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Los ricos, aún más ricos (por Gabriela Cañas)

Publicada el octubre 15, 2012 por admin6567
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La desigualdad social es un riesgo grave que amenaza también al crecimiento económico

  • Los servicios sociales ya atienden a más de ocho millones de personas

Gabriela Cañas Madrid (Publicado en El País, aquí)

Quizá sea exagerado afirmar que estamos a las puertas de una Tercera Guerra
Mundial como empieza a decir más de uno, pero cada vez son más organismos
internacionales los que sospechan que la creciente desigualdad es el mayor
riesgo al que se enfrentarán nuestras sociedades en la próxima década. El Foro
Económico Mundial, el FMI o la OCDE ya han alertado sobre los peligros de esta
deriva que está registrando el mundo desarrollado en el que —simplificando— los
ricos son pocos y cada vez más ricos, y los que menos tienen son cada vez más y
sus ganancias disminuyen. La brecha se acrecienta. En Estados Unidos, los datos
son escandalosos. En ese país, como señala The Economist, el 1% de la
población con más ingresos ha pasado de detentar el 10% de la riqueza al 20% en
los últimos treinta años.

Este fenómeno del aumento de la disparidad de ingresos entre ricos y pobres,
que se inició ya en 1980, se ha acelerado con la crisis. El salario medio en
Wall Street, por ejemplo, ha crecido en plena Gran Depresión durante los dos
últimos años en un 17% alcanzando los 281.000 euros. En general, como contaba en
este periódico Sandro Pozzi el pasado jueves, las retribuciones en el sector
financiero suben mientras se recortan plantillas.

Solo Latinoamérica y amplias zonas de África, de donde no tenemos datos para
analizar la tendencia, se salvan de una deriva tan escandalosa. Mientras la
riqueza se concentra y crece de manera desmedida, las clases medias y las menos
favorecidas se empobrecen hasta el paroxismo. Es una deriva peligrosa e inmoral
en la que España destaca de manera especial. El índice Gini que mide esa brecha
entre ricos y pobres se ha disparado desde 2008, año inicial de la crisis, hasta
convertir a este país en el más desigual de la eurozona. La coyuntura económica
y, sobre todo, las políticas imperantes están dando al traste con uno de los
logros más importantes de la democracia española, que logró situar a España
entre los países de mayor desarrollo humano del planeta, un índice que tiene en
cuenta el acceso general de la población a la riqueza, la educación y la
sanidad.

La pobreza por sí sola no genera un malestar social suficiente como para
desatar un conflicto de mayores consecuencias. Es la desigualdad y la injusticia
intrínseca que conlleva la que provoca las peores tensiones. Latinoamérica debe
en gran parte su pasada inestabilidad política al hecho de ocupar el primer
puesto en desigualdad social. Tras los gravísimos altercados vividos este verano
en las minas de Sudáfrica está el hecho de que el 80% de las reservas de platino
del mundo están en ese país mientras su población no acaba de beneficiarse de
ello.

La situación es explosiva. En Sudáfrica, como en Grecia, como en España, el
paro afecta ya a una cuarta parte de la población activa. Son países, sin
embargo, en los que hay grandes fortunas, salarios estratosféricos y,
nuevamente, unas políticas económicas de corte radicalmente liberal que, como la
lluvia fina, una parte de la sociedad acepta como algo natural. El mismo día en
que Oliver Wyman cifraba en 53.745 millones de euros las necesidades de la banca
española para sanearse, en algunas tertulias públicas no se hablaba del
insoportable peso de esas entidades financieras mal gestionadas que tanto dinero
han perdido —o desviado— y que ahora hay que rescatar. No. Se hablaba de que el
Estado de bienestar que tenemos es insostenible. Y como ese es el mantra de los
que gobiernan, el resultado obvio es una injusta transferencia del dinero de los
contribuyentes hacia esas entidades.

La buena noticia no es que los organismos internacionales se hayan convertido
de pronto en ONG sensibles a los sufrimientos humanos. La noticia es que tales
organismos se están dando cuenta de que la desigualdad social, además de ser una
bomba de relojería, puede mermar el crecimiento económico. Así lo considera, por
ejemplo, el FMI. De manera que, por la razón que sea, quizá ya no estemos a las
puertas de una Tercera Guerra Mundial, sino en el umbral de una rectificación
que es urgente para evitar daños peores, incluso para los ricos. Las políticas
económicas tienen que cambiar y estas no deberían volver a olvidar que erosionar
con sus recortes la educación, la sanidad y las prestaciones sociales en general
es el peor error que se ha cometido.

 

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