R. Ventura-Melià (Publicado en levante-emv.com, aquí)
Hace años que desde diferentes ideologías se trata de analizar la evolución de la política y la situación de los partidos y los políticos en España. Por coincidir con una etapa en que se destaparon muchos casos de corrupción, relacionados con la burbuja inmobiliaria y las administraciones autonómicas, se achacó a la doble influencia negativa de los constructores y los favores „o contratos„ concedidos desde el poder. A ello se añadió el desfonde de las cajas que tenían control institucional y que habían incurrido en estos mismos manejos con el agravante de llevarlas al precipicio y la necesidad de un rescate internacional que saldrá caro a todos los españoles.
Por ello, no es raro que se haya dicho que toda esta corrupción había salido de la falta de controles, de vigilancia de la clase política, que había vivido por encima de sus posibilidades y que se correspondía a una época de decadencia (piensen en el Imperio Romano, la tercera República Francesa, la época de Napoleón III, la Restauración Española con su turno…). Una vez más, la sociedad había llegado a un límite en el que se necesitaba una reorientación.
Que el juez Pedraz, en un auto sobre los detenidos del 25S, haya señalado a esta «decadencia política» ha enfurecido a diversos representantes de partidos, que han salido a arremeter contra él, con descalificativos, o con reparos peregrinos, traídos por los pelos. Nada substancial, y menos que demuestre lo contrario, una pretendida buena salud de la política española. No es la crisis la que les ha dejado casi desnudos, sino su debilidad anterior la que ha agravado y ahondado el abismo en que se encuentra la sociedad española, con tintes muy especiales por el desgaste de la fórmula autonómica (y no sólo la financiación, en mínimos).
En estas circunstancias, de todos lados han detectado la incapacidad de las dos últimas legislaturas para llegar a acuerdos serios para solucionar parte de los graves problemas. A día de hoy sigue brillando por su ausencia la falta de entendimiento, de voluntad o de capacidad. Hemos ido a menos. Cuando Juan Carlos I se refirió a la transición desde la dictadura a la democracia, estaba constatando lo mismo. La falta de consenso y la falta, seguramente, de personalidades capaces (individualismo, personalismo, ambiciones, pasión cainita…).
Querer negar lo que hace más de una década es obvio „y que nos arrastra a los pies del mercado, y a la espera de un rescate implacable„ es un singular ejercicio de funambulismo. O de temer verse desnudos ante las masas que padecen todos los recortes y están hartas. Lo han demostrado desde hace años, contra Rodríguez Zapatero, contra Rajoy, desde los sindicatos, y desde movimientos como el 15M o el 25S. No son algaradas, no va en broma, va más lejos. Y esa decadencia política se empeña en no verlo ni atender las crecientes demandas.
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Hoy en todo el mundo la majoria de los politicos no hacen su trabajo como deve ser. Los politicos de hoy solo piensen de sus puestos y no de sus publico. Como mejorar la vida de sus eleciones.
Eso es lamentable.