Sin duda que es costumbre, en algunas personas, generalmente aquellas "venidas a más", el pretender dar una imagen distinta de sí mismas, para intentar dar la sensación de ser más instruidas, más inteligentes o más cultas de lo que son en realidad. En tiempo de los romanos se usaba una frase para calificar a esa clase de presuntuosos:"Piscem natare docet" que traducido al castellano significa "Enseña a nadar a un pez".Y es que, señores, en los tiempos que corremos cada día son más frecuentes esta clase de "pavoneos", seguramente debido a que las nuevas técnicas de comunicación permiten que cualquier zafio con suerte se haga famoso, sólo con aparecer alguna vez en un medio de comunicación, por cualquier motivo que sea, aunque solo se trate por hacer el ridículo, por violar la ley o por atreverse a enseñar las posaderas en público. Es notorio que siempre hemos sido los hombres los que hemos sido tachados de presuntuosos, ególatras, dominantes y engreídos, lo que nos ha valido no pocos reproches, críticas, chascarrillos y descalificaciones por parte de las mujeres que, en esta batalla por reivindicar sus derechos y buscar la igualdad absoluta con los hombres, no han dudado en desprestigiar el roll masculino, para proclamar su supremacía intelectual, su mayor inteligencia, sus mejores dotes de mando y, por supuesto, su mayor versatilidad para ocupar, con preferencia, aquellos cargos que siempre se habían reservado para el sexo opuesto.
Durante estos días pasados hemos visto como, en el colectivo feminista de la Comunidad Europea, se barajaba una iniciativa para demandar, una vez más, la implantación obligatoria de cupos para que, las mujeres, tengan garantizados por ley puestos de responsabilidad, tanto en las Administraciones públicas como en las propias empresas privadas. ¿En qué quedamos, se les debía dar la oportunidad a las mujeres para que, en igualdad de circunstancias, conocimientos, estado físico, méritos y preparación para ocupar un determinado puesto de trabajo o un puesto en el Consejo de Administración de una sociedad, pudieran optar a él? o ¿se trata de que, por una ley, evidentemente discriminatoria, se le ofrezcan especiales prerrogativas a las féminas para ocupar, por cupo, un número de puestos iguales al ocupado por los hombres, con independencia de su preparación para ello? Esto que ha sido designado como "discriminación positiva" a favor de las mujeres.
Hemos tenido ocasión de ver como la ex mujer de Jesulín de Ubrique, el torero, se forraba en la TV vendiendo a pedazos sus intimidades y descargando su rencor y su despecho contra el pobre hombre, cuya suerte quedó marcada el día en que tomó la decisión de dejarla compuesta y sin novio. Lo que empezó siendo un drama, hábilmente explotado por la Belén Esteban, en manos de productores hábiles y locutores sin escrúpulos, aparte de convertirla en millonaria a costa de su pareja, ha conseguido hacer de ella una persona patética, desquiciada, desorientada y obligada a ser esclava de su presencia física, cada vez más deteriorada, sometiéndose a continuadas operaciones para reconstruir una cara que, a base de bisturí, cada vez se vuelve más artificial y menos expresiva. Es posible que la cadena que ha explotado a esta pobre mujer haya ganado muchos millones con este programa, pero a muchos nos da la sensación de que lo que han hecho con ella no ha sido más que condenarla a un negro destino, que puede tardar en llegar pero que, fatalmente, se producirá. Lo curioso es que, a medida que las mujeres alcanzan, aparentemente, esta igualdad con los hombres, o cuando da la sensación de que consiguen superarlos, nos percatamos de que, aquella supuesta facultad de superarnos, de no caer en las mismas equivocaciones o de no dejarse llevar por los impulsos machistas, que tanto ridiculizan al género masculino; no deja de ser más que una más de las falsedades de las que se han valido para desbancarnos y relegarnos, para así ellas poder sustituirnos. Armas no les faltan porque, desde que el mundo es mundo, siempre han utilizado su condición de mujer para aparentar debilidad y así poder torcer la voluntad de los hombres por medio del uso perverso de sus "encantos" y sus habilidades para el engaño, tan propias de su sexo.
