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A M. Vaquerizo le molesta ser comparado con C. Wurst. El se lo ha buscado (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el mayo 25, 2014 por admin6567
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Y, en este marco, podemos intentar entender a esta anómala pareja de artistas que parece que han conseguido renacer, como Ave Fénix, de unos años en los que su paso por el mundo artístico se limitó a ser poco más que testimonial.

Como nos sentimos ya saturados de la pesadez de las elecciones Europeas, de la política barriobajera y de los cambios indiscriminados de insultos, descalificaciones y estupideces; pensamos que conviene airear el ambiente con algo intrascendente. Intentemos pues reflexionar un poco sobre esta estirpe de personajes, personajillos y vividores, que han aprendido a medrar a costa de la simpleza de parte de la sociedad, que se deja encandilar por estos sujetos, más que por su arte (si, de verdad, tienen alguno), por sus excentricidades, por sus vestimentas estrafalarias, tatuajes o pinturas

–que tanto provecho les hubieran hecho a los indios americanos para sus ceremonias religiosas o sus ritos guerreros –, por el uso y abuso de lenguajes melifluos, por sus amaneramientos, sus gestos deliberadamente afeminados y, por supuesto, por su ambigüedad en cuestiones de género y preferencias sexuales. Han encontrado, acudiendo a tales procedimientos, un modo de alimentar el morbo que siempre despierta, en un público predispuesto a buscar en lo raro, lo antinatural, lo obsceno o las perversiones sexuales, la manera de alimentar sus vicios ocultos o satisfacer sus pasiones inconfesables, que no se atreven a exteriorizar.

Es obvio que, en esa variopinta clase social en la que están incluidos el gremio de artistas, de promotores de espectáculos, escritores de medio pelo, presentadores televisivos, músicos, artistas de cine o de teatro y otros representantes de las llamadas Artes Escénicas; junto a grandes artistas, excelentes directores, magníficos autores y meritorios guionista, se junta una pléyade de sujetos que, al no conseguir la fama por otros medios, buscan alcanzarla apelando al procedimiento de intentar destacar, apelando a la extravagancia, al histrionismo o a la procacidad porque, cualquiera de estas tres cualidades suele ser, en los tiempos en que lo vulgar, lo procaz, lo indecente y el ateismo suelen ser un plus valioso para conseguir la atención de una parte importante de la ciudadanía de este país, (en muchas ocasiones falta de la cultura precisa para saber distinguir lo que es talento, originalidad y mérito de lo que no es más que vulgar artificio, crítica fácil, burda invectiva, injuria o calumnia) . El falso populismo o la burda vulgaridad, cuando van enfocados contra el poder, el Gobierno, la religión, los que han destacado por sus méritos en la vida o han triunfado por sus conocimientos y esfuerzo, siempre encuentran su cuota fiel de seguidores, dispuestos a aplaudir a quienes recurren a ello para conseguir dinero y popularidad.

Y, en este marco, podemos intentar entender a esta anómala pareja de artistas que parece que han conseguido renacer, como Ave Fénix, de unos años en los que su paso por el mundo artístico se limitó a ser poco más que testimonial. Si Alaska, la cantante, ya es un residuo de aquel grupo musical denominada Alaska y los Pegamoides, sólo que, como les ocurre a muchas viejas figuras de la escena, envuelta en una capa de cultura y un barniz de progresismo; ahora, cuando formaron pareja estable con este señor, conocido como Mario Vaquerizo, ha conseguido formar una unión de lo más pintoresca, debido a que ambos son verdaderos expertos en el transformismo, sin importarles vestir las más extravagantes indumentarias y competir entre ellos sobre cual de los dos consigue llevar la cabellera más larga y lacia. Han conseguido hacerse un puesto en la TV y ahora parece que han puesto en marcha otro negocio conocido como Nancys Rubias que, como es natural necesitan promocionar.

