperanza que pueda tener la mayoría del pueblo español, aquel que está convencido de que no hay caminos milagrosos para recuperar lo que se ha convertido en el leit motive de la propaganda de la izquierda (el cacareado "estado del bienestar" que, desengañémonos, nunca, al menos en muchos años, vamos a conseguir recuperarlo tal y como estábamos acostumbrados a vivirlo), más que volviendo a empezar, reactivando valores tan importantes como el esfuerzo, el trabajo, el estudio, la ambición de superar obstáculos y la conciencia de que no es el Estado quien ha de dárnoslo todo, sino que somos los ciudadanos quienes tenemos que ganárnoslo por méritos propios. Ya pueden reunirse los indignados y convertir sus manifestaciones en pequeños reinos de Taifas, donde cada grupo se cree en la posesión de la verdad, elabora sus utopías y después, en un exceso de soberbia y autosuficiencia pretende que los demás las acepten como si se trataran de axiomas. La prueba es que ni entre ellos mismos hay unidad, ni no son capaces de elaborar y exponer un programa unificado, medianamente estructurado, que sea coherente y realizable. Como suele ocurrir con estos eventos de masas, es imposible que se sepa quienes, en realidad son los dirigentes, si es que los hay y quienes representan a las distintas facciones que las integran.
En todo caso, es cierto que el descontento del pueblo va in crescendo y que no parece que en la UE haya la necesaria unidad de criterios, especialmente en lo económico y financiero, para afrontar los problemas, distintos por supuesto, a los que se enfrentan las distintas naciones que se encuentran en una posición más delicada en relación a su deuda, pública y privada. Existe el peligro de que, en un momento determinado no se puedan atender los compromisos de pago, por no poder renegociar la deuda a su vencimiento o debido a que los intereses, el seguro de garantía y la prima de riesgo correspondiente, sean tan elevados que hagan imposible, a la nación, el poderlos asumir.
El ejemplo de Grecia, quizá por la similitud del carácter de sus ciudadanos con los de los países mediterráneos; nos permite imaginarnos cual será nuestro destino si, en lugar de buscar un acuerdo entre todos los partidos, las instituciones y los ciudadanos, para salvar la nación, continuamos empeñados en echarlo a rodar todo, simplemente por ambiciones personales, afán de protagonismo,.juegos estudiantiles o intereses espurios de algunos partidos de la izquierda, como el PSOE, empeñados en poner en cuestión cualquier medida del PP, solamente porque saben que ellos fueron los que desataron esta situación, no la supieron enfrentar, negaron que existiera y, por fin, entregaron al nuevo Ejecutivo una nación completamente endeudada, mal administrada, peor dirigida y llena de fraudes en los que se han malgastado miles de millones de euros.
Piensan, egoístamente, que olvidándose de sus responsabilidades, anteriores y presentes, respecto a las causas de la situación actual de la nación y recurriendo a la demagogia y al desgaste del actual. Gobierno, van a conseguir hacerse de nuevo con el poder, cuando no lo lograron a través de las urnas. Lo malo es que, estas especulaciones partidistas, chocan frontalmente con lo que es la realidad del momento, en la que estamos prácticamente en manos de Bruselas y de lo que ellos decidan que hagamos. Que si no estamos de derecho intervenidos no hay discusión posible que, si no conseguimos colocar nuestra deuda, si sigue aumentando la prima de riesgo y los intereses que debemos pagar por recolocarla no bajan, ya pueden despedirse todos estos calculadores, sean del PSOE o sean de los partidos nacionalistas, de que sus planes puedan realizarse puesto que, el destino de España ya no depende del gobierno que tengamos, sino de lo que decida hacer Europa con nosotros y de lo que tenga a bien imponernos para poder seguir en la Zona Euro. Si, como parece que están poniendo sobre el tapete los griegos, lo que se pretende es salirse de la moneda única, ya podemos prepararnos para una devaluación automática cercana al 80% de la moneda nacional lo que, evidentemente, vendría a suponer que, cualquier intento de recuperar, aunque fuere una parte mínima de este "estado del bienestar", que tanto se está aireando por los partidos de izquierda; sería baldío y estaríamos condenados a quedar como un simple apéndice molesto e incómodo de la UE.
No creo, señores que sea momento de jugar a revoluciones o a convertir las calles en un semillero de manifestaciones o algaradas. No hay opción, o cumplimos con nuestros compromisos o nos intervienen. No creo, señores, que haya otras alternativas viables. O eso es, señores, lo que pienso sobre nuestra situación económica.
Miguel Massanet Bosch