"Agradezco no ser una de las ruedas del poder, sino una de las criaturas que son aplastadas por ellas." Tagore, Rabindranath
Nadie puede negar que, en os últimos años, el Mundo ha sufrido una enorme evolución. La medicina, la mecánica, los transportes, las comunicaciones, las nuevas invenciones y todo lo relacionado con las nuevas técnica digitales, la telemática y la robótica son, entre otros descubrimientos, los que han transformado, en escasos años, tanto la economía, como el resto de las ciencias, costumbres y modos de vida de los ciudadanos. Sin duda que, todas estas innovaciones deben ser acogidas con agrado siempre que contribuyan a simplificar la vida, a hacerla más llevadera y a mejorar, en muchos aspectos, parte de los medios de relacionarse los unos con los otros.
No obstante, a diferencia de lo que sucedía en épocas anteriores, todos estos adelantos e innovaciones se han desarrollado más deprisa, en un espacio de tiempo más reducido y, sin duda, con una mayor complejidad. Se diría que algunos nuevos hallazgos han entrañado tales cambios en la investigación y puesta al día del resto de ciencias, que han provocado una cascada de nuevos conocimientos técnicos, científicos, económicos, físicos, financieros y relativos a las interconexiones humanas que, para muchas personas, especialmente entre el sector de la tercera edad, les ha sido imposible, por diversas causas, ponerse al día; tanto en lo referente a los conocimientos precisos para asimilar las nuevas técnicas como, incluso, para adaptarse a su simple uso. Todo ello nos lleva a poner en cuestión diversas decisiones que, sin duda, pueden tener un componente de ahorro para los organismos que buscan imponerlas, pero que, a la vez, suponen poner en situación de dificultad, indefensión, angustia y, en muchos casos, imposibilidad económica a sectores como pensionistas, personas de escasa preparación y pequeños propietarios que se ayudan de unas pequeñas rentas y muchos otros similares que, aparte de los autónomos, se ven obligados a relacionarse con la Hacienda Pública.
Desde el pasado 30 de enero los propietarios obligados a declarar el IVA, que lo venían haciendo en los modelos de papel que se les facilitaba en Hacienda, ahora se ven en la imposibilidad de seguir haciéndolo por el mismo método, y sólo les queda la posibilidad de tener que hacerlo por medio de Internet. Por si fuera poco, tampoco resulta cómodo ni fácil el hacerlo por este nuevo método digital, ya que se verán obligados a sacarse unas firmas electrónicas o identificaciones, sin las cuales les será imposible cumplir con sus deberes con el fisco. No tenemos nada en contra, faltaría más, de que el progreso vaya irrumpiendo en nuestras vidas, siempre que sea para facilitarnos la vida; no obstante, cuando se pretende imponer una innovación que, al menos para una parte importante de los contribuyentes, les representa una grave dificultad el poderla cumplir, les supone enfrentarse a lo que para ellos ( acostumbrados a llenar unos impresos que ya conocían, al menos en la parte que afectaban a sus obligaciones fiscales) puede significar un muro de técnicas complicadas que desconocen y que se ven incapaces de superar; es evidente que el forzarlos, con amenaza de sanción si no lo hacen, no es más que un gran abuso de poder que no puede justificarse, simplemente, con la excusa de que así Hacienda ahorra recursos y gana agilidad.
Sin duda, se debiera darles la oportunidad a aquellas personas que no se vean en condiciones de afrontar el nuevo reto que se les propone, de seguir haciendo sus declaraciones del IVA mediante el sistema que hasta hora se venía utilizando. En todo caso, a mí se me ocurre preguntar a quienes han ideado el cambio –una modificación que, a fuer de lo que hemos leído, tampoco es del agrado de todos los autónomos – ¿En realidad este nuevo sistema recaudatorio va a significar un ahorro sensible en número de funcionarios? Porque, en caso contrario, pudiera darse el hecho de que produjera una economía en papel para la Hacienda Pública, pero que repercutiría en los bolsillos de los contribuyentes que, debido a que muchos de ellos no dominan la informática o no son lo bastante expertos en ella, van a tener que acudir a gestores o especialistas para que, a partir de ahora, les hagan sus preceptivas declaraciones trimestrales o anuales; lo que, sin duda, les va a representar en coste adicional que, en el específico caso de los pensionistas (dados los "espléndidos" aumentos fijados por nuestra ministra de trabajo, señora Báñez), es muy posible que no estén en condiciones de permitirse.
Si es cierto que "Hacienda somos todos", estas decisiones unilaterales por parte de los directivos de la entidad pública, sin avisar previamente, sin consultar y sin estudiar los perjuicios que para algunos, pocos o muchos, de los contribuyentes pueden derivarse de una aplicación indiscriminada de la norma; deberemos concluir, una vez más, que todo los que se nos dice desde las Administraciones Públicas no tiene otro objetivo que vendernos lo que al Gobierno le interesa que nos traguemos, pero que, cuando llega el momento de tener en cuenta a aquellos que, al fin y al cabo, son los que vienen pagando los impuestos de los que se pagan los salarios de los que dirigen todos estos organismos públicos; entonces, señores, se erigen en los dictadores más inflexibles, reproduciéndose aquellas situaciones de principios del pasado siglo en las que, los contribuyentes que acudían a las ventanillas de Hacienda, eran tratados a baqueta.
Es posible que, en España, vayamos mal, muy mal probablemente, pero si nos fijamos en cómo nos tratan a los ciudadanos de a pie, en lo que se nos exige en cuanto a sacrificios, a recortes de sueldos, a privaciones familiares, falta de trabajo y a renuncias a legítimas expansiones de ocio; deberemos convenir que son pocas las atenciones, las consideraciones, los detalles y los favores que recibimos de aquellos que, a cambio, han sido tan exigentes con nosotros. Es posible que los españoles no tengamos las cualidades de los ciudadanos de otros países del norte de Europa y puede que haya ocasiones en que seamos malos de manejar pero, al menos en cuanto respecta a esta crisis, la mayoría de los ciudadanos españoles, los que no salen a las calles a montar algaradas o viven de lo que les pagan aquellos interesados en crear malestar o, simplemente, siguen arrastrando los rencores de la pasada contienda civil; han venido dando una muestra de contención, de patriotismo, de aguante y de solidaridad que, sin duda, los hace merecedores de que, al menos por parte de los gobernantes, se les tengan las consideraciones a las que se han hecho merecedores.
Otra cosa se podría decir de aquellas partes de España que han decidido imponer su propia voluntad al resto. En este caso sí se les podría exigir a los que nos gobiernan que aplicaran la mano dura para acabar con tales insurrecciones. En saber tratar a los ciudadanos como se merecen, distinguiendo a las mayorías que cumplen con sus obligaciones y respetan la ley de aquellos que buscan satisfacer sus propias ambiciones, aunque para ello deban poner en peligro la estabilidad entera del Estado. A mi se me ocurre que hay circunstancias en las que, el saber rectificar a tiempo o encontrar la solución a pequeños problemas que, sin embargo, pueden causar grandes satisfacciones, pueden evitar situaciones molestas, múltiples conflictos y momentos desagradables. A veces, más vale un buen remedio a tiempo que una cirugía mayor en última instancia. O esta es, señores, mi particular visión sobre este sensible problema.
Miguel Massanet Bosch