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España envejece, los abortos aumentan (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el junio 24, 2014 por admin6567
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"El hombre no nace del todo sino hasta que muere" B. Franklin.

 

Es posible que la Humanidad siga en su camino ascendente en cuanto a la población total del Mundo; se habla de que ya estamos rondando los 7.000 millones de habitantes cuando, en 1.930 se calcula que era de unos 2.000 millones. Sin embargo, esto no quiere decir que este aumento se de en todos los países ni que la proporción sea igual en los llamados países de occidente, los ricos, o en aquellos en los que, teniendo un nivel de vida mucho más bajo, en los que la pobreza se hace patente y disponen de menos recursos para que la población pueda subsistir que, paradójicamente, su tasa de natalidad es mucho más elevada que en los primeros. En África, por ejemplo, la tasa de natalidad se estima en un 34'5 por cada 1.000 habitantes; en China, una nación donde se pone coto al número de hijos que puede tener una pareja, la tasa es de un 12'10 por mil, en EE.UU. de un 12'60 por mil y en Madagascar es de un 32'34 por mil.

Se podrá argumentar que, en estas naciones del tercer mundo, la tasa de mortalidad es elevada, en gran parte debido a que en estas naciones la pobreza de sus habitantes es endémica y los gobiernos implantados en ellas, muchos de ellos verdaderas dictaduras, sólo se ocupan en guerrear y enriquecerse, sin que les importe ni poco ni mucho la situación de sus ciudadanos. En Europa, fruto de la pretendida civilización de sus pobladores, de los cacareados derechos de la mujer a disponer libremente de su cuerpo y del hecho de que, la "liberación del sexo femenino", ha disparado el número de mujeres que estudian, trabajan, actúan en política y ejercen las mismas ocupaciones que, no hace demasiados años, sólo eran ejercidas por hombres; el que una mujer se quede embarazada, que deba cuidarse especialmente durante los nueve meses de embarazo y que, posteriormente, si no tiene a quien confiarles los bebes, deba permanecer un tiempo ocupándose de ellos; ha dado lugar a que, muchas de ellas, se nieguen a engendrar, utilicen todos los medios que la medicina actual les proporciona para no tener hijos y, en último extremo, si a pesar de todas las precauciones, queda embarazada, decida recurrir al aborto.

Si esto está sucediendo en naciones como Alemania (tasa de 8'4 por 1000) o Francia (12'6 por 1000) o la misma Italia (9 por 1000) donde todavía existen algunas dificultades para poder abortar libremente; no nos debería extrañar, en absoluto, que en la libertaria España, donde las clínicas especializadas en practicar aborto se han convertido en uno de los más fulgurantes negocios del país, y a donde vienen parejas de todo el mundo para abortar; valiéndose de la facilidad y falta de control, por parte de las autoridades, sobre el cumplimiento de los plazos y la veracidad de los argumentos esgrimidos por las mujeres que solicitan la práctica del aborto; es evidente que, al haberse convertido nuestra nación en un paraíso para quieren desembarazarse sin problemas del fruto de su vientre, el número de abortos que se llevan a cabo cada año, alcance la diabólica cifra de más de 100.000 interrupciones voluntarias del embarazo.

No debe de extrañarnos, por consiguiente, que los datos sobre el envejecimiento de la población española, indiquen que, durante los cinco últimos años, el número de nacimientos haya descendido en un 18%. En concreto, durante el 2013 el número de nacimientos en España descendió en un 6'4% respecto al año anterior. Se puede argumentar que la crisis ha tenido influencia entre las parejas para hacerles desistir de sus deseos de engendrar descendencia; es posible que muchas parejas prefieran no asumir nuevas responsabilidades y también que la poca confianza en la estabilidad de la unión, sea matrimonio o vida en pareja, les hagan posponer cualquier traba que les pudiera causar problemas en el momento de querer separarse. Son muy pocas las parejas que se unen, casándose o juntándose, que, cuando lo hacen, piensen que esta unión va a ser para toda la vida y, esta concepción de pareja inestable, hace que muchos se planteen sólo como una relación sexual, unas vacaciones autorizadas para practicar el sexo; lo que, en otros tiempos, era un compromiso especialmente enfocado a formar una familia, tener hijos y mantener el vínculo para toda la vida.

Lo curioso de esta situación en la que vivimos es que, mientras las parejas consolidadas no tienen hijos para no comprometer su futuro; muchos jóvenes hacen gala de su falta de responsabilidad, de su incontinencia en la práctica del sexo y de la falta de precaución para evitar las previsibles consecuencias de un coito sin ninguna clase de protección; cuando ejercen la promiscuidad como algo normal con cualquier persona del sexo contrario o del mismo sexo, con la misma facilidad y despreocupación con la que se fumarían un cigarrillo. Por otra parte, tenemos el grave problema por el que pasan numerosas parejas que intentan tener descendencia y no pueden. Choca, en este caso, observar la serie de pegas que las autoridades les pone a la hora de intentar adoptar bebés. En muchos casos el trámite dura varios años y obliga a cuantiosos dispendios.

Llama la atención que, cuando las chicas embarazadas fortuitamente están desesperadas por librarse del feto, existan cientos o miles de personas que darían todo lo que tienen para conseguir adoptar un niño. Resulta patético que cualquier chica, que no desea hacerse cargo de un hijo, no pueda obtener ayuda pública que le proporciones medios de subsistencia, cobijo y atenciones médicas para que, esta nueva vida que espera, pudiera confiarse a quienes estarían encantados de hacerse cargo de ella. Sin duda, las consecuencias del envejecimiento de la población española nos anticipan, a poco que queramos bucear en ello, que dentro de no mucho tiempo faltará gente para trabajar, para cotizar y para cubrir las necesidades básicas de aquellos que, por la causa que fuere, dependan de las ayudas públicas. Se habla de una baja de la calidad del semen masculino, se evidencia que el número de personas que practican la homosexualidad cada día es más importante y de todos aquellos que entienden la vida como un trayecto limitado y que, en consecuencia, prefieren vivirla sin ninguna clase de compromisos y trabas, ¿Es, de verdad, este el porvenir que nos espera, o, mejor dicho, que les espera a las nuevas generaciones?

Sin ninguna duda, incluso desde un punto de vista egoísta, debiéramos de replantearnos los españoles a qué conduce un envejecimiento de los ciudadanos, sin que exista un relevo generacional que sea capaz de sustituir a las actuales generaciones. Seguramente el porvenir que nos espera, si no se rectifica, es que tengan que venir de fuera las personas que sean capaces de cubrir el hueco que van a dejar los que no se reproducen. No nos deberá impactar que sean los árabes, los inmigrantes sudamericanos o, por qué no, los rusos o americanos los que acaben convirtiéndonos en una colonia. De hecho, señores, ya tenemos ejemplos en algunas partes de España que prefieren no hablar nuestro idioma e, incluso, independizarse de ella.

Y mientras tanto, ante la indecisión y lentitud del gobierno, asustado de la repercusión que pueda traer una ley restrictiva del aborto, en España se siguen ejecutando más de 100.000 abortos cada año. Cientos de miles de criaturas inocentes, sacrificadas sólo porque son un estorbo para sus padres. Si hay justicia en alguna parte de la tierra o el Cielo, algún día deberá recaer sobre semejantes criminales. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos hasta donde llega la degradación de nuestra sociedad.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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