Los españoles siguen teniendo claro que sin formaciones políticas no puede haber democracia
José Juan Toharia Madrid (Publicado en El País, aquí)
Sabemos ya (el
CIS lleva tiempo detectándolo) que para los españoles los políticos y los
partidos representan, actualmente, uno de los principales problemas que pesan
sobre nuestra sociedad. Sabemos también, y los datos de Metroscopia que
acompañan a estas líneas así lo atestiguan, que el profundo descrédito en que
han caído las actuales formaciones políticas parece guardar relación con el
hecho de que, a los defectos que desde hace tiempo se les vienen achacando (como
su propensión a la bronca permanente, su incapacidad de pactar y su, al menos en
apariencia, búsqueda del poder por el poder, aun a costa del propio ideario) ha
venido a sumarse ahora la pérdida de anteriores virtudes (como el interés por
las opiniones de la ciudadanía o su condición de cauce para la participación de
esta en la vida pública). Pero, al mismo tiempo, y según los últimos datos, los
españoles siguen teniendo claro que sin partidos no puede haber democracia y que
estos son necesarios para articular y defender los intereses de los distintos
grupos sociales: estas dos ideas básicas han perdido, ciertamente algo de fuerza
—como no podía sin duda dejar de ocurrir en estos últimos cinco años, pero
siguen siendo claramente predominantes en nuestra sociedad.
La crisis económica y el descrédito reciente de los partidos no han mellado en nada
la identificación de los españoles con la democracia ni su convicción de que es
preferible a cualquier otra forma de gobierno (lo afirma ahora un 80%, seis
puntos más que hace un año) y se mantiene intacta la mayoritaria creencia de
que, con todos sus defectos e insuficiencias, la actual democracia constituye el
período en que mejor ha estado España en toda su historia. Lo cual invita a
concluir que en nuestro país no está realmente en crisis el sistema democrático:
lo que la ciudadanía cuestiona es la forma en que lo están haciendo funcionar
las formaciones e instituciones a quienes corresponde pilotarlo. Esto puede
explicar el sostenido y amplio respaldo ciudadano a movimientos como el 15-M que
lo que básicamente plantean no es la reinvención del sistema político sino que
la actual democracia funcione como debería.
Esta fidelidad ciudadana al sistema democrático de partidos encuentra reflejo
en tres datos que mutuamente se complementan y refuerzan. Por un lado, una
amplia mayoría (70%) anhela la aparición de nuevos partidos o formaciones
políticas, perdida ya la esperanza de que los actuales logren regenerarse y
funcionar de forma distinta a como lo están haciendo. Por otro lado, también
siete de cada diez españoles (67%, porcentaje que sube hasta el 78% entre los
menores de 35 años, y que alcanza incluso el 61% entre los votantes del PP y el
69% entre los del PSOE) creen que lo mejor que los distintos movimientos
ciudadanos (como 15-M, PAH o las mareas ciudadanas) pueden ahora hacer es
constituirse en formaciones políticas y disputar los votos a los partidos.
Probablemente, lo más prudente es entender esta recomendación como un anhelo
expresado en forma inversa: es decir, que el estilo que atrae de estos
movimientos, y que tan amplio apoyo les ha granjeado (cercanía y conexión con el
sentir ciudadano, búsqueda de una dinámica democrática más abierta,
participativa y flexible) fuese lo que realmente caracterizara a nuestro sistema
de partidos. Y en tercer lugar, y de forma masiva, los españoles se declaran a
favor de una reforma de la ley electoral que permita, para el caso de los
partidos minoritarios de ámbito nacional, un reparto de escaños proporcional al
total de votos obtenidos. Ello podría dar lugar a un importante cambio en
nuestra escena política, que en realidad consistiría tan solo en un retorno a
aquél “bipartidismo imperfecto” que ya la caracterizara. ¿Sería esto bueno o
malo para nuestro sistema? Los españoles —que llevan tiempo renegando en los
sondeos de las mayorías absolutas aunque luego con su voto las propicien—
parecen tenerlo claro: el 74% cree que sería positivo.
José Juan Toharia, catedrático de Sociología, es presidente
de Metroscopia.