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Los expulsionistas (por José Antonio Zarzalejos)

Publicada el enero 5, 2014 por admin6567
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(Publicado en La Vanguardia-Caffe Reggio, aquí)

EL ÁGORA

Hace un tiempo se establecía una simetría entre los separatistas y los separadores. Aquellos deseaban la secesión de España y estos procuraban políticas que incentivaban el reclutamiento de efectivos por los primeros. Ahora sabemos por el manual que el Ministerio de Asuntos Exteriores ha remitido a las embajadas y consulados para refutar el independentismo catalán que en España se ha creado un movimiento de expulsionistas. Serían aquel los ciudadanos de fuera de Catalunya que, airados y hartos del discurso reivindicativo del catalanismo secesionista, propugnan el “¡que se vayan!” y “¡ya veremos cómo aguantan!”. El expulsionismo no es un movimiento racional, ni abandonista sino asertivo. Es una corriente de opinión que crece por días y que incorpora grandes dosis de hostilidad al tiempo que de cortedad de miras

Los expulsionistas apelan a una política de máxima dureza: hay que facilitar la secesión de Catalunya, pero sin ninguna concesión. Y por supuesto, vetar su incorporación futura a los organismos internacionales (OTAN, Unión Europea) y cerrar a cal y canto el mercado español a los productos del Principado. Nadie parece haberles explicado –o no les importa– que Catalunya representa en términos económicos casi un 20% del PIB, es la comunidad más exportadora de España, la segunda que acoge más turistas, dispone de uno de los puertos más importantes del Mediterráneo, un aeropuerto que se codea con Barajas como primero por tráfico de todos los de España y que Barcelona es un foco de diseño industrial, moda, ferias internacionales, tecnología e investigación sanitaria, entre otros muchos activos colectivos. Y no hay forma de convencerles de que la “expulsión” de Catalunya de España sería tanto como una autolesión recíproca de efectos desastrosos. Por supuesto, acudir a los argumentos más emocionales –lazos históricos, afectivos entre familias y amigos, historia y lengua comunes– es por completo inútil.

En su artículo del pasado martes en el diario El País titulado El misterioso caso catalán el sociólogo Enrique Gil Calvo se pregunta “¿cómo es posible que el pueblo más culto, moderno e ilustrado de la península ibérica haya caído en semejante regresión irracional?” (en referencia al secesionismo) y se contesta a sí mismo especulando con la troncalidad familiar –que se da, precisamente, en el derecho civil particular del País Vasco, Navarra y Catalunya– que propiciaría un antropología política “basada en el diferencialismo particularista y el autoritarismo jerárquico, típicos del nacionalismo völkisch”.

No estoy seguro de que la idiosincrasia de vascos y catalanes responda a demanda de esos resortes, aunque es cierto que la fraternidad hereditaria es en Euskadi y Catalunya muy diferente a la castellana –un sistema de legítimas igualitarias–, aunque bien podría explicarse por razones de conservación de la integridad del patrimonio familiar. Cierto que el derecho civil particular de ambas comunidades crea una forma de endogamia, pero desconfío de las transposiciones argumentales de esa naturaleza. Pero sea así o no lo sea, lo comprobable es que el repliegue sobre sí mismo del otrora abierto catalanismo le ha agriado un tanto su carácter y ha mermado su sobria cordialidad.

Cuando Mas declara a la prensa extranjera que España es un “casero hostil” y que los catalanes están “alquilados” en España, los expulsionistas aumentan en progresión geométrica y se avanza a zancadas en el camino hacia lo que Gil Calvo denomina “divorcio contencioso”, plásticamente representado en la película La guerra de los Rose. Ese escenario es el ideal para los expulsionistas y pésimo para todos los demás, incluidos los independentistas si pretenden un proceso de “terciopelo”.

El expulsionismo ha adquirido considerables dimensiones con el desafortunado título del simposio Espanya contra Catalunya, que a Jordi Pujol le desagradó y lo hizo saber; que a un editor tan amplio como Jordi Amat le sugirió aquí un “mero reforzamiento del soberanismo gubernamental”, que a Laura Freixas, también en este periódico, le hizo alertar sobre la hipocresía social catalana, que la remontó en La Vanguardia del miércoles a la historia de las diferentes ramas de su familia a Borja García-Nieto Portabella, y que a José Álvarez Junco ( El País) le inspiró un sensato artículo ( Los malos usos de la historia) en el que afirmaba que la interpretación del pasado en términos nacionales distorsiona la historia. El expulsionismo es una excrecencia que añade una dosis adicional de dramatismo y dificultad a la tesitura por la que Catalunya y toda España atraviesan. Y no se ve cómo pueda extirparse, paliarse o dejar de engrosarlo.

El día 8

Rajoy ha convocado el cónclave dirigente del PP en la resaca de las fiestas. Tiene sobre la mesa un berenjenal partidario. ¿Qué hacer y cómo con la crisis territorial que plantea Catalunya?, ¿es suficiente el discurso del presidente? Pero además ¿cómo se ha gestionado el anteproyecto de ley del aborto de manera tan torpe que ha desmovilizado al propio Gobierno y al partido en la defensa que un texto de esa naturaleza requeriría? En Andalucía, el PP no tiene líder; en Valencia, el partido está desarbolado y en Madrid, enfrentado el Gobierno y el Ejecutivo autónomo secundado por el PP matritense. Todos estos frentes los tiene abiertos Rajoy que ha de decidirse a superar el nivel del discurso macroeconómico y adentrarse en el político con decisión.

El día 16

Pleno en el Parlament para aprobar la petición al Ejecutivo de Rajoy de que delegue (150.2 de la CE) la facultad de convocar referéndums. Salvo que críticos del PSC se alineen con los diputados de CiU, ERC, ICV y CUP, los votos favorables no sumarán los dos tercios de la Cámara, que es el porcentaje que precisa la aprobación de un Estatuto de Autonomía. En ese mismo pleno, en el que se verán divisiones, también se formulará por los socialistas catalanes una interesante propuesta: añadir a la Constitución una disposición adicional, la quinta, que singularice Catalunya sin perjuicio de una posterior revisión más a fondo de la Carta Magna. Y aunque no salga adelante ahora, puede ser una llave futura para una solución inteligente al bloqueo actual.

Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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