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Los franceses no creen en el matrimonio homosexual (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el mayo 27, 2013 por admin6567
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"La homosexualidad es un desorden objetivo. La Iglesia Católica debe acoger con respeto, compasión y delicadeza a todas las personas homosexuales, pero exigiéndoles también que vivan en castidad." Benedicto XVI

 

Estoy convencido de que, el problema de la homosexualidad, al menos en lo que se refiere a España, se debe más al intento de ciertos colectivos de homosexuales, empeñados en salir airosos en esta batalla entre los heterosexuales y los homosexuales, no simplemente en cuanto al hecho de ser aceptados por la sociedad como iguales, sino intentando implantar la ley del péndulo, de forma que exista una nueva sociedad en la que lo habitual, lo normal y lo defendible sea el matrimonio entre personas del mismo género y lo raro sea el llevado el de los heterosexuales. Sin duda que, el llamado Orgullo Gay y sus excesos, desnudeces, demostraciones públicas, disfrazados con poca ropa, actitudes estrafalarias y alardeando de una sensualidad impúdica, que tanto debiera ofender a los de una como a los de otra tendencia, por lo que de chabacano, indecente y ofensivo que pueda resultar para las personas sensibles, que tanto repudian las del colectivo gay como las que se pudieran producir, entre personajes de semejante talante pero: heterosexuales.

Y es que, fruto de una evidente relajación de las costumbres, de esta filosofía relativista que nos impusieron los sucesivos gobiernos socialistas, del materialismo imperante, del adoctrinamiento a través de asignaturas como la Educación para la Ciudadanía o de un anticlericalismo agresivo, fanático y destructivo encaminado, principalmente, a atacar a la Iglesia Católica y a todos aquellos que forman parte de ella como si, en realidad, fueran ellos los enemigos a batir, cuando se viene demostrando que, gracias a ella y a sus organizaciones caritativas, son muchos los millones de españoles que están logrando subsistir en unos tiempos en los que, la miseria crece y las necesidades ciudadanas no están cubiertas para todos.

Otro tema distinto es el de la pretensión de equipar el matrimonio heterosexual a las uniones de otro tipo, entre parejas del mismo sexo, incluyendo los contratos civiles entre homosexuales, que sólo podemos atribuir a la intención revanchista, la ignorancia de lo que, a través de la historia, se ha considerado como matrimonio y de sus connotaciones con el cristianismo y la frivolidad como se ha venido legislando, por los últimos gobiernos de la democracia; respecto a la equiparaciones de ambas clases de matrimonios y la posibilidad, un paso más hacia lo insensato y absurdo, consistente en permitir que las parejas homosexuales puedan adoptar hijos por los medios que fueren.

Debo confesar sin ambages, la sana envidia que me producen los ciudadanos franceses en su abierta, pública, multitudinaria e insistente oposición a la nueva ley que legitima el matrimonio homosexual que, recientemente, ha sido aprobada por el Parlamento francés. Seguramente al señor Hollande no le ha quedado más remedio que satisfacer a los suyos con semejante concesión, debido a que, por las circunstancias económicas por las que pasa Europa, por sus propios problemas financieros y por las presiones de Alemania y otros países del norte en otros aspectos, se ha tenido que plegar a la realidad y llevar a cabo unas políticas que nada tienen que ver con las que afirmó llevar a cabo cuando se postulaba para el puesto de Presidente de la República.

En nuestra nación, tanto los católicos como los ciudadanos de derechas somos, sin duda, menos dados a expresar nuestras opiniones religiosas o políticas en las calles. Es cierto que hubo tímidos conatos bien intencionados y con fuerte presencia en las manifestaciones que se llevaron a cabo en contra de los crímenes de ETA; también las hubo en contra del aborto bastante numerosas y algunos conatos ante las clínicas abortistas pero, señores, no hay duda alguna de que, en esto de protestar, llevar el descontento a las calles, dominar los medios de comunicación y practicar con eficacia adoctrinamientos a la ciudadanía, las izquierdas se llevan, de calle, la sardina a su ascua.

La insistencia con la que los conservadores franceses, sin desfallecer, a pesar de que la ley de matrimonios homosexuales ya ha sido aprobada; siguen incansables, obcecados, imperturbables y convencidos de que la razón les asiste, manifestándose una y otra vez sin que ni el desánimo ni los ataques de sus adversarios los hayan desviado de su objetivo fundamental: el que el Gobierno retire la Ley que acaba de aprobar. Es posible que, en España, estemos distraídos por otros problemas que quizá nos parezcan más perentorios; es obvio que la situación económica de nuestras nación no es la de Francia y que nuestro endeudamiento y la necesidad de obtener financiación de fuera, con todos los problemas que ello entraña en cuanto a la necesidad de que nuestros acreedores confíen en nuestra solvencia y al coste, extraordinariamente gravoso, de nuestra refinanciación, haga que el Gobierno no se atreva a abrir otros frentes que sabe que pueden acarrearle problemas con una parte de la ciudadanía.

Sin embargo, como ocurre con el aborto y los separatismos, hay otros temas por los que la ciudadanía votó por el PP, que no pueden dejarse de lado y cuya urgencia no es necesario argumentar. Se trata del asunto de los abortos cuya legislación se está retrasando demasiado y, entre tanto, más de 100.000 asesinatos de inocentes se van produciendo cada año en España y, el otro tema en el que don Mariano está transigiendo demasiado con grave zozobra para los españoles, el del separatismo, especialmente el catalán, en el que la firmeza que en un principio pareció demostrar tener el PP, a medida que las amenazas catalanas se hacen más palmarias e insistentes, se viene observando que el Gobierno retrocede, modificando sus planteamientos y dando lugar a contactos bilaterales, la mayoría de ellos secretos, donde se da a entender que, la disposición del Ejecutivo se tambalea, dando la sensación de que volverá a ceder al chantaje nacionalista sin que, con ello, consiga detener la deriva independentista del Gobern catalán hacia la autogestión e independencia de España..

Es posible que sea predicar en el desierto, que nuestras autoridades sigan empeñadas en lo de "poner una vela a Dios y otra al Diablo" para, con ello, salir del paso; aunque ello le pueda costar un severo revés en las próximas elecciones del 2016. Craso error porque, como es posible que ocurra, con esta dilatada tardanza en poner en marcha la nueva Ley Educativa, algo de lo poco sensato que está llevando a cabo el gobierno de Rajoy, que, en el mejor de los casos, tendrá vigencia menos de dos años, debido a que los nuevos inquilinos de la Moncloa, sean los que sean, ya han anunciado que van a acabar con ella. De hecho, en lo que hace referencia a la enseñanza del castellano y de unas determinadas asignaturas que deberían impartirse de la misma forma en todo el territorio español, ya se vislumbra, a través del tono de Wert, de sus ofrecimientos de consenso y del retardo en promulgar una ley que ya lleva meses esperando su puesta en práctica; que es muy posible que existan correcciones, al menos para Catalunya, que hagan que acabe siendo una componenda más para no modificar nada de ella. O así es, señores, como pienso yo.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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