(Publicado en El Mundo-Reggio´s, aquí)
OTRAS VOCES: CABO SUELTO
LA ‘performance‘ comunera del alcalde y diputado Sánchez Gordillo viene a llenar el vacío del posado ibicenco que tiempo atrás perpetraba Ana Obregón con un triquini de más y unas costillas de menos. Ambas acciones se han instalado en la zarza ardiente de este viernes como un Alien gestual y ya no se distingue la confusa mano de la revolución de la difusa zarpa del espectáculo. En las dos escenas hay un mismo afán: asaltar la actualidad, instalarse en ella, pedir foco. La romería naïf de Sánchez Gordillo en el Mercadona supone un golpe publicitario del comunismo encriptado, que trasciende así el sentir de reserva apache acondicionando su mensaje a un idioma de rellano que todos comprendemos: la desesperación justifica los medios.
Este arroz y tartana cala muy bien por fácil y blasfematorio. En un país que cuenta con una doble sima de corrupción y mal gusto en las altas esferas, el populismo crudo posee una fuerza plástica (que no intelectual) muy contagiosa. Pero un desclasado siempre será un ladrón mientras un millonario sólo es un cleptómano. (Es mi dosis de demagogia). Lo fácil ahora es arrestar a Sánchez Gordillo. Lo difícil es hacer entender a quien ya no cuenta con un puto euro que la alternativa del pillaje es un fracaso en sí misma, porque sólo funciona en los ratos en que está abierto el súper. Al final, toda rebelión mal entendida se pone contra el desesperado y le desdice. Su abundante utopía deriva en vaina seca, pues para denunciar la injusticia latente no vale sólo con la escasa gracia de la lenteja y su rico sabor a pobre.
Sánchez Gordillo vive la política como colectividad (con sus monótonos derrapes), igual que otros viven de lo mismo como corporación (con sus constantes abusos). El gamberrismo aparcero del alcalde de Marinaleda, su chuleo alegre y delincuente, está anunciando que toda realidad cruel genera un juego de amenazas. Y resulta tremendamente eficaz. Ayer bajé a la droguería del puerto a por mi colonia y al entrar con la barba desastrada y algún resto de sal, la amable dependienta me envió para la cata al señor de Prosegur. Ya volveré.
La prosperidad de otros veranos se cifraba en meter a los ancianos en un autocar y asistir al posado termal de la Obregón, característico por tener siempre las piernas cruzadas del revés. Entonces vivíamos como horteras, sin sospechar que un poco más allá haríamos nuestra Bastilla jornalera en el chozo del Mercadona. Buen finde.
Parami lo que cuentan sont los hechos y no las palabras.
Podemos decir muchas cosas pero si no hacemos nada no vale nada.
En esta crisis que los cuidadones no creen en nada y en nadie, ellos necesitan ver los actos para creer en algo.