"Muchos que quisieron traer luz fueron colgados de un farol" (Stanislaw Jerzy Lec)
Resulta chocante, aunque ya, a fuerza de ser tachado de ello por mis críticos habituales, me he ido acostumbrando a ello, la forma dictatorial con la que, las izquierdas en nuestro país, califican a todos los españoles que piensan distinto que ellos; que exponen sus propias teorías libremente, aunque éstas no sean políticamente correctas, lo que, por extraño que pueda parecer, significa que para ser consideradas como tales, hay que comulgar con las políticas postuladas desde el sector comunista, socialista o ácrata, que son los que se han venido atribuyendo la razón, la verdad, el derecho a imponer su concepción ética de la sociedad y las caducas doctrinas frente populistas que ha heredado de la Rusia de la Revolución de 1.917, liderada por Lenín y sus bolcheviques por la que se instauró la famosa "dictadura del proletariado" de la que tantas muertes, asesinatos y desmanes se derivaron, cuando se implantó en nuestro país en 1.936.
Desde entonces, las izquierdas se han venido adjudicando la supremacía ética y moral sobre las derechas, atribuyéndose, en exclusiva, la superioridad sobre las propuestas de la derecha, presentándose como los únicos defensores de las clases más humildes; los encargados de establecer las políticas más favorables para el sector obrero y las que más beneficios sociales les concedían a los trabajadores. Teóricamente, se oponen a la banca, especialmente a la gran banca; se desmarcan de los empresarios, a los que acusan de enemigos y explotadores de sus trabajadores y pretenden imponer sus adoctrinamientos laicos y contrarios a la religión católica, de la que ya son varias las ocasiones que han querido eliminar de las aulas y, aún más, privarlas de la función docente aunque, como se demostró cuando se suprimió, en tiempos de Manuel Azaña, en la Constitución de 1.931, la enseñanza religiosa en nuestro país, fruto del anticlericalismo radical de la mayoría de representantes de la izquierda. Las consecuencias de la célebre frase de Azaña "España ha dejado de ser católica" fueron fatales para el sector de la enseñanza, al ser apartados de ella a los religiosos y, especialmente, a los de la Compañía de Jesús, que fueron expulsados de España y, al no disponer, el Estado, de suficientes maestros laicos para sustituir a los religiosos, fracasó.
En este país todo el que escribe sin dejarse dominar por los postulados izquierdistas es acusado, sistemáticamente, de "vendido a los empresarios", de "meapilas", de comprado por los bancos o de ser un franquista o un fascista procedente de la "derecha más cavernaria". Vayamos por partes, porque, desde que se le dio el pasaporte español al señor Carrillo y un puesto en el Parlamento, algo que también ocurrió con "La Pasionaria", Dolores Ibarruri, que fue la que anunció, desde los bancos de las izquierdas en el Parlamento, la inminente muerte de don José Calvo Sotelo, causa del inicio de la Guerra Civil el 18 de julio de 1.936.; parece que todos los españoles no hemos olvidado del papel que tuvo el PCE, el señor Negrín, y todos los comisarios políticos y chequistas que vinieron de la URRS, para ocuparse de crear terror en la retaguardia y en el mismo frente de batalla (donde aplicaron sin miramientos los asesinatos selectivos para obligar a los soldados a avanzar aunque el enemigo los fuera masacrando por los "nacionales" mejor entrenados y disciplinados. Llaman fascista a la derecha, identificándola injustamente con Hitler o Musolini sin que, la derecha democrática actual haya tenido la más mínima relación con tales dictadores ni compartan ninguna de sus teorías xenófobas o expansionistas.
