Es evidente que los hay que piensan que se puede "comer a dos carrillos", o lo que es lo mismo, intentan ciar y a la vez avanzar, obteniendo todos los beneficios que les puede proporcionar una opción escogida sin querer apechugar con los inconvenientes que se puedan derivar de la misma. Quizá sea este el caso de Sandro Rossell, el presidente del club de fútbol Barcelona, una entidad que, por desgracia, a sus éxitos deportivos pretende incorporar una vena política e independentista que, al menos, a mi modesto criterio, no se puede compaginar con lo que debería ser cualquier competición deportiva, que debiera limitarse a un enfrentamiento individual o colectivo, para medir las habilidades en un deporte, de ambos contendientes;: dejándose de otros fines o segundas intenciones, que pudieran desvirtuar y ensombrecer lo que debiera ser una simple competición deportiva sin aditamentos políticos. El señor Rossell peca de cándido o de iluso porque debiera saber, en primer lugar, que esto de una Catalunya independiente no es más que una fantasía, una especie de ilusión utópica que, como entendía el escritor británico Samuel Jonson, en su obra: "La historia de Rasselas, príncipe de Abisinia": "Todo predominio de la fantasía sobre la razón constituye un grado de locura", algo que parece ser contagioso, ya que parece que viene afectando a muchos catalanes que empiezan a creerse por encima de la democracia, la Constitución y la voluntad de la mayoría del pueblo español.
El que el señor Rossell piense que su equipo de fútbol, en caso de una hipotética separación de Catalunya de España, seguiría formando parte de la Liga española, parece que es una creencia general, no sólo en el aspecto deportivo, sino en el comercio, la industria, la agricultura y las mutuas relaciones. Muchos separatistas siguen pensando en una separación amable, light, amistosa, sin rupturas y con el apoyo del Estado español, que también se prestaría a continuar inyectando dinero y cooperando con los independentistas como si no hubiera ocurrido nada, es posible. Evidentemente, los que así piensen están muy lejos de conocer el carácter de los españoles. Cuando alguien se dedica a tocarnos las narices, no somos como los pueblos nórdicos, al estilo de Suecia o Noruega, nuestra sangre es latina y junto a las cualidades que ello comporta también tenemos, como se ha demostrado a través de nuestra historia, la sangre fácil de calentarse y no perdonamos con facilidad a quienes tratan de traicionarnos. Lo comprobaron los franceses con Napoleón; lo sufrieron los comunistas en la Guerra Civil y seguramente, en un grado menor, lo comprobaron los vendedores de Cava catalanes, cuando Madrid y el resto de España dejaron de adquirir productos catalanes, especialmente cava.
No, señores, el jugar, como hace el señor Mas, a la independencia, comporta reacciones, en el resto de la nación española, de repulsa hacia aquellos que se muestran hostiles hacia ella; las bravatas, carentes de soporte legal del Gobern catalán, irritan a la mayoría de ciudadanos de nuestra nación y es fácil darse cuenta, a través de las noticias que van llegando, del creciente cansancio que se viene produciendo entre la ciudadanía española, que está empezando a pensar si es que no hay en este país quien tenga los arrestos que se precisan para poner fin a tanta demagogia, a tantos insultos, a tantas provocaciones y a tantos desafíos a las leyes, los tribunales, y la Constitución española. Como diría el humorista Mota, tantas manifestaciones, tantos periódicos vendidos al separatismo, tantas amenazas y tanto pedir el dinero de los españoles resulta, señores, algo "cansino", extremadamente cansino y desagradable.
