"La Iglesia es el yunque que ha gastado todos los martillos" (T.Beza)
No voy a repetir todo lo que estos días se ha dicho acerca de la persona del nuevo Sumo Pontífice, SS. Francisco I, el cardenal Jorge Mario Bergoglio. Aunque sí me puedo vanagloriar de no haber sido de los que se han dedicado a pontificar y hacer quinielas sobre los cardenales que más posibilidades tenían de ocupar la sede vacante de San Pedro.¡Cuantas ocasiones desperdiciadas de permanecer callados a cargo de políticos enterados; de periodistas; de "expertos" vaticanistas; presuntuosos profetas y supuestos analistas de las "políticas" de la Iglesia! Porque, señores, si alguien se ha puesto en el más terrible de los ridículos, por supuesto, se ha tratado de todos y cada uno de estos que no han dudado en dárselas de "enterados" en todas estas tertulias de televisiones y radios, que tanto proliferan, en las que algunos engreídos y pagados de si mismos pretenden aleccionarnos, a los simples ciudadanos de a pie, sobre lo que nos conviene; lo que debemos creer a pies juntillas y lo que debemos hacer sin rechistar. Lo malo es que, esta colección de ególatras, en cuanto llega el momento de la verdad demuestran su verdadera ignorancia, su petulancia y su vanidad que, al fin y al cabo, los sitúa al nivel del común de los mortales.
Es posible, sin embargo, que pueda decir que tengo la satisfacción de que, a lo largo de mi ya dilatada existencia, se hayas sucedido los papados de PíoXI; PioXII; Juan XXIII (un papa del que, últimamente, se habla poco cuando, a mi modesto criterio, fue uno de los más grandes de los 266 papas que ha tenido la Iglesia católica); PabloVI; Juan Pablo I; Juan Pablo II; Benedicto XVI y el, recientemente nombrado, Francisco I. Debo confesar que, como a todos, me sorprendió su nombramiento porque para mí era un perfecto desconocido. Hasta hubo unos momentos en los que, mientras saludaba al público desde la ventana del Vaticano que mira a la plaza de San Pedro, me dio la sensación de ser un hombre frío y distante. ¡Grave error que, afortunadamente, se disipó en cuanto pronunció sus primeras palabras como Pastor de la Iglesia!.
La facilidad y la sencillez con las que se hizo con la multitud que lo estaba escuchando, dio la verdadera medida de lo que nos podrá dar este cardenal argentino, hijo de inmigrantes italianos, al que le falta un pulmón, pero le sobran ánimo, preparación, conocimiento de las miserias humanas y aquello de lo que la comunidad católica anda tan necesitada hoy en día en que, el relativismo, se ha ido haciendo dueño de una gran parte de la juventud y de aquellos católicos a los que la vida nos ha ido alejando del verdadero espíritu de la predicación de Jesucristo; porque. Francisco I tiene la humildad que tanto hemos echado de menos en otros pontífices y que ha sido causa de que la curia romana – esta poderosa logia que tiene a su cargo el manejo del estado Vaticano, integrada por un funcionariado apegado a sus rutinas; celoso de sus privilegios; conocedor de los intríngulis de la administración de los bienes de la Iglesia y encargado de manejar los inmensos caudales que se maniobran desde lo que es la sede central de todo el orbe católico; incluyendo el todo poderoso Banco del Vaticano, sobre cuya actuación han llovido tantas leyendas negras como las que pesan sobre la Santa Inquisición – haya adquirido la fama de inamovible, todopoderosa y resabiada.
La sencillez de su primera aparición ante los miles de fieles que le aguardaban, entre atónitos, incrédulos e impacientes, ante la inesperada noticia de su nombramiento como Sumo Pontífice, dio la medida de lo que, seguramente, va a ser el norte de su pontificado. Su vestimenta blanca, sin abalorios ni casullas bordadas, nos dio la impresión de que estábamos ante la imagen genuina de lo que fueron los apóstoles que acompañaron al Señor; toda una declaración de intenciones, no escrita ni hablada, pero tan elocuente como si hubiera pronunciado toda una homilía de quince páginas. Si, señores, debo reconocer que como simple ciudadano de a pie que ésta era la figura de un Papa que en mi inconsciente tenía plasmada. Y, aún más, tengo la impresión de que, para esta materialista Europa, para estos gobiernos insensibles a los padecimientos del pueblo y para quienes defienden, como signo de modernidad, todos estos nuevos hábitos y costumbres como son el aborto, el matrimonio de homosexuales, ¡cuidado, incluso dentro de algunos sectores de la comunidad católica! y otra serie de reivindicaciones que nada tienen que ver con las enseñanzas de la Iglesia católica y, menos, con lo que Cristo nos vino a predicar en su corta estancia con nosotros.
Mi primera impresión, cuando se dieron a conocer los datos biográficos sobre el cardenal Bergoglio y se nos informó que no vivía en un palacio episcopal, sino en un modesto piso; se nos dijo que viajaba en autobús y en metro, prescindiendo de los lujosos coches que suelen utilizar sus colegas de otros países o se comentó que, él mismo, en ocasiones, se hacía sus propias comidas, así como que era forofo de un club de fútbol argentino, el Club San Lorenzo; fue la de pensar ¡Esta es la persona adecuada para poner orden en este maremagno en el que, una parte de la Iglesia católica, se ha convertido!
Nadie pone en duda de que, lo que ha impulsado a Benedicto XVI a presentar su renuncia, abrumado por la edad y por sus achaques, ha sido la necesidad inaplazable de poner coto a tanta rebeldía, acabar con pequeñas herejías ( teoría de la liberación) y desmontar tantos encastillamientos en algunos sectores eclesiales, que han llevado a ocultamientos de aberraciones, como han sido los problemas del llamado Banco Ambrosiano ( que tanto desprestigió al Banco del Vaticano); los numerosos casos de pederastia que se han descubierto, entre personas del clero, durante los últimos años; hacía falta una persona con energía, con prestigio, con voluntad de iniciar una nueva etapa para el orbe católico y, por encima de todo, dotada del vigor espiritual para hacer frente a tan ingente tarea y una energía a prueba de desaliento para imponerse a quienes intentan seguir gozando de sus privilegios, aunque ello supusiera un continuo desgaste en la confianza de los fieles católicos.
Tenemos la sensación de que, a la presidenta de Argentina, señora Fernández de Kirchner, contrariamente a lo que se pudiera pensar, no le ha satisfecho demasiado la elección de este Papa argentino. Sí, sabemos que lo ha felicitado ¿cómo no?, pero también hemos tenido noticias de los enfrentamientos del cardenal Bergoblio con el matrimonio Kirchner y no, precisamente, desde posturas de derechas, sino, desde la parte que más daño les hace a los peronistas: desde la denuncia de las miserias, desde la defensa de los dogmas católicos y desde la fortaleza de aquel que, por el ejemplo que imparte, desde la humildad del sacerdocio militante y de la irreprochabilidad de su conducta, ha tenido la valentía de enfrentarse al poder, un poder corrupto y dictatorial, para mostrarse contrario al aborto y a los matrimonios gay, al tiempo que ha sido un verdadero ariete en defensa de las clases humildes la verdadera lacra del gobierno de la señora Kirchner.
Si, señores, creo que, en esta ocasión, el Cónclave ha dado en la diana con la elección del cardenal Bergoglio para sumo dirigente de la Iglesia católica, O este es, señores, mi humilde punto de vista, como profano en la materia.
Miguel Massanet Bosch