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Sí, y además ¡una carta de agradecimiento de España por separase de ella! (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el diciembre 22, 2013 por admin6567
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"La postmodernidad nos exige la cansina tarea de estar eternamente disponibles para el cambio, como si la vida fuese una perpetua adolescencia" (Rendueles)

 

La egolatría del nacionalismo catalán llega a extremos tan delirantes que nos cuesta admitir que personas que, en otros aspectos de la vida se muestran tan razonables y pragmáticas, en cuanto se trata de las relaciones de Catalunya con el resto de España sean tan fanáticos que no sean capaces de ver con claridad cual es su verdadera posición dentro de España y el resto del Mundo. Da la sensación de que se creen en condiciones de imponer su forma de pensar, sus ambiciones territoriales, sentido de lo que debe ser Catalunya y su particular concepto de la Historia; no sólo al resto de españoles, sino que, por añadidura, trasladarlo a toda Europa y las cancillerías de los países de todo el mundo civilizado y sin civilizar. La muestra más evidente de estas manías de grandeza la tenemos en su empeño de crear embajadas catalanas en distintos países con los que España ya tiene sus propias embajadas, asumiendo unos costes innecesarios puesto que, el propio Gobierno de la nación, les ofreció utilizarlas para la promoción de sus empresas y expansión de la economía catalana.

Lo cierto es que, entre las numerosas muestras que los distintos estamentos catalanes nos están dando de su locura independentista, hemos tenido ocasión de conocer el grado de autosuficiencia y autobombo que el Gobern de la Generalitat se está dando, cuando se muestra en su faceta de perdonavidas, "generoso", protector y condescendiente, a través de este organismo, de dudosa sino nula constitucionalidad, al que pomposamente se le designa como "Consejo Asesor para la Transición Nacional". El CATN ha llegado a la conclusión expresada a través de un mamotreto de 50 páginas, de que "la independencia no tiene por finalidad romper con España" y, para demostrar su "buena disposición", propone la constitución de un Consejo Catalana-Español (observen que no dicen Español-Catalán, pretendiendo demostrar que ellos siempre se pondrán por delante de España), inspirado en el modelo del Benelux, para "impulsar" las relaciones entre el eventual estado catalán y España. Por si ello no acaba de gustar al resto de España, tiene todavía una oferta más ambiciosa, para lo cual suponemos que deben contar con el beneplácito de los portugueses, que consiste en un "Consejo Ibérico" del que formarían parte Portugal y Andorra. ¡Todos en el mismo bote y en igualdad de condiciones! Sin duda que, esta solución, sería la que más satisficiera a Mas y a Junqueras, en sus papeles de máximos impulsores del "nuevo estado Catalán".

Han estado buscando en el ámbito de la Europa comunitaria ejemplos que les permitieran apoyar semejantes utopías y los han encontrado (sólo que con antecedentes históricos diferentes) en el modelo del Benelux (Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo) una solución que, a la vista del grave problema étnico existente en Bélgica, entre flamencos y valones, no parece la más factible. Los rifirrafes acerca del flamenco y el francés han venido siendo una disputa endémica, que ha llegado a impedir la formación de un gobierno estable durante más de un año. No vemos que este sea un buen ejemplo para solucionar el problema lingüístico entre el castellano y el catalán.

Pero, todavía resulta más risible el proyecto de formar un modelo de Estado plurinacional, a semejanza de una federación (algo, por cierto, que ha sido propuesto y rechazado por el PSC) estatal, entre España, Portugal, Catalunya y Andorra. Nada más de pensar en la enorme complejidad de crear, a pequeña escala, una nueva Unión entre países que llevan años rigiéndose por sistemas políticos propios, con todo lo que ello supone de renuncia a la soberanía, coordinación de políticas comunes, consejos mixtos de ministros, asambleas interparlamentarias o una secretaría general permanente para la coordinación en los distintos ámbitos; se nos erizan los vellos y nos preguntamos: ¿verdaderamente, estos señores, piensan que sería mejor, más útil, más práctica y más adecuada para una Europa que, precisamente, tiende a eliminar cada vez más las fronteras y los diferencias entre sus miembros; buscando el establecimiento de instituciones comunes, con el ánimo de culminar en una Constitución común que regule las líneas maestras a las que deberán adecuarse las legislaciones de los respectivos estados miembros?

Pero, señores, no se dejen ustedes convencer por estos cantos de sirenas del nacionalismo catalán. Detrás de ello subyace el temor, cada vez más evidente, de quedar excluidos del sistema europeo, apartados del euro y privados de las subvenciones que han venido recibiendo desde Bruselas. Todas estas repentinas ofertas de recuperar la relación con los, hasta ahora, "explotadores" de Catalunya, aquellos que han estado robando al pueblo catalán y que constituyen el principal problema para que se cumplan sus aspiraciones a ser un Estado independiente; no tienen otro fin que intentar buscar fórmulas que les permitan continuar dentro de Europa, del euro y seguir gozando de las ventajas de la libertad de comercio y de movilidad de las personas dentro de la UE, sin fronteras ni aranceles.

Los hay que ya se han empezado a dar cuenta de que, en el caso de que les saliera bien (algo que no entra en la cabeza de ningún español) su desafío a la nación española; de la difícil situación en la que se encontraría un nuevo Estado, aislado comercialmente, con vallas aduaneras no solo en Europa y su zona de influencia, sino sujeta a las leyes del comercio internacional que les obligaría a pagar, como nuevo país independiente, las tasas más elevadas de todas las existentes. Una región que ha estado pendiente de los apoyos del Estado para poder pagar la renovación de sus "bonos patrióticos" y sus intereses correspondientes; que se ha llevado el 40% del FLA y que cuenta con más de 500.000 parados y una deuda que supera holgadamente los 50.000 millones de euros; sin duda alguna, va a verse en una difícil situación a la hora de poder pagar a sus acreedores ( acuérdense del caso de las farmacias a las que se les debían más de 400 millones de euros). ¿Quién se va a hacer cargo del déficit de la Seguridad Social, del pago de las pensiones; de los compromisos de la Ley de Dependencia; de las deudas contraídas con el Estado español y de sus intereses; del pago de sus parlamentarios y de las fuerzas del orden, aparte de una legión de funcionarios que hoy saturan la administración de esta comunidad autónoma?

Es obvio que, tanto el señor Mas como sus colegas, deben estar temblando al ver en el atolladero en el que están metidos. No pueden retroceder, porque una gran parte de la ciudadanía no se lo consentiría ni pueden (lo saben perfectamente) seguir en lo de la consulta popular, porque se saldrían de la legalidad y lo que intentan, que es que el Congreso de Diputados les ceda el derecho a convocar una consulta popular, no tiene la más mínima posibilidad de que suceda. Un asunto lo suficientemente feo como para que el Gobierno empiece a tomárselo en serio antes de que se pudiera encender la mecha de una actitud más belicosa por parte de una ciudadanía cuyo control, en un momento determinado, pudiera escapárseles a los responsables de tal locura. O esta es, señores, mi percepción de primera línea, del problema catalán y de su repercusión en el resto de la nación.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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