Hasta aquí no tenemos nada que objetar porque, cada cual, es muy dueño de hacer de su vida lo que le plazca y si, además, consigue engatusar a la gente para que pague por verlos o escuchar lo que dicen, me parece muy bien. Lo raro es que se enfade cuando lo comparan con la Conchita Wurst, si es que resulta inevitable ver las similitudes que, salvo la barba, existen entre el uno y el otro en cuanto a sus formas de expresarse, sus gestos amanerados y sus poses seudo femeninas, que se prestan al engaño respecto a el tipo de género en el que se encuentran mejor. Pero es intrascendente y no tiene mayor importancia esta circunstancia cuando, este señor, como pretendido representante de la cultura, según su concepción limitada de lo que abarca el término cultura, quiere aprovechar su populismo o popularidad para pontificar sobre otras materias en las que sus conocimientos están todavía por demostrar. Más bien podríamos pensar que se limita a la repetición de determinados latiguillos, eslóganes, o tópicos que ha escuchado de otras personas, que debe pensar le dan prestigio. Seguramente le hubiera ido mejor ceñirse a los temas artísticos que domina y dejarse de expansiones políticas en las que su esnobismo no deja de ser penoso.

El señor Vaquerizo, no obstante, parece no entender sus limitaciones cuando, en una entrevista televisiva, aparte de presentarse con una camiseta con unos pechos de mujer de pésimo gusto, se lanzó al ruedo político, lanzando su particular concepto sobre la actualidad social del país, refiriéndose a los efectos de la crisis y a la situación especialmente difícil de los mayores y los efecto del paro. Sin embargo, se mostró más belicoso con los políticos a los que acusó, indiscriminadamente, de aprovecharse de la crisis para "enriquecerse" y "joder" a los ciudadanos. Nos hubiera gustado que hubiera precisado más y que nos lo hubiera argumentado con mejores evidencias. Se habla de que, en España, se están sustanciando unos 1.500 casos en los que están involucrados políticos de todos los partidos lo cual, evidentemente, parece mucho e indicativo de una cierta tendencia –que habría que analizar en qué partidos o sindicatos se produce con mayor frecuencia – a aprovecharse de los cargos públicos para beneficiarse o beneficiar al partido al que están adscritos; pero, en ningún caso, se ha debe generalizar a todos lo políticos o gobernantes porque, si es execrable que haya políticos que delincan perjudicando a los ciudadanos, lo mismo se puede decir de aquellos que meten en el mismo saco a culpables e inocentes para satanizarlos, sin pruebas, a todos.

Resulta curioso el empecinamiento de los de la farándula en creerse especialmente dotados para opinar sobre lo divino y lo humano; cuando es evidente que, salvo raras excepciones, si hiciéramos caso de lo que proponen, de lo que reclaman, de lo que exigen o de los que critican, dada su escasa tendencia a probar lo que dicen considerándolo axiomático, es más que evidente que el país iría tan mal como le fue durante el nefasto paso por el gobierno de los socialistas del señor Rodríguez Zapatero. No obstante, vean la sinrazón del caso, por aquel entonces ni los sindicatos, ni los comunistas ni los obreros que quedaron en el desempleo ( casi 4.000.000) ni los de la farándula, se movilizaron; como sí han hecho a partir de que el PP tomara el mando de España. En verdad que, en este país, ocurren cosas que resultarían inexplicables para cualquier otra nación gobernada según la tradición democrática.

Es fácil, desde una radio, una TV, un escenario de un teatro o desde el podio instalado en un mitin político, exponer opiniones, criticar al adversario, mantener teorías sociales o criticar a los empresarios, cuando se sabe que no podrán ser corregidos con argumentos en contra. Esto no tiene mérito alguno y, por el contrario, puede causar entre las personas de buena fe males irreparables que, en un momento, dado que pueden afectar a la marcha de todo un país. Y, para concluir, reproduciré unas frases del periodista y escritor E. Drumont: Quien no sabe razonar es un tonto; quien no quiere razones es un fanático, y quien no osa razonar es un esclavo. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, criticamos la frivolidad con la que algunos enamorados de si mismos se permiten juzgar a los demás.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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