Veamos si concretamos. Dejando aparte la serie de desatinos de la ex ministra, Magdalena Alvarez, en su puesto en Fomento, donde fue el hazmerreír de propios y extraños; estos días pasados hemos podido ver un espectáculo mediático a cargo de la señora Isabel Pantoja que, por lo visto, se ha tomado esto de comparecer ante el juez, que la ha imputado de varios delitos de suma gravedad, como si se tratase de escenificar una de sus famosas tonadillas, con aires de persona ofendida y posturas de gran señora. Dando a entender que pretendía imponer su personalidad de personaje famoso al juez que la juzga, cuando se ha dignado contestar a las preguntas de su abogado (se negó, incomprensiblemente, a hacerlo a las del fiscal en un, aparente, error de la defensa) se ha limitado a tachar al señor Muñoz de "chulo" al afirmar, según sus propias palabras: "yo soy quien le he mantenido, yo quien le he dado dinero, yo…", como si ella fuera quien dirigiera el cotarro y dando la apariencia de que, por ser ella, estaba por encima de la Justicia y de quienes la juzgan.
Otro caso vergonzoso, respecto al cual esperamos que la dirección de la TV1 reaccione, es el de esta señora, Mariló Montero, ex del locutor Carlos Herrera, que quiso entrar a saco en el programa "La Mañana de la 1ª" con la pretensión de eclipsar, no sólo a sus compañeros de programa, sino a todos los programas rivales de las otras cadenas. Pues esta señora, aparte de demostrar que el programa le viene ancho, que no se trata más que de una señora de buena presencia, pero con una serie de tics que hacen desmerecer sus actuaciones. Se empeñó, desde el principio, en hacer "gracietas" utilizando palabros de su invención como "chirritin" para sustituir a una pizca, un chorrito o similares expresiones, algo que resulta ridículo y un error, puesto que hay gente que pudiera pensar que estas tonterías eran palabras de uso corriente.
Pero ha resultado, como suele suceder a quienes carecen de facultades para cumplir con una función determinada, que esta señora se atreve a pontificar en sus comentarios y así es como mete la pata hasta el corvejón, como le ha ocurrido hablando de trasplantes de órganos de delincuentes, cuando dijo, con toda solemnidad y refiriéndose a la donación de órganos del "asesino del Salobral,": "Nunca se sabe si ese alma está también transplantada junto a ese órgano", y se quedó tan pancha. Naturalmente, ha debido disculparse ante el aluvión de críticas recibidas de la audiencia. Pero es que, esta misma señora, incurrió, hace apenas un par de meses, en otro error al tratar de forma poco cortés a su compañera Igartiburu, cuando la entrevistó en su programa. Nuevas disculpas y pelillos a la mar ¿Es que, en la TV1, no hay nadie que mande y ponga remedio a semejantes salidas de tono de una presentadora que, evidentemente, no sabe medir sus palabras ni controlar sus impulsos?
Pero no quiero terminar este comentario sin hacer mención a la señora Sánchez Camacho, del PP de Catalunya, que ya, en numerosas ocasiones, hemos criticado por su forma de dirigir el PP en tierras catalanas, caracterizada por sus intentos de congraciarse con CIU, por su apoyo al Pacto fiscal propuesto por Mas y por su histrionismo y locuacidad que, en ocasiones, excede de lo soportable para cualquier persona. Esta señora ha tenido la mala idea de intentar corregir al señor Aznar (cuánto le añoramos en estas difíciles circunstancias) que pedía que, el Gobierno, pusiera fin a las veleidades nacionalistas mediante una recentralización. Para Sánchez Camacho, no obstante, no hay que reordenar ni recentralizar, porque, para ella "el Estado autonómico es uno de los mayores éxitos colectivos". Será para ella, porque para España ha sido la mayor ruina. O esto es, señores, lo que opino al respeto.
Miguel Massanet Bosch