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Ceuta y Melilla ¿ciudades abiertas? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el febrero 25, 2014 por admin6567
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"Campo abandonado, fuego proclamado" Anónimo.

 

A medida que esta nación va avanzando hacia su catarsis moral destructiva, más los ciudadanos nos vamos dando cuenta del significado de las doctrinas relativistas, de la pérdida de valores, del materialismo egoísta y del descreimiento religioso así como, los efectos de este meltingpot sobre la vida de las personas, de las familias y de la población española en general. Seguramente voy a decir algo que a muchos les parecerá un pecado capital contra la diversidad de pensamientos, contra las opciones políticas o contra la misma esencia de lo que aquí, en este país se suele entender como "democracia" que, para nosotros, no tiene nada que ver con lo que, en realidad representa esta opción política para quienes participan de que debe estar fundamentada, como muy bien expuso Montesquieu, en la distribución de poderes, sustentando la idea del Estado en los tres pilares que lo soportan: el poder legislativo, el poder ejecutivo y el poder judicial.

En efecto y por los resultados que hemos cosechado desde que se restauró la democracia y se volvió a dar cancha los partidos políticos; algunos hemos llegado a pensar que el sistema de darles el poder a determinados grupos ideológicos siempre da por resultado que, el resto de los que no consiguen alcanzar aquel objetivo, en lugar de colaborar lealmente en facilitar la gobernación del país, se dedican por todos los medios a intentar poner todas las trabas, obstaculizar las iniciativas, desmerecer a los que gobiernan y, por incomprensible que pueda resultar en un Estado democrático de derecho, a organizar, impulsar, financiar y apoyar todas aquellas acciones que los inevitables grupos antisistema, ácratas, progresistas o revolucionarios ponen en práctica, para intentar acabar con el sistema de gobierno establecido.

Es por ello que debemos reconocer que, la partitocracia, ha resultado ser contraria a lo que precisamos los españoles para salir adelante y poder vivir en paz. Lo que nos lleva a la peregrina conclusión que, tanta profusión de opciones políticas, tanta distribución de los votos y tal atomización de las cámaras de representación ciudadana, a lo único que verdaderamente conduce es a aumentar el coste del sector público. Algo que ha venido contribuyendo, escandalosamente, a encarecer el mantenimiento de la Administración del país ha sido el deleznable sistema de comunidades autónomas lo que ha motivado que, en pocos años, el número de políticos y funcionarios haya crecido tan desmesuradamente que, los que todavía tienen un trabajo, tienen que ser crujidos a impuestos para poderlos sostener. Se puede criticar la dictadura, se puede hablar de falta de democracia y hasta se puede hablar de la falta de libertades políticas pero, en muchos aspectos, el sistema de partido único y los sindicatos verticales, fueron mucho más eficientes, favorables a los derechos laborales de los obreros y muchísimo menos costosos que este maremagnum de instituciones de todo tipo que, el Estado, se ve obligado a mantener.

Recientemente, hemos tenido ocasión de comprobar como, cuando España lo que precisa es la unidad de todos los españoles; cuando el Gobierno debiera recibir más apoyo del resto de partidos políticos y cuando nuestras instituciones necesitan más soporte y aliento del pueblo español; es cuando salen a relucir todos los defectos de este sistema de partidos. En efecto, en lugar de prestar ayuda incondicional a nuestras fuerzas del orden destinadas en Ceuta y Melilla; en lugar de aplaudirlas y agradecerles que estén defendiendo, con tan pocos medios en efectivos y materiales, a nuestras joyas de África y unirse en una crítica hacia las instituciones europeas, que tan poco hacen para ayudar a que la frontera con África no se convierta en un coladero por el que los inmigrantes invadan toda Europa; lo que ocurre, señores, es que, empezando por los socialistas del señor Rubalcaba y siguiendo por los comunistas de Cayo Lara, la oposición se dedica a intentar sacar rédito político; confundir a nuestros vecinos de Europa, desprestigiar al Gobierno y poner de chupa de domine a nuestras fuerzas de seguridad, que hacen todo lo que pueden para que la ocupación por los inmigrantes de Ceuta y Melilla, no se convierta, aparte de insostenible materialmente, en la punta de lanza de un intento de ocupación de ambas plazas por las fuerzas del Magreb.

