La escritora francesa del siglo XIX, Marie Catherine Sophie, vizcondesa de Flavigny, más conocida en el ambiente literario como Daniel Stern, vivió en pareja con el músico Franz Liszt con el que tuvieron tres hijos. En su obra "Morales et politiques esquisses" trató el tema de la exageración o la hipérbole, como se prefiera, con las siguientes palabras: "Existen pequeñas verdades que, a fuerza de exagerarlas, se convierten en grandes mentiras". Estos días, bulliciosos y extremados días, tenemos la sensación de que una parte, no sé si importante o no, de nuestros conciudadanos parece que ha perdido súbitamente la memoria, que padecen de una amnesia no sabemos si como consecuencia de los calores estivales o debido a que los hay que son incapaces de soportar una situación prolongada de estrés como la que estamos sufriendo en este país desde finales del año 2007 que parece como si hubieran nacido ayer y no tuvieran conciencia de lo que le legaron los socialistas de Zapatero al nuevo gobierno del PP. Fuere por lo que fuere hete aquí que no pasa día sin que algún colectivo salga a la calle para quejarse, no sabemos a ciencia cierta si con razón o no, para quejarse de las medidas que está llevando a la práctica el gobierno del señor Rajoy.
Yo también me quejo, me quejo de que Rajoy no haya cumplido algunas de sus promesas que se nos hicieron durante la campaña electoral. Pero, a diferencia de quejarme porque se han tomado medidas de tipo laboral, económico, financiero o social, forzados por las circunstancias y a contrapelo, empujados por Bruselas y por las presiones de las Bolsas que han decidido no concedernos el más mínimo respiro; lo hago, señores, porque otras promesas, como la modificación de la ley del aborto; la defensa del castellano en aquellas comunidades que se han empeñado en erradicarlo o la reducción del aparato insoportable de la Administración y la puesta en marcha de una modificación a fondo del sistema autonómico, sin dejar en saco roto la urgencia de una nueva ley electoral que ponga fin a esta situación en la que unos pocos se pueden convertir en los que puedan dictar la política de todo un país; se han retrasado.
Sin embargo, de todos los protagonistas de este drama en el que se ha convertido el vivir en nuestro país, conviene destacar a un grupo que se ha caracterizado por su estado de hibernación durante el tiempo en el que han ostentado el poder los socialistas, eso sí, bien alimentado, a través de cuantiosas inyecciones de euros para que permanecieron ciegos, nudos y sordos, ante la degradación de España y el aumento constante y cada vez más cuantioso de españoles que se iban quedando sin trabajo. Como habrán deducido ya se trata de los Sindicatos y lo menciono en plural porque, desde hace unos años, tanto CC.OO como UGT van cogidos de la mano como si, en realidad, se tratara de un solo sindicato, con las mismas reivindicaciones, la misma inoperancia, los mismos liberados, el mismo apego a las subvenciones y los mismos aprovechados de siempre; con una particularidad: su bicefalia. Los señores Fernández Toxo y Méndez parece que han decidido despertar de su largo reposo para, visto que sus protectores los socialistas fueron enviados a la oposición por el pueblo español, había llegado el momento de tomar el relevo y echarles una mano, haciendo lo posible para que el nuevo ejecutivo no pudiera llevar a cabo sus proyectos para intentar levantar el país.
Como en España son dos sindicatos desacreditados, no sólo ante la patronal, que también, sino entre los propios trabajadores que han llegado a la conclusión de que no sirven para nada más que para asegurarse sustanciosos sueldos; se han visto obligados, acompañados por esta camarilla de los liberados o portadores de banderas en las manifestaciones, para aparentar más número, a aprovechar las manifestaciones de descontento de aquellos trabajadores o funcionarios que reclaman debido a que se les han bajado los sueldos, para intentar colarse de rondón y hacer ver que ellos son los organizadores de la función. De aquí a que haya alguien que pretenda que la manifestación que ha tenido lugar en Madrid el pasado día 15 era, como algunos la han calificarlo, "una marea humana", existe la misma diferencia que el que califica a un balandro de trasatlántico. 50.000 o 60.000 personas, según los cálculos más optimistas, en la inmensidad de los casi 47 millones de ciudadanos, no pueden permitir a los vociferantes y apocalípticos señores Méndez y Toxo ponerse la medalla de haber conseguido reunir una multitud en apoyo de sus tesis.
