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España y sus demonios: el nacionalismo prospera en la oscuridad

Publicada el diciembre 14, 2013 por admin6567
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Editorial de UPyD (Ver aquí)
 
Siempre que afloran los prejuicios étnicos o nacionales, en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional, cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea. Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad. Los demonios empiezan a agitarse.

Carl Sagan

Editorial UPyDLa renta de los españoles ha retrocedido a los niveles de 1998 en comparación con Europa. Pero ésta no es la noticia. La disminución de la renta no es la misma en todos los niveles, porque la desigualdad se ha disparado y las clases medias y bajas han retrocedido veinte años. Pero ésta no es la noticia. La pobreza afecta a más españoles que nunca en 35 años de democracia. Pero ésta no es la noticia. El presidente de una gran entidad financiera, colocado por los políticos, se jactó sin pudor de la comercialización de las fraudulentas preferentes que arruinaron a cientos de miles de ciudadanos. Pero ésta no es la noticia.

"¿Quiere que Cataluña se convierta en un Estado? Y, en caso afirmativo: ¿quiere que ese Estado sea independiente?" Estas dos preguntas manipuladoras y ridículas son la noticia del día. No vale la pena entrar a discutir qué tipo de Estado sería aquél sin independencia. Eso es lo que querrían ellos, los secesionistas, los que están en vanguardia de la guerra contra la igualdad en España. Lo único que procede es oponerse. Luchar contra este delirio de consecuencias terribles para todos los españoles. Para todos sin excepción.

Mientras nos fue bien, los nacionalistas acapararon el mérito (aunque no fuera suyo). España creció, desarrolló algunos mecanismos para fomentar la igualdad y pareció que se iba a integrar por fin en la próspera Europa. Pero el discurso, tristemente consagrado en nuestra Constitución, siempre fue el de la diferencia. Ahora, en esta época oscura en que crece la pobreza y la desigualdad, los vientos se vuelven tempestades y el odio se extiende como negro chapapote. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Pactando con los sembradores de vientos y de odios, asumiendo su lenguaje, reprimiendo nuestros mejores instintos, pensando sólo a corto plazo.

No ocurre sólo en España. Los xenófobos franceses y holandeses se alían para tratar de destruir Europa. Los nazis avanzan en Croacia. Los euroescépticos crecen en Reino Unido. Vuelve el racismo que nunca terminó de irse, ahora contra los gitanos. Se dice que España es afortunada porque la ultraderecha, el populismo y la xenofobia son débiles aquí. Falso: los nacionalismos, contrarios al espíritu ilustrado y humanista que dio origen a la UE, acaparan a los descontentos. Crece la violencia política contra los que denuncian su credo intolerante. Falsifican la historia para multiplicar el odio. ¿Cuál es la respuesta de quien tiene los instrumentos para defendernos y la obligación de hacerlo?

Ayer mismo, Hacienda traspasó a la Generalitat 873 millones de euros en concepto de rescate. Es un deber del Gobierno destinar fondos allí donde más lo necesitan. Pero también evitar la ruptura de nuestro país, la ruptura de nuestra comunidad política, la destrucción irreversible de la igualdad entre ciudadanos. Es su obligación defender los principios y las ideas que justifican el Estado moderno: la igual dignidad de cualquier ser humano, la libertad que tanto nos costó ganar, los derechos de las personas (no de los territorios). Ante los ojos de Mariano Rajoy se está produciendo un robo (el de una parte de la España de todos por parte de unos pocos) y sigue traspasando dinero a los ladrones sin exigirles que cesen en su actividad.

"La consulta no se celebrará", dice el presidente. Ya se está celebrando. En lugar de hablar de la pobreza y desigualdad crecientes en España, estamos hablando de dos preguntas de sintaxis retorcida. El simposio del odio ha comenzado. El país se está rompiendo. Por eso UPyD vuelve a exigir, otra vez, que se aplique el artículo 155 de la Constitución en cuanto se dé un paso más. Que se aplique la ley en defensa de todos los ciudadanos, vivan donde vivan. Que se combata este discurso del odio actuando contra quienes lo promueven.

En octubre del año pasado, Rosa Díez ya pidió un gran pacto contra el secesionismo. El motivo no era sólo impedir la independencia o la consulta, sino combatir unas ideas corrosivas para la cohesión, la igualdad y, finalmente, para la democracia misma. El pacto no tuvo lugar, y hoy ni siquiera se atisba. Rajoy sigue tratando este asunto como un problema administrativo, y Rubalcaba hace el pino en el alambre mirando de reojo al PSC. Los partidos viejos están fallando a los ciudadanos a los que representan. La prueba es que la mayoría de los españoles asisten a este espectáculo como a algo ajeno, inconscientes de las consecuencias que tendría para ellos – que ya está teniendo – la ruptura de nuestro país.

La cita que encabeza este editorial pertenece al libro El mundo y sus demonios, del astrofísico estadounidense Carl Sagan. El libro es un valioso esfuerzo por explicar las raíces y los pilares del conocimiento y por desacreditar la superstición y las pseudociencias. No es en absoluto casual que en una obra así aparezcan alusiones directas al nacionalismo. Diecisiete años después de su muerte, Sagan cuenta con millones de admiradores en todo el planeta porque defendió y explicó apasionadamente la verdad y se enfrentó a los mentirosos con determinación. Dedicó a ello buena parte de su vida y así contribuyó a mejorar el mundo.

Como dice Sagan, vivimos tiempos de escasez. Que estemos hablando de dos preguntas fraudulentas en lugar de la creciente pobreza en España demuestra que la vela de la razón se ha apagado. Nadie espera que Rajoy o Rubalc
aba demuestren la categoría de Sagan, pero al menos sí que asuman sus obligaciones, vuelvan a encender la vela y combatan a los demonios del pasado con la ley y la palabra. UPyD no dejará de exigírselo mientras, con toda su energía, trata de iluminar esta oscuridad.

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