
Sin embargo, no hay novedades en lo que nos sucede. No estamos ante un portal mágico, ni en la aurora de un nuevo día, tal y como Artur Mas y Oriol Junquerastratan de que parezca. El partido lleva jugándose 35 años, lo van ganando los nacionalistas y aunque la ofensiva actual no termine en secesión, es posible que de aquí salga el Estado con otro saco de goles en contra. Si España se desmorona (lo cual puede ocurrir de varias formas) no lo hará mañana, ni pasado, ni en la fecha fijada para la famosa consulta. Lo hará poco a poco, sin que muchos lo adviertan hasta que un día alcen la vista y a su alrededor no quede rastro de lo común ni esperanza de recuperarlo.
¿Cómo sabemos que los nacionalistas van ganando? Pregunte el lector a su izquierda. Le dirán que reclamar competencias para el Estado es reaccionario. ¿Aplicar el artículo 155 de la Constitución? ¡Franquismo! ¿Encausar a Artur Mas en virtud del Código Penal? ¡Fascismo! A continuación pregunte el lector a su derecha. Escuchará frases como éstas: "¡Que se independicen ya y nos dejen en paz!" "¡Estoy harto de los catalanes!"
Muchos españoles han asumido ya que Cataluña no es su país. No tolerarían que un barrio de su ciudad se declarara independiente, ni que un grupo de vecinos se apropiaran de un ascensor o de un trozo de su piscina para su disfrute exclusivo. Pero admiten que Cataluña ya es, de hecho, un territorio ajeno, un lugar diferente donde no rigen los mismos principios ni las mismas leyes que en el resto de España. Hace mucho que PP y PSOE abrazaron al nacionalismo, que se hiceron ellos mismos nacionalistas en distintos grados. En cuanto a los españoles, la identificación que algunos hacen de la ley con el franquismo o ese desprecio del tipo "que nos dejen en paz" no dejan de ser formas de rendición.
Llevamos 35 años de hechos diferenciales, derechos históricos y manipulación victimista. No hay nada nuevo, simplemente los administradores de la diferencia están cosechando parte de lo sembrado. Durante demasiado tiempo, los partidos que debían ser nacionales, los que debían combatir este discurso corrosivo y defender la igualdad miraron para otro lado. Cuando dejaron de hacerlo, miraron para el mismo lado que los nacionalistas. Han asumido su retórica y parte de sus objetivos. Sólo UPyD - repetimos: sólo UPyD – pide hoy que se aplique un artículo ordinario de la Constitución o el Código Penal ante una infracción legal tan evidente. Sólo UPyD mantiene un mismo discurso en toda España. Esto no es una pequeña diferencia: es justo lo que explica por qué España está perdiendo el partido contra el nacionalismo.
"Lo que ocurra a los catalanes me afecta porque Cataluña es parte de mi país", dijoRosa Díez en el Congreso de los Diputados hace más de un año. Esto es lo que debería empezar a escucharse en todas partes, y no sólo en los partidos políticos, sino en las conversaciones cotidianas de la gente. Por increíble que parezca, y a pesar de las terribles consecuencias que tendría la secesión para todos los españoles, existe cierta indiferencia fruto de la política acomplejada del bipartidismo desde la Transición. Es un inmenso fracaso de liderazgo que, si puede comprenderse en los primeros años de la democracia, hace tiempo que se volvió pura negligencia.
"Cataluña también es mi país y los catalanes mis conciudadanos". Si esta frase se repitiera con frecuencia, si se escuchara más que la falacia del "derecho a decidir", si se expresara con conciencia de todas sus implicaciones, a nadie podría resultarle extraño que se defienda el cumplimiento de la ley y la igualdad de todos los ciudadanos. Y esto sí sería una auténtica novedad y la promesa de un futuro mejor para todos.