Porque, al revés de lo que piensa el señor Rossell, si Catalunya llegara a conseguir la independencia de España muchas cosas cambiarían en ella y, seguramente, no para bien, como ellos piensan, sino para empeorar. Por de pronto, por mucho que se empeñen en decir que quieren ser europeos, les resultaría bastante difícil su integración en Europa y sus dirigentes lo saben aunque pretenden ocultarlo. Las fronteras suponen pago de aduana, recargos, limitaciones y dificultades para el tránsito de mercadería para otros países, por ejemplo, Portugal o África. La situación económica en la que se halla Catalunya es evidentemente la peor desde hace muchos años y sus alardes de ser el motor industrial de España no deja de ser una postura que, en muchos aspectos, carece de una base solvente. Hoy mismo, un periódico catalán habla de que Catalunya, con 44.000 millones de euros, sigue a la cabeza de la deuda autonómica y sigue creciendo a un 9'5% anual. El mismo señor Más ha reconocido que tiene que acudir al fondo de Ayuda creado por el Gobierno español, para solicitar 5.000 millones con, ya que no tiene liquidez para afrontar los próximos vencimientos de deuda y pagos corrientes. Y, desde luego, amigo Roseen, tendría usted que jugar con la liga Francesa, llevando un uniforme con la bandera roja, blanca y azul y esto, suponiendo que los franceses quisieran un competidor de fuera para sus equipos nacionales ¡No se olviden de la grandeur francesa!, porque, mucho nos tememos que, en España, no tendría la más mínima posibilidad de jugar su gran Barça.
No se crean que el puerto les daría mucha ventaja porque, el de Valencia, ya está preparándose para hacerles la competencia. Habría que ver como podrán sostener sus aeropuertos y evitar que las multinacionales que, actualmente, se han hecho cargo de las principales empresas catalanas, que ya no pertenecen a sus antiguos propietarios, se quedarían para tener que soportar una fiscalidad muy elevada ( no les quedaría otro remedio a los dirigentes catalanes si tuvieran que sostener una asistencia sanitaria y una farmacoterapia tal y como se viene haciendo en la actualidad), el verse obligados a someterse a una lengua minoritaria y gobernados por un gobierno de izquierdas. Porque señores, esta es otra. Los de CIU pueden pensar que van a gobernar las derechas y pueden hacerse ilusiones de que serán ellos los que corten el bacalao, pero andan muy equivocados porque de siempre, Catalunya, ha sido de izquierdas, antes y después de la Guerra Civil. Si ahora la izquierda colabora en muchos aspectos con el gobierno convergente, se debe a que a todos ellos les interesa salir de la tutela Española. Pero, tan pronto como Catalunya se independizara, no tengan la menor duda de que las izquierdas se sacarían de encima a los pujolistas y demás soñadores y se harían con el poder.
No va a suceder, pero nos gustaría ver lo que opinarían todos estos catalanes, que tanto gritan reclamando la independencia, cuando se vieran agobiados de impuestos, con una peor asistencia sanitaria y con un paro todavía muy superior al que estamos padeciendo en esta autonomía. Si, señor Rossell, su equipo jugando con el Granollers y sus conciudadanos dándose cuenta de que el 60% de su producción, que vendían al resto de España, ahora debe venderse en Etiopía. ¿Y estas grandes cifras que reclaman al Estado para inversiones, como la autopista del Mediterráneo, qué sería de ellas si no las financiara el ministerio de Fomento? O es que ¿con una deuda de 44.000 millones y apenas sin efectivo para pagar las nóminas de los funcionarios, conseguirían ustedes inversiones externas? ¿Préstamos internacionales, cuando la agencia Fitch ya está hablando de rebajar la deuda catalana a deuda basura, con perspectiva negativa? Se puede soñar, se puede pensar en la bandera estelada y se puede renegar de los españoles, dándoles las culpas de todo lo malo que le ha sucedido a Catalunya (descontando los errores propios de los gobernantes catalanes, empezando por el Tripartit), pero, señores, la realidad no permite más que reconocer la imposibilidad de tal aventura. O esto es lo que, señores, me parece a mi.
Miguel Massanet Bosch
Cuando vivimos en un pais y hay diferentes populaciones,colturas,lenguas hay que intentar de respectar cada populacion, pero cada pouplacion tiene que ser fiel y respectar los leies del pais que uno vive.
es muy complicado.