"La fuerza y el engaño son, en la guerra, las dos virtudes cardinales" T. Hobbes.
Como decía el inefable don Hilarión, el viejo verde de la Verbena de la Paloma, la conocida zarzuela del maestro Tomás Bretón, : "Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad" y, si en el siglo XIX el boticario cantamañanas se maravillaba de los adelantos que, en aquellos tiempos, tanto sorprendían a aquellas sencillas gentes de tiempos de la Restauración borbónica; ni que decir tiene el colapso que sentirían si pudieran presenciar como, en la actualidad, los inventos, los descubrimientos, las técnicas, los avances científicos y aquellos sueños de los novelistas más adelantados a su tiempo, que reflejaban en sus historias imaginarias para deleitar las mentes, ávidas de saber y sensaciones, de aquellos jóvenes que, como fue mi caso, pasábamos horas y horas devorando los libros de Julio Verne o de Emilio Salgari o de Edgar Rice Burroughs, Edgar Alan Poe y aquellos otros que ya se me olvidaron, pero que llenaron parte de mi juventud de sueños inalcanzables.
Por increíble que pueda resultar, el tiempo y los adelantos científicos nos han demostrado que pocas cosas quedan fuera del alcance de la humanidad y que, tanto para el bien como para el mal, el ser humano ha demostrado no tener límites en sus facultades de ir avanzando de forma imparable, tanto en las investigaciones de la naturaleza como en las técnicas más avanzadas, siendo capaces de descubrimientos como los que se han producido en los últimos años que han contribuido a dar un paso de gigante tanto en la medicina, la cirugía, los medicamentos y los transplantes de órganos como en la física, los avances espaciales, Internet o las mismas técnicas digitales capaces de generar la evolución más trascendental en el mundo de la robótica, de la ofimática, las comunicaciones, la industria y la economía.
Sin embargo, la evolución de las nuevas técnicas e instrumentos, que tanto han contribuido al bienestar de la humanidad, no siempre han podido ser asimiladas por los hombres, digeridas por los políticos y enderezadas hacia el bien común de la humanidad, por todos aquellos a los que se les ha confiado la gobernanza de los países. El enfrentamiento entre distintas naciones debidos a ambiciones territoriales, a explotaciones estratégicas o a disputas religiosas, económicas y sociales; sin olvidarnos de rencores atávicos o venganzas diferidas; tan propias de la naturaleza humana capaz de los mejores gestos, pero también de las más horripilantes acciones malignas; demuestra lo poco fiables que resultan los encargados de dirigirnos…
Las guerras han dejado de ser simples enfrentamientos entre soldados; campos de batalla bombardeados por la artillería, arrasados por las ametralladoras y dirigidos, desde sus puestos de mando, por generales, brigadiers y observadores, testigos impotentes de las grandes carnicerías humanas de las que, sólo unos pocos, lograban salir con vida. Hoy en día, la guerra se ha sofisticado. Los soldados son especialistas que ya no atacan a la bayonetas, sino que utilizan armas de gran sofisticación capaces de penetrar en las defensas enemigas y eliminarlas, sin que ni una sola persona atacante haya estado expuesta al menor peligro. Claro que, al mismo tiempo, una sola de estas armas super modernas es capaz de eliminar, de una tacada, a miles o cientos de miles de soldados enemigos.
No obstante, la sofisticación en cuanto a la fabricación de armas de ataque y defensivas, lleva camino de convertirse, en detrimento de las políticas sociales, de la erradicación de las enfermedades endémicas que diezman a la humanidad, de la alimentación de las inmensas bolsas de ciudadanos hambrientos y de la supresión de las grandes injusticias que todavía afectan a tantos millones de seres –condenados a la miseria y a las grandes hambrunas¨–; en una nueva amenaza contra la paz mundial capaz , conocida la insensatez de determinados dirigentes en posesión de armas de destrucción masiva; no sólo de matar a miles de soldados, civiles (niños y mujeres), sino de destruir de un plumazo a ciudades enteras o, incluso, a toda la humanidad.
Y es por eso, señores, que no nos queda más remedio que pensar en la facilidad con la que, en la actualidad, cualquier estado adelantado, cualquier nación como los EE.UU. de América, China, Corea del Norte o la misma Rusia o, incluso, cualquier república bananera, en manos de visionarios incompetentes, agresivos, exaltados en posesión de armas de destrucción masiva, está en condiciones de servir de detonante para una conflagración mundial Y ello nos lleva a la noticia que queremos comentar. Al parecer la guerra futura va a suponer un remedo de las fantasías interestelares de la famosa Guerra de las Galaxias. Yo diría que las nuevas batallas podrán controlarse desde casa, como si fueran uno de estos juegos con los que nuestros nietos se entretienen matando marcianos o destruyendo ejércitos con sus consolas. Y es que los avances que los estadounidenses están consiguiendo en materia de vehículos teledirigidos, que pueden, incluso, actuar por su propia cuenta, como ha ocurrido con este "drone" que ha sido capaz de aterrizar en el portaviones Jorge H. W. Bush valiéndose para tal maniobra de un GPS y un programa propio de navegación.
Es obvio, señores, que las guerras, así como las hemos entendido durante 2.000 años van a sufrir cambios radicales, aunque el coste económico para la fabricación del nuevo material automático de destrucción masiva, puede llegar a, como sucede actualmente en Corea del Norte, ser tan absorbente, tan exagerado y oneroso que obligue, a los señores de la guerra, a sacrificar el nivel de vida de sus súbditos, obligados a estar condenados a vivir en situaciones infrahumanas. Y en este punto podríamos hablar de lo que puede suponer una nueva etapa de "guerra fría" entre superpotencias. ¿Ustedes ven en la ONU un instrumento capaz de poner paz y concordia entre los distintos poderes fácticos que, hoy en día, dominan los cinco continentes? Evidentemente que, las Naciones Unidas, se ha convertido en un avispero internacional, un organismo burocratizado de comisiones, subcomisiones, grupos y subgrupos, completamente inoperantes e incapaces de imponer, a las grandes potencias, un determinado comportamiento. Un ente inútil.
Si la sensatez no se impone y, señores, parece problemático que esto suceda; es posible que, a medida que haya naciones dominadas por dictadores que se armen hasta los dientes; las grande potencias se vigilarán de cerca y tendrán la tentación de emprender una carrera armamentística; como ocurrió en tiempos del presidente J.F. Kennedy, entre los EE.UU. y la URRS; una situación que estuvo a punto de estallar, cuando unos barcos soviéticos quisieron saltarse el bloqueo americano para llevar cohetes de largo alcance a la Cuba de Fidel Castro. Es evidente que, los beneficiarios de una situación prebélica serían las grandes industrias armamentísticas y los lobbies militares, pero los grandes perdedores, los condenados a pagar la factura de una situación semejante, serían los ciudadanos que, aparte de convertirse en objetivos de una posible confrontación entre grandes potencias, deberían sufrir los efectos de una economía de guerra que los obligaría a renunciar a una vida digna y sosegada. ¿Drones y robots? ¿Cuáles pueden ser sus consecuencias? Puede parecer una historia de ciencia ficción pero mucho nos tememos que no tiene nada de irreal ni imposible. O así es como, señores, lo veo yo.
Miguel Massanet Bosch