"La confianza es madre del descuido" Baltasar de Gracián
No sé lo que la señora Alicia Sánchez Camacho le explica al señor Rajoy sobre la situación en Cataluña, aunque me imagino que su apego al cargo la debe inducir a presentar el problema catalán desde una óptica muy particular, benevolente, falta de realismo y, por supuesto, que nada tiene que ver con la que, los españoles que vivimos en esta autonomía, lo vemos, analizamos y lo constamos cada día, cuando comprobamos, cada vez con mayor consternación y desconfianza, como el ambiente que se respira en las calles de las ciudades catalanas, se hace más ominoso, más independentista ( incluso en personas de derechas e inmigrantes) y más convencido de que, el proceso para conseguirla, va progresando a pasos agigantados; mientras el Gobierno de la nación se dedica a ignorarlos, allanarse a todas las reclamaciones que se le vienen haciendo, desde el Gobern catalán y dejando que la bola vaya engrosando, sin percatarse de que, cada día, son más los indecisos que se pasan al independentismo, seguros de que, al fin, se van a salir con la suya.
No entendemos la política del señor Rajoy, no somos capaces de verle sentido a que, cuanto más signos de empeoramiento van apareciendo en el territorio catalán; cuanto más señales de desobediencia, insumisión, incumplimiento de las leyes y gestos de desacato a la Constitución se vienen constatando, en algunas ocasiones con clara intención provocativa; el Gobierno central insiste en volver la mirada hacia otra parte como si quisiera mantenerse al pairo, ignorando que, en una de las autonomías del país, un grupo numeroso de ciudadanos quiere sublevarse contra el Estado, ignorar sus leyes y declararse en rebeldía, como un país independiente.
Si las pitadas a los miembros de la Familia Real, la quema de retratos de políticos y la quema de banderas españolas no fuera suficiente para dejar claro lo que se está tramando en Catalunya, basta que se lean la prensa catalana desde el periódico La Vanguardia hasta El Avui, para enterarse de que la presión independentista se va haciendo menos soportable y que somos muchos los españoles que todavía quedamos viviendo en esta región, que ya empezamos a sentirnos como extranjeros en un país que parece que no nos quiere. No sé cuales son los planes del señor Rajoy sobre el destino final de Catalunya pero, por la forma en la que está tratando el problema catalán, parece que no quiere solucionarlo dentro de esta legislatura, quizá porque teme que le explote en la cara y no está dispuesto a que esto suceda, mientras trata de solucionar los problemas del resto de España y espera ser reelegido.
Lo que sucede es que aquí existe una disparidad de intereses que, en un momento u otro, van a colisionar sin que se sepa cual será el resultado final. El señor Mas y los de CIU se pusieron en manos de ERC, dirigida con habilidad por el señor Oriol Junqueras, que ha sabido tomarle la medida al fatuo de Mas, quien tuvo la inoportuna imprudencia de sacar el tema independentista en el peor de los momentos, pensando que, estando el país sumergido en una crisis, le sería más fácil conseguir del señor Rajoy un estatus especial para Catalunya, que los pusiera al borde del autogobierno. No quería romper, pero buscaba seguir la línea de chantajes para conseguir una financiación privilegiada para su autonomía, tal y como han logrado en otras ocasiones. No obstante, la izquierda catalana, encabezada por el líder de ERC le tomó la palabra y elevó el tono de la reclamación, inventándose lo de la consulta "para poder decidir" algo que, evidentemente, no lleva a otra conclusión que la de crear un estado de opinión que conduzca directamente a la escisión de Catalunya de España.
Rajoy, asesorado mal por sus consejeros y, con toda probabilidad, por la señora Sáez de Santamía que, en ocasiones, se pierde de lista; ha querido quitarle hierro a la situación, poniendo en un brete a dos de sus ministros que parecían más dispuestos a poner orden en Catalunya, obligándoles a seguir negociando, cuando lo que habían propuesto ambos, el uno, Montoro, en el aspecto financiero y fiscal y el otro, Werd, poniendo en marcha una reforma educacional que era tan necesaria como incómoda para los separatistas, que veían como, con ella, se alejaban sus planes de inmersión lingüística en perjuicio del idioma castellano. Con palabras conciliadores frente a exabruptos de parte de los independentistas, ha estado mareando la perdiz en el Parlamento, dándole largas al tema como si bastara con ello para impedirles seguir con su política de adoctrinamiento y captación de nuevos simpatizantes, para su causa secesionista.
Pero, ayer mismo, día 29 de junio, tuvo lugar un acto público, multitudinario y espectacular, en el que unos 90.000 catalanistas se reunieron en el Campo
del Barcelona (recuerden que este club es "más que un club") el gran cómplice del separatismo catalán, para dejar claro, sin el más mínimo pudor, reparo ni empacho, enarbolando banderas independentistas, esteladas, reclamando la independencia. Estuvieron presididos por autoridades locales y miembros de la Generalitat y, ni la policía, ni los mosos de escuadra ni la delegada del Gobierno ni el Capitán General de Catalunya, hicieran el más mínimo gesto ni quisieron mojarse para impedir aquel acto claro de secesionismo en contra de la nación española. ¿Alguno de los fiscales de Catalunya y, concretamente, de Barcelona, intervino presentando una denuncia para abrir un expediente en contra de los organizadores de tal evento? Ninguno, que se sepa.
Entonces, señores, ¿en qué país estamos en el que se puede insultar impunemente a España y a su Gobierno pidiendo, en nombre de una falsa minoría democrática, excluir una autonomía de la tutela del Estado español? ¿A que espera el Gobierno, la Jefatura del Estado, y las instituciones a las que les compete hacer cumplir la Constitución?, para castigar a los que atentan contra ella y contra la unidad de la patria, evitando que, los españoles que siguen siéndolo, a pesar de la dificultad de vivir en un territorio hostil; se vean, en contra de su voluntad, en una situación de abandono por parte de aquellos que prometieron o juraron defender la unidad de la nación española.
Se equivocan, de medio a medio, aquellos que opinan que estamos ante un hecho coyuntural que, dejando pasar el tiempo y cediendo a sus peticiones de índole económica, los ánimos se irán apaciguando y que todo volverá a su cauce, sin necesidad de tener que afrontar de frente y con todos los medios de un Estado de Derecho, tal como ocurrió en ocasiones anteriores, en tiempos de Maciá y Companys. Esto, seguramente, pensaba el señor Mas cuando jugó su baza, pero ahora ya sabe que no tiene otra salida que seguir el camino que le marca la parte más belicosa del pueblo catalán, encabezada por ERC y el señor Junqueras que, hoy por hoy, serían los que ganarían unas elecciones con cinco punto por encima de CIU. Hasta el mismo Durán, que ha jugado al juego de los equívocos se ha tenido que apresurar a decir que él está a favor de los del "derecho a decidir". Aquí, señor Rajoy, ya no caben medias tintas y, si insiste en hacerse el desentendido, cuando quiera actuar ya va a ser tarde para hacerlo pacíficamente.
No siempre es cierto que, el dejar madurar un problema, sea la solución más adecuada. O esto es, señores, lo que pienso yo.
Miguel Massanet Bosch