"Al perro que tiene dineros se le llama señor perro" proverbio árabe.
Este mundo, por desgracia, alberga a demasiados parásitos que viven a costa de otros seres de los que consiguen extraer su alimento. Desde las garrapatas a las sanguijuelas o los murciélagos vampiro, existe toda una pléyade de criaturas que se han especializado en instalarse en los cuerpos de personas o animales, de los que consiguen los fluidos que precisan para subsistir. De hecho, incluso, existen determinadas criaturas que sirven para que los humanos podamos digerir nuestros alimentos, que viven cómodamente instalados en nuestro aparato digestivo, formando eso que se ha dado en denominar la flora y la fauna intestinal, en la que están incluidas más de 400 especies de microorganismos que, en conjunto, pueden llegar a pesar más de un kilo..No obstante aunque, en líneas generales, todos estos bichejos nos suelen resultar repugnantes, no son más que criaturas a las que la sabia naturaleza les ha encomendado esta función. En todo caso, no es sobre estas bestezuelas que deseo hablar, sino sobre otro tipo de parásitos, mucho más peligrosos y mucho más perjudiciales para el género humano que aquellos a los que Dios no les concedió el don del razonamiento.
Es sabido que existen muchos medios de enriquecerse para aquellos que o bien a través del esfuerzo, la inteligencia el trabajo duro o la capacidad mental consiguen hacerse con un capital con el que poder vivir holgadamente, que, todo hay que decirlo suelen ser los menos y, por supuesto, los que mejor saben apreciar lo que cuesta ganarse un euro o, y en este grupo llegan a ser multitud, los que sea especulando, sea vendiendo el alma al diablo o a costa de otras personas a las que explotan, roban, abusan o defraudan, logran amasar importantes fortunas, dilapidan el dinero, adquieren predicamento entre todos los habituales lameculos de la jet society,, son los objetivos preferidos de la prensa y las TV y, de tanto en tanto, señores, ceden a la tentación de abrir la boca para largar algunas de estas frases que constituyen la delicia de los reporteros, que las propagan a los cuatro vientos con calidad de primicia.
Y es que, señores, estos ejemplares los encontramos infiltrados en todos los estamentos sociales, desde el gremio de artistas famosos, presentadores de TV, nuevos ricos a costa del pelotazo, los profesionales de la "mordida" y los políticos, estos ciudadanos que, en la mayoría de casos, han encontrado su salvación, su modus vivendi y su medio para enriquecerse, entrando a formar parte de una de estas listas de los partidos que les permiten, a costa del voto de unos miles de ciudadanos, obtener el gordo de la loteria consistente en ocupar un empleo público. Lo malo de toda esta jauría de parásitos sociales es que, su riqueza, la consiguen a costa de esquilmarnos a los ciudadanos de a pie que, no sólo no podemos impedirlo sino que, además, estamos sujetos a todas las barbaridades que estas nulidades humanas, para simular que hacen algo útil, se les ocurre imponernos.
Veamos, por ejemplo, este ente público, caracterizado por tener un déficit de más de mil millones de euros cada año, que es la TV1. Se dedica a participar en películas españolas con sustanciosas aportaciones, sin que haya quien nos diga cuál es el criterio que se utiliza para concederlas; los resultados económicos de tales participaciones; la forma en la que se resarcen de dicha inversión y la calidad y popularidad de los engendros que se dedican a apadrinar. ¿De verdad, le corresponde al ente público hacer negocios o prestar ayudas a otro ramo que nada tiene que ver con su función pública? Por otra parte, es evidente que, aunque han recortado las cantidades astronómicas que se les pagaban a determinados presentadores o a algunos programas; se siguen sosteniendo a capa y espada algunos en los que, la presentadora, sigue cobrando 600 euros por programa (antes percibía 1.200) lo que, si las matemáticas no nos fallan puede llegar a alcanzar los 13.000 euros mensuales, más de dos millones de las antiguas pesetas por unas horas de la mañana.
¿Puede entenderse que una señora, empeñada en destrozar el castellano con sus gracietas de utilizar el sufijo ico, alegando que es Navarra, con el fin de hacerse la graciosa o que, cada dos por tres, cae en errores que después ha de rectificar y pedir perdón a quienes molestó u ofendió con su incontinencia verbal, siga en el programa, seguramente por tener algún apoyo especial en la dirección del ente? Miles de millones despilfarrados para mantener en el candelero a algunos supuestos profesionales que, por si fuera poco, se dedican a hacer publicidad, desde el medio público, de libros de cocina con los que parece que hacen el gran negocio, sin que ello les cueste un chavo de sus propios bolsillos. ¡Ah! y un consejo a la doctora Bellón, queda muy feo este leismo que emplea al referirse a animales o cosas, en cuyo caso se debe utilizar el lo y no el "le".
Sin embargo, quien ha dado la nota o, si se prefiere, ha cometido un desliz imperdonable, es la señora Boyer, más conocida como Isabel Preysler, que ha sido durante años, desde que se dio a conocer casándose con el cantante Julio Iglesias, el icono de la moda y la portada de múltiples revistas y prensa del corazón. Una señora que siempre ha presumido de clase y savoir faire, quizá debido a que ha sido, mas bien, parca en palabras y se ha limitado a hablar de aquello que conocía, como serían los potingues de belleza o la moda en el vestir o el calzar; en lo que nadie le discute estar bien enterada. Pero, cuando a una persona el ego llega a sobrepasar al raciocinio o la moderación, le puede suceder que, de un solo brochazo, pueda borrar toda la fama, el prestigio o la consideración que se la pudiera tener.
Y es que, la señora Preysler, no puede permitirse, y más en los tiempos de crisis en los que vive una gran mayoría del pueblo español, pretender estar viviendo en una situación precaria cuando, en una fiesta de Marie Claire –una más de las numerosas a las que suela asistir – vistiendo un carísimo modelito del diseñador libanés Elie Saab, (un personaje de moda en la jet set), acaparando, como en ella es habitual, la atención de las cámaras y de los periodistas; decirles a los del equipo del programa Callejeros que: "En mi casa lo estamos pasando mal por la crisis" añadiendo que ella también se aprieta "el cinturón". Vamos a ver si nos aclaramos, señora Boyer, porque no podemos creernos que tome a los españoles por tan tontos, que nos pida que vayamos a tener que perdonarle su lujo, su vida ostentosa y su dolce far niente,
simplemente porque usted quiera pobrear y hacerse pasar por una Cenicienta, para que la gente piense que usted, como cualquiera de los casi seis millones de parados, está pasando penurias económicas. ¡Vamos anda!
Quizá podamos pensar, en su descargo, que, como dijo el sacerdote Jaime Balmes, el filósofo español del siglo XIX "El hombre emplea la hipocresía para engañarse a sí mismo, acaso más que para engañar a otros"; su ignorancia le impida darse cuenta del gran agravio que, con su ligereza oral, ha hecho a todas aquellas familias que, de verdad, están sufriendo el castigo de la crisis; pretendiendo ponerse a su mismo nivel. ¡No, señora, no, su frase ha sido un vileza imperdonable, de la que debiera arrepentirse y pedir perdón a todos los españoles! O esta ha sido, señores, mi indignada valoración de lo que, a mi entender, constituye una señal inequívoca de lo que piensa una clase privilegiada a la que la crisis apenas les ha lamido los pies.
Miguel Massanet Bosch