La expresión "temeridad" tiene una multitud de sinónimos, entre ellos: imprudencia, irreflexión, riesgo…, pero si la quisiéramos definir, como lo hace la RAE, podríamos aceptar "imprudencia, exposición innecesaria a un riesgo excesivo". No me resisto a hacer mención, en este punto, a una frase del ilustre Miguel de Cervantes, incluida en su novela Los Trabajos de Persiles y Segismiunda, que dice así: "Los varones prudentes, por los casos pasados y por los presentes, juzgan los que están por venir".
Y es que, señores, cuando se ha puesto sobre el tapete de la política, una opción como la que ha propuesto el señor Mas, presidente del Gobern catalán, consistente en pedir, mejor dicho exigir, la independencia de la comunidad autónoma de Catalunya, basándose en el supuesto mandato que ha creído recibir de unos manifestantes que no alcanzaron el millón de asistentes a los que, por lo visto, se atribuye más peso y legalidad que lo que está escrito en la Constitución española del 1978 aprobada por millones de votos; cuando se ha creado una tensa situación que se masca en los aires de pueblos y ciudades catalanas; cuando se percibe unos aires de enfrentamiento entre catalanistas y españolistas y cuando, quiérase o no, todos los españoles estamos atentos a los movimientos de esta partida de ajedrez en la que, el caballo y la torre, todavía siguen en sus localizaciones de origen, pendientes de la próxima jugada de los independentistas; el que, el señor Sandro Rossell, presidente del Club de Fútbol Barcelona, quiera poner su cuarto a espadas en esta complicada batalla de poderes, no nos es posible calificarlo de otra forma que de una insensata y absurda temeridad, impropia de una persona sensata y moderada, una falsa impresión que nos había dado este señor desde el punto de vista deportivo.
Es cierto que, este equipo catalán, desde hace ya muchos años, ha llevado en sí el marchamo de agrupar entre sus seguidores a los catalanes más de tendencia catalanista sin que, hasta hace unos pocos años, se pudiera decir nada en contra de tales sentimientos hasta la época del señor Laporta, un abogado con más conchas que un galápago que, junto a innegables aciertos en el aspecto deportivo, que levantaron al equipo a unas alturas que nunca había igualado con anterioridad, debemos admitir que, paralelamente a su labor como directivo del BARSA, de algunas actividades no demasiado confesables que parece llevó a cabo mientras estuvo en su cargo de presidente, se puede decir que fue quien inició un camino sin retorno en cuanto a convertir su equipo de fútbol en lo que se ha dado por definir como "algo más que un club". En efecto, bajo su mandato se comenzaron a producir, en el campo del Barcelona, las primeras y sonoras pitadas a la institución monárquica, a la bandera española y las primeras escaramuzas de los famosos Boixos Nois, con quemadas de banderas nacionales y gritos independentistas que, curiosamente, no parece que fueran objeto de repudio por los dirigentes del club.
Con la defenestración de Laporta y su dedicación a la política activa, con la fundación de un partido político extremista e independentista, se produjo su relevo como presidente del Barcelona, siendo sustituido por el señor Sandro Rossell, una persona que parecía que iba a limitarse al aspecto deportivo de la institución, dejando aparte las ideas más o menos separatistas que pudieran tener sus directivos. Estábamos equivocados, el señor Rossell, al parecer, sólo estaba esperando la oportunidad de quitarse su disfraz de persona ecuánime y moderada, para mostrarse tal y como en realidad ha resultado ser: un separatista de la talla de los señores Pujol, Más u Oms; a quien no le preocupa decir a los cuatro vientos que Catalunya es una nación que busca su independencia de España. El peligro está en que, en su deriva transgresora y en sus proyectos de ambición personal ante una hipotética independencia de la autonomía, parece que, como se suele decir, pretende ser "más papista que el propio Papa".
Lo que ocurre es que, quienes pretenden jugar a redentores, quienes se olvidan de sus limitaciones personales o piensan que, el ser un buen gestor en los negocios o haber tenido suerte en su carrera profesional, les capacita para aspirar a ocupar un puesto político de relevancia; algo que, al joven Pujol, sin experiencia en la vida civil, sólo por ser hijo de don Jorge, le permite gozar de una posición privilegiada dentro de CIU, lo que, evidentemente, le ha llevado a cometer las naturales equivocaciones de aquellos que no están preparados para su trabajo. Sólo que, en política, estos errores (lo vimos en Rodríguez Zapatero), tarde o temprano suelen pasar factura. Puede que, al señor Rossell, los éxitos del Barsa, un muy buen equipo en lo deportivo, se le hayan subido a la cabeza y haya sacado la falsa conclusión de estar capacitado para ensayar en el campo de la política. Sea como fuere, ahí lo tenemos sacando pecho y apuntándose al campo de los secesionistas, seguramente pensando en las facilidades que tendría su equipo jugando con el Sabadell o el Hospitales, con los que se podría cebar a gusto.
De lo que no podemos inhibirnos es de que, por los avatares de la Liga española, en unos momentos de gran tensión entre España y su autonomía catalana; mañana se debe celebrar, en el campo del Barcelona, un encuentro de máxima rivalidad, no sólo deportiva, como debiera ser, sino que, por los prolegómenos que lo preceden y el evidente morbo que lo acompaña, puede ser que, al menor incidente, fortuito o provocado, se encienda la chispa y, el Camp Nou se convierta, en segundos, en una gran hoguera separatista que, tanto por el aforo del estadio, como por reunir en él a la flor y nata del separatismo catalán, pudiera dar lugar a una situación de alto riesgo imposible de controlar por las fuerzas del orden. Esto ocurre cuando se calienta a las personas apelando a sus sentimientos. Para empezar, no parece que en el campo ondee la bandera de España y, por el contrario, se ha creado una pantomima, con la colaboración de los asistentes, por medio de la cual todas las graderías quedarán cubiertas por una inmensa bandera catalana. ¿Una provocación?, ¿una táctica para amedrentar a los jugadores del Madrid? ¿Un insulto más hacia los españoles? o ¿una amenaza consistente en advertir al gobierno de Rajoy que son muchos y están dispuestos a hacer frente, con todos los medios a su alcance, a lo que ellos califican como "dominación española"?.
No creo que los españoles, lo que realmente estamos orgullosos de serlo, pudiéramos tomarnos, una vez más, sin reaccionar, una afrenta a nuestra nación, a nuestros símbolos y a la unidad de España si, en el Camp Nou, se llevaran a cabo actos vejatorios, ofensivos o ultrajantes para nuestros símbolos patrios o que supusieran un incumplimiento claro de lo dispuesto en nuestra Carta Magna, ¡Todo tiene un límite y nuestro Gobierno debiera saber que ya llevamos mucho tiempo, los que amamos a España, tascando el hierro de la impotencia ante la impunidad con la que algunos ofenden y humillan a nuestra patria! ¡Ahora si toca, señor Rajoy, basta de gallegadas y haga que, en E Estado de Derecho, se cumpla a rajatabla la Constitución en todos sus términos! Para eso le dimos nuestra confianza muchos españoles, no haga que nos arrepintamos de haberle votado. Esperemos, con confianza, que estos malos agüeros no se cumplan, que todo trascurra en el campo de deporte con normalidad y que no tengamos que lamentar, una vez más, las imprevisiones de nuestros políticos. O así es, señores, como valoro la situación en esta díscola región de España.
Miguel Massanet Bosch