¡Qué lástima que, al final de su carrera, una brillante carrera como cantante, en la que ha conseguido merecidos triunfos y el reconocimientos de casi todos los melómanos, esta señora, Paloma San Basilio haya empañado su brillante historial, participando en este espectáculo denigrante, zafio, exhibicionista y desagradable, conocido como el día del "orgullo gay "!, un evento que se inició con carácter reivindicativo pero que, hoy en día, ya no tiene ninguna razón de existir debido a que, en España, ya se les han concedido todo lo que pidieron y, aún más, incluso aquello que nunca soñaron lograr. Es pues evidente que, como no sea para someter, a quienes no participamos de sus tendencias sexuales, al suplicio de tener que contemplar semejante derroche de sexo en su más sucia, obscena y desagradable expresión; el insistir en semejante carnaval no hace más que avergonzar a aquellos homosexuales o lesbianas que, aún sintiéndose como tales, no tienen ninguna necesidad de tales mascaradas para poder gozar de sus privilegios.
Quizá mi paisana Chenoa, una "triunfito" que no ha logrado pasar de un puesto discreto entre los representantes de la canción moderna, haya sido más calculadora y haya preferido mezclarse y formar parte de la payasada gay, pensando que, simpatizando con tales elementos, pueda obtener algún provecho si logra venderles algunos de sus discos. Así como pinta la cosa, es posible que lo necesite como agua de mayo, en unos momentos en que, los grandes cracks de la canción, apenas logran sobrevivir. Quiero creer que ella y Paloma San Basilio son solo "simpatizantes" de la causa gay en su calidad de librepensadoras y feministas, siempre preparadas para apoyar las causas de aquellos que consideran como verdaderos "progres". En fin, la ley los apoya y el PP, entre el cúmulo de cosas que se ha dejado en el tintero, de todas las que nos había prometido llevar a cabo cuando gobernase, se olvidó de poner orden en el tema de los matrimonios gay y de la adopción de hijos por tales parejas. Lo que ocurre es que, esta fraternización de las dos artistas con el festival del Orgullo Gay, puede que no les siente bien a muchas personas que puedan pensar que, tal posicionamiento, no está de acuerdo con su manera de pensar y, por ello, dejen de comprar sus discos. Son las consecuencias de apostar sólo por un bando, sin tener en cuenta lo que se juegan con ello.
Y es que, señores, estos individuos que defienden el orgullo gay, que reclaman tener los mismos derechos que el resto de heterosexuales, que quieren adoptar niños y no ser discriminados; sin embargo, no tienen empacho alguno en insultar, despreciar, desprestigiar, burlarse y hacer parodias indecentes, tanto a los católicos como a sus ministros de culto incluido, por supuesto, el propio Papa. Aquí no se respeta, como tampoco lo hacen las izquierdas, laicos, progresistas o antisistema, el derecho a la libertad religiosa, a poder ejercer las libertades de la ciudadanía que comprenden, como no podría ser de otro modo, el derecho a elegir las creencias religiosas libremente y a ser respetado por ello, sin estar, por tal circunstancia, expuesto a ser insultado, amenazado, ridiculizado o vejado.
Nadie tiene derecho a inmiscuirse, como de hecho está sucediendo y, en especial y con mayor empeño y virulencia, por este gremio de los faranduleros, en las creencias, especialmente en el caso de los de la religión católica, que no atentan contra nadie y sólo obligan a quienes, libremente, siguen la doctrina de la Iglesia de Cristo. Los preceptos que voluntariamente cumplen los católicos, por supuesto no constituyen delito, al contrario, lo que buscan es el amor entre todos los hombres, la justicia, ayudar a los necesitados y la busca incesante de la paz ecuménica. Si a los católicos se nos prohíbe el divorcio; el aborto, la unión con personas del mismo sexo (entendámonos, en el sentido de practicar el sexo, nunca de mantener una a mistad e incluso quererse), así como tampoco cometer delitos como el matar, torturar, robar, mentir etc. no es algo en lo que el resto de los no creyentes deban meterse e interferir, piensen lo que piensen sobre ello. La Iglesia no pretende, cuando anuncia públicamente sus opiniones sobre determinadas cuestiones, que aquellos que no las comparten y que no están militando en ella, tengan que hacer caso de ellas ni, por supuesto, estén obligados a aceptarlas. Se puede estar en contra de terminadas creencias e incluso criticarlas con argumentos, pero siempre con el respeto y corrección debidos, guardando las formas y aceptando que, cada cual, puede tener su propia opinión tal y como ocurre con las distintas tendencias políticas.
Choca, al menos me choca a mí como ciudadano de a pie, que se haya extendido la moda de celebrar periódicamente, como si se tratase de conmemorar un gran descubrimiento o hazaña heroica, esta marcha donde se juntan escenas de sexo verdaderamente repugnantes ( lo serían igualmente desagradables si se produjesen entre heterosexuales), payasadas, algaradas, desnudeces, exhibicionismo y muchas, excesivas, críticas, insultos, parodias, blasfemias y demás invectivas en contra de la Iglesia católica y de sus seguidores, ante la impasibilidad de quienes tienen el encargo de proteger las libertades ciudadanas. Una cosa es que las leyes les concedan los mismos derechos que gozan el resto de los españoles y, otra distinta, es que, aprovechándose de los puestos que ocupan, de las influencias de las que disfrutan y del gran número que han ido apareciendo en toda la sociedad; pretendan convertirse en un poder en la sombra desde el cual manejar, como hacen los Masones, los hilos de los gobiernos o de las distintas instituciones estatales, en su propio beneficio.
Resulta impactante la versatilidad de la que ha dado muestras, en esta cuestión de la homosexualidad y el lesbianismo, la ciudadanía española, otrora tan rígida en una cuestión como está, tan opuesta a aceptar esta tendencia sexual y tan drástica condenando a quienes, ocultándose, practicaban la sexualidad con los de su mismo sexo; de tal modo que, la mera sospecha, ya daba motivos a las burlas más sangrientas y al rechazo unánime de la sociedad. Sin duda, el paso por el gobierno de los socialistas, especialmente del presidente Rodríguez Zapatero, rodeado de una corte de ministras feministas, tales como la Bibiana Aído o la Leire Pajín; que, aparte de ocuparse de despenalizar el aborto, convirtiéndolo en el coladero en el que se ha transformado hoy en día, cuando, en España, se dan más de 100.000 anuales; se convirtieron en verdaderas "hadas madrinas para los homosexuales, protegiéndolos y dictando leyes que los han favorecido y les han permitido contraer matrimonio y adoptar hijos. Sin duda, estas dos legislaturas, quedarán para la posteridad como el periodo más negro de la Historia de España y una de las épocas en las que, todo el país, estuvo padeciendo la crisis económica más larga y penosa para todos los ciudadanos, en la que el desempleo y la falta de trabajo alcanzaron cotas nunca conocidas.
Las consecuencias de tal desconcierto, de tal permisividad y de la degradación política en la que ha quedado sumida nuestra nación, como consecuencia del desarme moral; la falta de ética; la destrucción del modelo de familia tradicional y el adoctrinamiento recibido por nuestra juventud en los centros laicos de enseñanza; hemos dado el hachazo demoledor, probablemente definitivo, a un modelo de sociedad basada en la tradición cristiana que tantos años estuvo vigente en nuestra nación. ¿Existen otros valores que la sustituyan? Por desgracia, la filosofía relativista, no conduce a otra situación que la instauración de una sociedad egoísta, atea, degradada, amoral y, evidentemente, promiscua. O así es, señores, como valoro este tema.
Miguel Massanet Bosch