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Preston desmitifica a Santiago Carrillo (por Tereixa Constenla)

Publicada el abril 6, 2013 por admin6567
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  • El historiador escribe una polémica biografía del dirigente comunista, repleta de traiciones y purgas
  • Muere Santiago Carrillo  

Tereixa Constenla Londres (Publicado en El País, aquí)

Santiago Carrillo, de pie, entre Enrique Líster, Francisco Antón, Dolores Ibárruri y Joan Comorera, en Toulouse en 1945. / Archivo Enrique Líster (efe)

De Carrillo se han escrito montones de cosas. Buenísimas y malísimas. La
biografía que ahora aporta Paul
Preston (Liverpool, 1946)
se suma a las segundas. Y dado que Preston no es
un antiguo correligionario resabiado ni un revisionista de la historia, sino uno
de los mayores especialistas en el siglo XX español, su demoledor y
controvertido retrato del principal líder de la oposición antifranquista
arrancará sarpullidos. El zorro rojo (Debate) se puso en marcha tras la
muerte de Carrillo pero buena parte del material empleado estaba en manos de
Preston desde hace décadas. Después de su tesis doctoral, el historiador comenzó
a investigar a la oposición antifranquista. El Partido Comunista de España (PCE)
era la columna vertebral de aquel movimiento que, pese a sus intentonas, no
logró acabar con la dictadura. “Luego la Transición se desarrolló de otra forma,
no vino por la lucha antifranquista, que es la historia de un fracaso”, esgrime
Preston en su casa de Londres ante un té humeante y un ventanal con vistas a un
jardín nevado que contraría el reloj estacional.

Tras el fallecimiento de Carrillo, el pasado 18 de septiembre, varias
editoriales le pidieron una biografía. “La tenía casi hecha, me puse a
redactarla de forma coherente y lo que salió de mi encuentro con la
documentación no era lo que me esperaba”, confiesa. Lo que salió es una visión
desmitificadora, corrosiva. “Quedará claro que Carrillo poseía algunas
cualidades en abundancia: capacidad de trabajo, ímpetu y aguante, destreza en la
oratoria y escritura, inteligencia y astucia. Por desgracia, quedará igualmente
claro que la honestidad y la lealtad no figuraban entre ellas”, sostiene el
historiador, que le compara a Franco en el afán por reinventar su pasado y la
crueldad.

Carrillo (Gijón, 1915-Madrid, 2012) vivió tanto que tuvo varias vidas. Nació
en una casa pródiga en niños, afectos y conciencia obrera. Su padre, Wenceslao,
era correligionario y amigo del socialista
Francisco Largo Caballero
. Fue precoz en militancia y responsabilidades
políticas. “Si este Gobierno, entregado a las derechas, no rectifica, serán
estas Juventudes las que asalten el poder, implantando su dictadura de clases”,
arengaba en un mitin ante unos 80.000 jóvenes en 1934, cuando tenía ¡19
años!

Después de 17 meses en la cárcel a raíz del fracaso de la huelga de ese año,
Carrillo viajó a Rusia. Le deslumbró. “Tuvo la sensación de que el PSOE era un
partido del pasado”, escribe Preston. Ya estaba en la pista de despegue hacia el
comunismo. A la vuelta comienza la guerra. Carrillo formaliza su ingreso en el
PCE al tiempo que se desarrollan los sucesos de Paracuellos, el episodio que le
perseguiría como un fantasma toda su vida, favorecido porque nunca dio una
explicación sincera sobre los hechos, según Preston. Entre 2.000 y 2.500 presos
fueron asesinados tras ser sacados de las cárceles en una operación que
perseguía limpiar Madrid de sospechosos quintacolumnistas. Preston da
una versión equilibrada entre quienes eximen y quienes culpan en exclusiva a
Carrillo, y que ya figuraba en su
libro El holocausto español
(2011). “La autorización, la
organización y la materialización de lo sucedido a los prisioneros involucró a
muchas personas. Sin embargo, el puesto de Carrillo como consejero de Orden
Público, sumado a su posterior relevancia como secretario general del Partido
Comunista, supuso que le fuera achacada toda la responsabilidad de las muertes.
Eso es absurdo, pero no significa que no tuviese ninguna responsabilidad”,
escribe el biógrafo.

En febrero de 1939, Carrillo cruza la frontera. En París recibe la noticia
del golpe de Casado contra Negrín y, lo que es peor, el apoyo de su padre a la
operación, que le empuja a escribir una aireada carta en la que rompe con él. No
volvieron a verse hasta dos décadas después. “Se puede interpretar que pone el
partido por delante o que se pone a sí mismo por delante. El hilo conductor es
siempre el egoísmo y la ambición”, afirma Preston.

El exilio acoge la peor cara del líder comunista. “Fue donde encontré
sorpresas más desagradables. Saca conclusiones triunfalistas que despilfarran el
heroísmo de muchos militantes de base y, por otro lado, sus interrogatorios son
dignos del KGB”, plantea. El historiador sospecha que “fue reclutado” en su
viaje a Moscú en 1936 y que posteriormente podría haber recibido una formación
especial dadas las brutales técnicas de interrogatorio que aplicaría a
comunistas caídos en desgracia. El hispanista achaca su progresivo ascenso hasta
la cima del PCE a maniobras, mentiras y purgas de quienes podían ensombrecer su
camino, como Jesús Monzón, cerebro de la fallida invasión del Val d’Aran,
condenado a 30 años de cárcel, víctima de un intento de asesinato en prisión y
expulsado del PCE. Algunos colaboradores de Monzón son asesinados, según
declararon más tarde dirigentes comunistas, por “orden directa de Carrillo y La
Pasionaria
”. En sus memorias, el propio Carrillo escribía: “En aquellos
momentos, no había que dar esas órdenes; quien se enfrentaba con el partido,
residiendo en España, era tratado por la organización como un peligro. Ya he
explicado que la dureza de la lucha no dejaba márgenes”.

Las expulsiones y purgas dentro del PCE, según Preston, tenían más que ver
con el afán de congraciarse con el Kremlin que con la lucha contra la dictadura.
Hasta 1953, cuando muere Stalin, el aparato español reproduce lo peor del
estalinismo. Aunque algunos métodos perdurarán, hasta el extremo de que Preston
titulará las versiones de la biografía en otros idiomas como El último
estalinista
. “Uno a uno, dio la espalda a aquellos que le ayudaron: Largo
Caballero, su padre, Segundo Serrano Poncela, Francisco Antón, Fernando
Claudín
, Jorge
Semprún
, Pilar Brabo, Manuel Azcárate o Ignacio Gallego”, escribe.

El Carrillo de la Transición es otro. “Hizo cosas por un lado pragmáticas
para mantener al PCE en el tablero, pero que contribuyeron a disminuir el
entusiasmo de las masas. Su manera de dirigir siempre fue autoritaria,
imponiendo y no explicando”, indica Preston. Una gestión que acabó devorándole y
expulsándole del partido en 1985. El único gesto de grandeza que el hispanista
no rebate es el del 23-F, cuando Carrillo permanece sentado en su asiento. El
único que mantiene el tipo junto a Suárez y Gutiérrez Mellado. Creía, sin
ninguna duda, que le iban a matar y pensó que el secretario general del PCE no
podía morir como un cobarde.

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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