Por desgracia, todos estos iluminados, estos conductores de masas y gestores de revoluciones sociales son incapaces, a pesar de sus prédicas, de llevar a término sus propuestas.
La prensa, en ocasiones, unida al boom de las nuevas técnicas digitales e Internet, en lugar de contribuir al entendimiento entre las personas, a su información sobre los adelantos mundiales y a crear un ambiente generalizado de confraternidad y empatía; suele recurrir a aquellas noticias, informes, sujetos o idearios que considera que, por su impacto social, por la notoriedad del personaje en cuestión o por la rareza del tema de que se trata, le van a proporcionar más éxito económico; prescindiendo de si, aquella propaganda que, voluntaria o involuntariamente, hace del hecho, la idea, la persona o el pensamiento en cuestión, pueda tener o no consecuencias perniciosas para la sociedad en general, en una determinada nación o, incluso, en un sector concreto.
Me cuesta volver a hacer referencia a este fenómeno mediático, Pablo Iglesias de Podemos, al que, como ya he dicho, a través de tertulias, noticias, artículos, entrevistas y comentarios escritos y orales se le ha aupado al cenit de la fama, de tal manera que hasta fuera de España su popularidad le viene precediendo, convirtiéndolo en un personaje sobrevalorado, sobredimensionado y, por supuesto, dispuesto a sobreactuar si con ello consigue afianzarse en su puesto de líder de una especie de secta, entre política y de culto a la personalidad, que, a la vista está, le viene reportando una rentabilidad en cuanto a captación de adictos que para sí quisieran tener el resto de políticos españoles.
El peligro de estos personajes mesiánicos, del estilo del Ché Guevara cubano, es que utilizando unos pocos tópicos, hablando a la gente de lo que están deseando oír, huyendo de gritos y algaradas ( algo que en ocasiones puede llegar a espantar a la audiencia), en tono amable y familiar, poco a poco, consigue calar en la mente de aquellos poco críticos consigo mismos, resentidos con una sociedad que creen que no les ha sabido valorar, y deseosos, aunque a veces no lo quieran reconocer, de tomarse la revancha contra aquellos "poderosos", empresarios "tacaños" o gobiernos, a los que les achacan no haberles subvencionado debidamente o no obtener un puesto o un estatus en la sociedad muy por encima del que en realidad ocupan. Estos hitlerianos populistas, preparados para la revolución, son expertos en encontrar la fibra sensible de las masas, algo de lo que tuvimos, en la II República, un buen ejemplo en la famosa Pasionaria que con su voz, sus ademanes, su ímpetu y su cercanía, movió a las multitudes y fue la imagen de la lucha clasista que impulsó a muchos indecisos a tomar partido por la causa comunista.
Por desgracia, todos estos iluminados, estos conductores de masas y gestores de revoluciones sociales son incapaces, a pesar de sus prédicas, de llevar a término sus propuestas, de hacer factibles sus promesas y de conducir a buen término lo que, de palabra, pintaban como muy sencillo pero, como ocurre en tantas cosas del Mundo, en la práctica resulta de todo punto irrealizable. Claro que, una vez que ya se ha sembrado la semilla progresista, se han encendido las pasiones de las gentes y se ha creado la esperanza de que con la lucha de clases, el anarquismo o el sistema comunal, se puede conseguir la verdadera igualdad; entonces lo difícil es deshacer el camino y evitar que se produzca el estallido social. En Catalunya precisamente lo que está sucediendo es que, los separatistas, no han medido bien los tiempos, o puede que sí, si lo que verdaderamente intentan es la absurda idea de separarse de España como una nación independiente. Ni el señor Mas ni el señor Durán, en el estado actual de la deriva separatista en esta autonomía, están en disposición de desmontar su estrategia y hacer marcha atrás en el tema independentista.; mucho menos si tenemos en cuenta que ERC no se lo permitiría de ninguna manera.
Los partidos políticos no deberían tomarse a broma el fenómeno de Podemos y mucho menos cuando una reciente encuesta del Periódico de Catalunya ya lo viene situando como tercera fuerza en Catalunya, por encima del PP y del PSC; algo que sólo hace tres o cuatro meses nadie hubiera considerado que fuera posible. Esta situación me obliga a insistir una vez más sobre algo que puede que, en estos momentos, no parezca importante pero que, a medio plazo, se va a convertir en un grave problema para la gobernabilidad del país. Apenas estamos a poco más de un año para que la nación tenga que afrontar, de nuevo, unas elecciones generales, concretamente a principios del 2016 y, si Dios no lo remedia y no cambian de sentido las encuestas de las empresas de sondeo de la opinión pública, las próximas legislativas se van a caracterizar por la ruptura del bipartidismo y la división del voto entre otras formaciones políticas, muchas de ellas de izquierda y de extrema izquierda, que puede que consigan que, a la hora de formar gobierno, la labor sea tan imposible que se tenga que recurrir a nuevas elecciones, con el trastorno e incertidumbre que ello va a suponer, no sólo para el gobierno interno del país, sino en todo lo relativo a nuestras relaciones internacionales y comerciales.
Parece de locura que en los momentos menos oportunos para la nación se produzca la abdicación del Rey, se mantenga el statu quo, léase el inmovilismo y la pasividad del Gobierno respecto al independentismo catalán que, como se va viendo ya ha influido en el país vasco donde ya se haba de consultas y en las propias Canarias en las que el señor Rivero parece que también ha decidido enfrentarse al Gobierno amenazando con otra de esta consultas populares dando a entender que, como catalanes y vascos, van a realizarlas con y sin el permiso del Parlamento de la nación; y como colofón aparezca ese nuevo fenómeno que ya ha tomado carta de naturaleza en el Parlamento Europeo, de este grupo, Podemos que, aunque nadie se lo crea ha conseguido 1.200.000 votos en las recientes elecciones para formar parte de aquella institución. ¿De verdad nuestros gobernantes se ocupan de lo que sucede de fronteras para adentro de nuestra nación o sólo se ocupan de mantener nuestra buena imagen fuera de España? Un juego muy peligroso que, de no resolverse, y no parece que se ocupen de ello, puede que cuando quieran poner orden ya se les haya escapado de las manos.
El Gobierno no tiene derecho a poner en peligro el futuro de nuestra nación, inhibiéndose en el ejercicio de sus responsabilidades, ni tampoco, y esto es importante decirlo, poniendo en práctica tácticas inmovilistas que, a su criterio, puedan dar resultados favorables cuando es evidente que, mucha información que debieran tener, no les llega con la nitidez que debería o, antes de que llegue a las alturas, pasa por unos filtros que la desvirtúan. Ningún gobernante sensato se puede jugar a una sola carta el porvenir de la nación ni se puede dejar influir por opiniones, en ocasiones interesadas, que les puedan orientar hacia posturas que pueden llegar a un punto en el que, el peligro de desestabilización sea tan inminente que ya no de tiempo a optar por otras alternativas.
No nos gusta como el señor Rajoy y su equipo están afrontando el problema catalán y, como españoles que vivimos en esta autonomía, los que sufrimos directamente las consecuencias de su abulia, no nos queda más remedio que denunciar su pasividad, mientras cada día se van limitando nuestros derechos como españoles y avanzando, a pasos agigantados, la serie de medidas, encaminadas a la secesión, puestas en práctica por la Generalitat catalana. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos la paulatina degradación de nuestro país.
Miguel Massanet Bosch