(Publicado en La Vanguardia-Caffe Reggio, aquí)
OPINIÓN
El señor Jordi Pujol i Soley publicó ayer un artículo en La Vanguardia titulado “Tiene toda la lógica”, en el que justifica lo que denomina “gran incremento del sentimiento independentista” con los mismos argumentos que durante treinta años ha utilizado para defender una mayor autonomía: necesidad de mayor autogobierno, es decir, más competencias; una mejor financiación; y respeto para los sentimientos, la cultura y la lengua catalana.
Nada nuevo, pues. Lo que antes servía para pedir mayor autonomía, ahora sirve para justificar la independencia. Todo ello envuelto, naturalmente, en el molesto tono victimista: Catalunya ha actuado con lealtad pero la actitud de España hacia Catalunya ha hecho que se hayan roto todos los puentes. Es lógico, pues, que el sentimiento independentista se incremente. Digo que el tono es molesto porque el señor Pujol no tiene ningún derecho, y además eso sí que va contra toda lógica, a hablar en nombre de Catalunya, es decir, de todos los catalanes. Por favor, hable en su nombre, señor Pujol, y deje de hablar en el mío.
Pero vayamos, brevemente, a sus razones. Mayor autonomía: ¿no sabe que esta no ha dejado de aumentar y que las competencias son mucho más amplias que en la mayoría de estados federales? Pida la independencia si la quiere, cuestión respetable si la justifica en interés de todos, pero no quiera incrementar indefinidamente las competencias de la Generalitat hasta hacer que el Estado sea ingobernable. ¿Por qué no se queja, señor Pujol, del incesante aumento de poderes de la UE respecto de sus estados miembros? Y en cuanto al eterno tema de la financiación, le recuerdo que el actual sistema, que data del 2009, fue aprobado en las Cortes Generales por los partidos que representaban la mayoría de la cámara catalana. En su lenguaje, el modelo es nuestro.
Pero donde el absurdo llega al límite es en la supuesta falta de respeto por los sentimientos, la cultura y la lengua catalana. ¿Dónde está la falta de respeto? Precisamente lo dice en un momento en el cual, según el diario El País de ayer, los nombres de España, el rey Juan Carlos y la Constitución, han sido suprimidos al menos en 10 municipios catalanes por iniciativa o con el apoyo de su partido.
Particularmente grotesco es el caso de Sitges, donde, por iniciativa de la CUP, se decidió cambiar el nombre de la plaza de España por plaza del Pou de Vedre y de la calle España por calle Bassa Rodona. Este cambio de nombre fue sometido a consulta popular de todos los vecinos: participó el 3,44% de un censo de 18.100 habitantes, es decir, 622 ciudadanos. Votaron a favor del cambio 373 (60%) y en contra, 249 (40%). 17.478 se abstuvieron. ¡Qué gran clamor independentista! Pero el cambio fue aprobado el 29 de julio con los votos de los ediles de CiU y la CUP. ¡Qué respeto a los sentimientos, a la lógica y a la democracia!