¿Qué deben estar pensando del resto de España los ceutíes y los melillenses que se ven en la tesitura de tener que soportar un día sí y otro también, los intentos, a veces multitudinarios y violentos, cuando van a su trabajo o están con sus familiares en las calles de ambas ciudades? ¿Estarían dispuestos todos estos que, cómodamente instalados en las ciudades peninsulares, a que en la escalera de su casa, en su barrio privilegiado o, incluso, en sus propias viviendas se instalara uno de estos inmigrantes procedentes del resto de las naciones árabes del norte de África? Seguramente arrugarían la nariz, mirarían hacia otro lado y escurrirían el bulto; pero, eso sí, desde su comodidad critican que la Guardia civil realice su labor de contención, con los medios que sea preciso emplear; porque no hay nada que resulte más hipócrita, más torticero y más deleznable que hacerse pasar por defensor de los pobres y débiles cuando se sabe que hay ocasiones en las que se han de sopesar la defensa de dos derechos, igualmente defendibles, pero que uno de ellos tiene prioridad sobre el otro y, por ello se debe optar por él. La defensa de nuestras fronteras es, sin duda, irrenunciable.

¿Qué solución alternativa dan al hecho de que las invasiones de inmigrantes sean una constante ante las fronteras de Ceuta y Melilla? ¿Cómo proponen que las autoridades de ambas ciudades garanticen el derecho a la paz, a la tranquilidad y a circular con seguridad por las calles de ambas ciudades, de los ciudadanos españoles que las habitan, sin estar sometidas al agobio de tales invasiones?, ¿Cómo, unos pocos agentes del orden, pueden hacerles frente sin usar armas disuasorias y defensivas para impedirlo? ¡Alto ahí, señores, que ya salen los lacrimógenos, las plañideras hipócritas, los defensores de los "derechos humanos" y los izquierdistas; a los que no les importa asesinar fetos humanos en defensa de los derechos de la mujer, pero no pueden consentir que, en una frontera, amenazada por las hordas de sujetos que pretenden ocupar Ceuta y Melilla, en el ejercicio de sus funciones, se puedan producir algunas víctimas, evidentemente no deseadas!

Es posible que, en mi indignación ante nuestra falta de solidaridad con la fuerzas del orden: la policía, la Guardia Civil o la guardia urbana de Ceuta y Melilla, no sea capaz de ordenar adecuadamente mis ideas y me sienta tentado de saltarme a la torera algunos tratados, determinadas normas de procedimiento o problemas inmigratorios; pero en lo que a mi respeta, vista la poca sensibilidad de Bruselas ¿por qué han permanecido callados ante los asesinatos cometidos por ambos bandos en Ukranïa?; la hipocresía de sus recomendaciones al Estado español y su absurda negativa a que los que han entrado a la fuerza puedan ser repatriado inmediatamente; se me ocurre que lo más útil, práctico y efectivo sería: que se permitiera a todos los que intentan entrar en Ceuta y Melilla (con el propósito de continuar hacia Europa) que lo hicieran, se les embarcara en los trasbordadores hasta Algeciras y desde allí, con camiones que seguramente estarían dispuestos a costear todos estos que tanto critican a nuestra fuerzas del orden, se los transportara hacia la frontera con Francia para dejarlos allí; desde donde, vista la libertad de circulación de los ciudadanos dentro de Europa, se dirigieran hacia aquellas naciones que, precisamente, tanto se quejan del "mal trato" que les damos a los inmigrantes. O este es, señores, mi parecer, ante semejante problema.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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