Observen, sin embargo, como se tolera, incluso forman parte del Parlamento y el Senado de nuestra nación a los que comparten las ideas revolucionarias y antidemocráticas stalinistas y leninistas de los soviéticos, que desembocaron en los frentes populares de Europa. Nadie se acuerda de las "purgas" llevadas a cabo por el Señor Stalin, ni nadie recuerda que fue responsable de la muerte de mas de 40 millones de personas; cuerpos enteros del Ejército rojo fueron masacrados simplemente porque Stalin les ordenaba avanzar a una muerte inútil pero segura; la hambruna artificial que padeció Ucrania, en 1932 y 1933, no fue un fenómeno natural sino una acción administrativa cínica ejecutada en forma consciente como atestiguan los documentos de la época. Ucrania tenía suficiente cantidad de trigo pero fue vendido al exterior; la economía planificada en Rusia de los años 20 del siglo pasado, dio lugar a un período de rápida industrialización y de colectivización económica en el campo, sin embargo el cambio de campesino a obrero siderúrgico fracasó y ello dio lugar al envío de millones de personas a campos de trabajo penales y otros millones fueron deportados a Siberia, donde morían de frío y a causa de las penalidades a las que se los sometía. Todo el mundo tacha a Hitler de criminal, y con razón, por el Holocausto de los judíos (6 millones asesinados) y lo mismo en referencia a Musolini (no parece documentado más que leyes contrarias a los judios y a sus bienes y posibilidades de trabajar, no obstante, la represión no parece que incluyera masivos asesinatos) el creador del fascismo italiano.
¿Acaso los crímenes de lesa humanidad cometidos por Stalín durante su mandato, aparte de las purgas que llevó a cabo de entre sus propios ayudantes y colaboradores, no son tan graves, despiadados e inhumanos, como los llevados a cabo por el nazismo? O ¿es que las izquierdas, los comunistas de Lenín, Stalín o el mismo Carl Marx, no cometieron mil salvajadas y torturas del mismo calibre que se les atribuyen a los nazis? Y, sin embargo, ninguno de la derecha califica a comunistas y socialistas de "estalinistas" o de "soviéticos" porque expresen sus ideas comunistoides, frente populista o revolucionarias. Resulta algo inconcebible que, después del gran fracaso de dos legislaturas, al final de las cuales dejaron a España al borde de la quiebra; después de que ministros ineptos, indocumentados y fanáticos adoctrinadores, hicieran servir sus ministerios para esquilmar el Tesoro y luego, como en el caso de Bibiana Aído y Leire Pajín, resulte que viven a gran tren, con sueldos superiores a los 100.000 euros anuales, enchufas en las oficinas de la ONU, previo el ingreso de sustanciosas subvenciones de millones de euros para asegurarles el porvenir.
Ha llegado el momento de rebelarse contra este estado de cosas, de que nos quitemos el sambenito de sentirnos inferiores, moral y éticamente, a las izquierdas; fruto de una propaganda demagógica de muchos años a la que, como no, han contribuido los miembros de la farándula, empeñados en que los empresarios sobran en el país y de que sus panfletos de adoctrinamientos de la juventud, como, como la Enseñanza, para la Ciudadanía, un manual de malas costumbres y de fomento de la homosexualidad, como si esta modalidad de relación fuera tan recomendable como la heterosexualidad. ¡Basta ya de sentirse acomplejado por defender que, sin empresas, España acabaría en la más completa indigencia! ¡Basta ya de que, por defender que sin bancos y sin gestores económicos no podríamos subsistir, en un mundo globalizado; se nos llama franquistas y se nos trate de ignorantes! Ya es hora de que todos los que se rasgan las vestiduras por la situación actual de España se hagan cargo de su parte de culpa cuando votaron a los socialistas para gobernar el país; se corresponsabilicen de haberlos votado en dos ocasiones y reconozcan que, el paso de los caballos de Atila, representados por los gobiernos socialistas presididos por Zapatero fueron los principales culpables, por su ignorancia, su insensatez, su retraso en admitir la crisis y su ridículo en política internacional, lo que, ahora, estamos pagando todos. Si, señores, esta es la realidad que debemos proclamar, sin ninguna clase de temor o complejo.
Miguel Massanet Bosch