Que existe un descontento en la ciudadanía no puede negarse, que a nadie le guste perder el trabajo o que le recorten el sueldo, le suban los impuestos y los recibos de la luz, es algo evidente y así lo vienen dejando ver todos aquellos sectores que salen a la calle para protestar por ello. Otra cosa es que, este disgusto, lo puedan canalizar unos sindicatos que tienen en su haber el haber permanecido callados durante cuatro años mientras, uno tras otro, quedaban en desempleo más de 5 millones de trabajadores. ¿Cómo tienen la cara dura de pedirle al Gobierno que modifique las únicas medidas sensatas, indispensables, viables y que gozan de la aceptación de aquellos organismos internacionales de los que dependemos?, sin cuya ayuda todos sabemos que estamos condenados a la quiebra. ¡Lo peor es que ellos lo saben! y, a pesar de ello, quieren que el Gobierno fracase, pretendiendo que se siga la misma política de subvenciones de los socialistas, que ha sido la principal causa de que ahora nos encontremos en la peligrosa situación en la que estamos.
Lo que no dicen es que, en la actualidad, España está endeudada en un 75% de nuestro PIB, que las arcas del Estado están exhaustas y que el déficit público que dejó el PSOE en lugar de ser de un 6%, como juraba y perjuraba la señora Salgado, ha sido superior al 9'3%. Y esto, señores, por mucho que nos duela o que pretendamos tergiversar, no se ha debido a un mal gobierno del PP, ni es culpa de los actuales administradores. Esta situación de agobio se debe repartir, en cuanto a las culpas, entre la CC.AA, que se creyeron que podían endeudarse indefinidamente porque, al fin y al cabo, el Estado se haría cargo del déficit financiándolo a cargo del erario público y el gobierno del PSOE. No ha sido posible y Europa y las bolsas nos lo han hecho pagar con su desconfianza hacia España. Luego han venido las amenazas a las que el nuevo gobierno se ha tenido que enfrentar sin tener culpa alguna en las causas del derrumbe de nuestras finanzas y la debilidad de nuestra economía. Y ahora, señores, nos aparecen estos sujetos de los sindicatos, bramando pestes contra el Gobierno, cuando debieran de estar hincados de rodillas pidiendo a los trabajadores que los perdonasen por haber contribuido al desarme económico y a la destrucción de empleo; algo que ahora, con la mayor desvergüenza, pretenden endosarle al nuevo ejecutivo.
Huelgas, paros, amenazas, insultos, invectivas y descalificaciones para incendiar el ánimo de los ciudadanos, aprovechándose de un descontento explicable pero que, no obstante, el llegar a exacerbarlo pudiera, sin duda, traer consecuencias nefastas para nuestro país si llegara a proliferar, extenderse y tomar cariz de rebelión de la izquierda; por lo que ello comportaría de merma de confianza de la UE y las Bolsas de valores, en la solidez de nuestra economía y de la confianza respecto a nuestras posibilidades de atender al pago de los vencimientos de la deuda. Un error craso de incalculables consecuencias. O así es, señores, como lo contemplo desde el punto de vista de un simple ciudadanos de a pie.
Miguel Massanet Bosch
Los cuidadones tienen que confiar a sus politicos y en su gobierno.
El gobierno tiene que colaborar con los cuidadones, decir los todo lo que ella tiene en mano, lo que piensa hacer, lo que pasa ahora.