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Donde se habla de alcantarillas y latrocinios (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el septiembre 3, 2013 por admin6567
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"Digno es de gloria aquel que roba un reino; el que roba poco es digno de un ronzal" G.B. Casti

 

A veces leemos en la prensa noticias que, sin ser importantes o espectaculares, nos llaman la atención por lo que hay en ellas de ingenio, de singularidad o de llamativo, circunstancias que nos hacen pensar en la agudeza demostrada por algunos para conseguir "ganarse" la vida, aunque los métodos empleados no sean precisamente los más honorables, legales o recomendables; todo ello dentro de una sociedad que, no obstante, también tiene sus propias contradicciones en cuanto a la valoración de determinadas conductas ilícitas, según sean aquellos que las llevan a cabo, su categoría, su notoriedad, su estatus y su habilidad en realizarlas. Ya sabemos que, como ocurría hace unos siglos, no tantos tampoco, los famosos bandoleros que asaltaban a los ricos para, según las leyendas, dárselo a los pobres y necesitados, estuvieron rodeados de un cierto halo romántico que les ganaba generalmente las simpatías de todas aquellas personas sencillas, que veían en ellos a los héroes que eran capaces de arriesgarse para salir de la pobreza, algo que ellos mismos eran incapaces de emular. Otra cosa pensarían, con toda seguridad, aquellos ciudadanos que fueron víctimas de sus tropelías.

Y es que es posible que antes, al menos en apariencia, existiera una diferencia más notoria entre las personas que formaban parte de la clase elevada, aquellos que eran considerados por todos como ejemplo de ciudadanos honorables, respetables, sin tacha ni defecto, que pudiera desmerecer su bien ganada fama ante el resto de la comunidad. Quizá, en aquellos tiempos, las diferencias de clases fueran más profundas, posiblemente las contrastes en formación, educación y disponibilidades económicas fueran más extremados, especialmente en aquella parte de la población condenada a la miseria, en semiesclavitud, integrada por obreros manuales, analfabetos la mayoría de ellos, dependientes de sus amos o empresarios, que eran los que les proporcionaban trabajo. Un poco por encima existía una clase media formada por empleados, tenderos, artesanos, amanuenses y toda una serie de otros oficios, respetables, pero que estaban situados económicamente y socialmente a distancias abismales de las llamadas élites (Banqueros, terratenientes, propietarios de fábricas, especuladores, políticos y magistrados) que eran los verdaderos potentados que se repartían el poder y, naturalmente, las grandes fortunas; formando la clase alta de la comunidad

Sin embargo, cosas del progreso, la humanidad ha experimentado grandes cambios, las clases que anteriormente se diferenciaban, claramente, las unas de las otras, han entrado en crisis y ya es imposible distinguir a los ladrones de guante blanco de los pobres descuideros, ratas o ladronzuelos de gallinas. Hoy es frecuente que, junto a un tipo de delincuencia como la descrita en la noticia que, hoy mismo, hemos leído en la prensa respecto a una banda organizada que utilizaba las alcantarillas para penetrar en los bancos para, mediante el sistema de butrón, entrar, amenazar a los guardianes y robar todo cuanto se ponía al alcance de la mano y aquellos otros delincuentes, señores de alto nivel y de gran consideración social que, desde los suntuosos despachos de las mismas entidades donde han hecho su agosto los apandadores de las alcantarillas; con más sutileza, eso sí, con sovoire fair, sin ensuciarse las manos, vistiendo ternos caros y ocupando coches de alta gama; también practican el mismo oficio; sólo que, en este caso, con más impunidad; con menos peligro de ser atrapados por la policía; con más comodidad; sin violencia material y, por supuesto con botines mucho más sustanciosos..

Lo que sucede, señores, es que, así como hace unos años existían estamentos sociales en los que, el encontrar a un delincuente, era una rara casualidad que se comentaba con estupor y se convertía en la comidilla de las tertulias de los casinos, precisamente por constituir una rara excepción, merecedora de la repulsa general. Hoy en día, se puede decir, sin temor a exagerar que, donde más proliferan estas malas costumbres de apropiarse de lo ajeno, es precisamente entre los círculos de políticos, sindicalistas, grandes banqueros y partidos políticos; formando todos ellos una mezcolanza en la que no existen diferencias de clase; unidos por un solo objetivo: aprovecharse de su cargo, utilizar sus influencias, valerse de las artimañas más sofisticadas y, bajo la excusa de actuar a favor del pueblo, de ocuparse de los necesitados, de cumplir con sus objetivos políticos o de "luchar" a favor de quienes los votaron, se embolsan los millones a espuertas aunque ello suponga, como ha ocurrido en Andalucía, apoderarse de subvenciones destinadas a obreros víctimas de los ERE fraudulentos.

Aquí no existen diferencias entre los más ricos o los sindicalistas más modestos. Todo aquel que tiene ocasión de meter la zarpa en la bolsa del dinero, aprovecha la ocasión para enriquecerse, aunque los hay que son más listos y procuran disimularlo y otros, como el Lanza este, que ha sido tan burro que no ha sabido callarse y ha pregonado a los cuatro vientos su nuevo estatus de nuevo rico; algo que, evidentemente, tenía que acabar por delatarle, teniendo en cuenta que su sueldo no daba, ni de lejos, para semejante tren de vida. Si nos queremos hacer una idea de cual es la situación de la delincuencia de corbata en nuestro país, basta contemplar el panorama judicial y tomar nota de lo que está sucediendo en la mayoría de instituciones de la nación. El PP con su caso Gürtel, el PSOE con una retahíla de políticos, como el señor Griñán de la Junta de Andalucía bajo sospecha; el señor Rubalcaba pendiente de las investigaciones del caso bar Faisán o el chivatazo, como se prefiera, y el gran escándalo de los ERE's fraudulentos de Andalucía y los despilfarros de la UGT, que ya han situado en el ojo del huracán a 116 personas de UGT, IU, PSOE y que suponen miles de millones defraudados al Estado y a los trabajadores.

Lo peor de este dislate general, es que no hay quien se salve y pueda tirar la primera piedra, pues los nacionalistas de CIU también están sub júdice y los de IU, con el señor Cayo Lara a la cabeza, aunque presumen de poder dar consejos a los demás, están sufriendo las consecuencias de los escándalos andaluces y de sus propios incumplimientos de la legislación laboral. No es posible que la nación se vea sometida a tal cúmulo de fraudes, apropiaciones, malversación de caudales públicos o desvío de capitales, sin que alguien tome la batuta y se dedique a poner orden para que la cacareada "regeneración", que tantas veces se viene pidiendo; en lugar de ser una mera utopía se convierta en una realidad; de tal modo que se establezca una línea a partir de la cual se fijen las reglas de cómo se deben administrar los caudales públicos que dependen del pago de los impuestos de los ciudadanos, como ustedes y yo mismo. Esto no quiere decir que, la Justicia, no siga escarbando para ir aflorando los delitos que se han venido cometiendo, para que los culpables paguen sus culpas pero, señores, es preciso que se ponga un punto y aparte de modo que, el país, pueda iniciar una nueva singladura libre del lastre de toda esta gente que ha entendido la política como un medio de enriquecerse y no como un compromiso de trabajar por el bien de los ciudadanos.

La policía debe seguir deteniendo a los ladrones de bancos y a los criminales, pero sin olvidarse de que, existen otro tipo de delincuentes que roban a la nación y sus ciudadanos, escudándose en sus cargos, que son tan o más perniciosos para la sociedad que los otros. Al menos, señores, así es como veo yo este problema de la gran delincuencia.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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